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* PÁGINAS Y AGENDAS
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Festival Coachella, California
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Edicion 2008
Un festival de frontera
Coachela 2008 - Indio (California) 25, 26 y 27 abril
AP/IDEAL 28 abril 2008
El festival de Música y Artes del Valle Coachella culminó
sus actividades la noche del domingo con las actuaciones de artistas como
Roger Waters, My morning jacket, el dueto francés Justice y la banda
mexicana Austin Tv. Pero antes de ello, durante la jornada sabatina, Café
Tacvba hizo honor a su trayectoria y a la experiencia de los años
para imponer su estilo musical durante su participación, la primera
que realizaron en el escenario principal luego de una trayectoria de casi
dos décadas y con dos visitas previas a Coachella,
El grupo, que ha mezclado consistentemente géneros, saltando
del pop al tecno y al ska, se mantuvo fiel a su estilo pues aunque son
enormemente populares en México, en Estados Unidos, donde han ganado
un Grammy y son comparados con Radiohead y U2, son mayormente apreciados
por críticos y un público reducido, en gran parte porque
cantan en español.
Sin embargo el grupo hizo gala de su dominio escénico para ofrecer
una gran presentación, enormemente variada.
"En Estados Unidos mucha gente espera que las canciones sean cantadas
en inglés", dijo el bajista Enrique Rangel. "Pero esto es California.
Esta es la forma en que este mundo ha evolucionado, ahora existe la oportunidad
de conocer diferentes cosas, propuestas musicales y experiencias de otros
lugares", agregó Rangel.
Por su parte, el tecladista Emmanuel del Real señaló
que los cuatro miembros de Café Tacvba se enamoraron del rock de
muy jóvenes, cuando no sabían lo que decían las letras.
"(La música) te toca, o no", afirmó del Real.
Prince entró al escenario principal en el festival de Coachella
con esas palabras, anunciando su llegada como el artista más esperado
del certamen veraniego.
Poco después de las 23:00 horas del sábado, el camaleónico
cantante apareció en el escenario con pantalones y camisa blancos
y bordados brillantes.
Su actuación, la pieza central del festival de tres días,
fue anunciada apenas hace dos semanas.
"Este es el mejor lugar de la Tierra en estos momentos'', dijo el astro
musical a un mar de decenas de miles de personas.
Prince y su banda, que incluyó una sección de vientos,
abrieron con Jungle Love, de Morris Day, quien subió a cantarla.
En la primera parte del espectáculo, Prince se concentró
en tocar guitarra. Para uno de los números llamó a la baterista
y cantante Sheila E, quien tomó el micrófono para una canción
y seguidamente se unió a Prince en un jam extendido.
Finalmente, Prince satisfizo a la muchedumbre con clásicos suyos
como 1999 y Little Red Corvette.
Una de las mayores sorpresas de la noche fue su interpretación
de Creep, de Radiohead, que seguramente será una de las más
mencionadas del festival. Con letras cambiadas, un impresionante solo de
guitarra y un cierre en falsetto, la versión de Prince dejó
a la mayoría de los asistentes con la boca abierta.
Para cerrar el recital, Prince interpretó Come Together, de
Los Beatles, y su clásico Purple Rain.
El segundo día del festival trajo consigo la participación
de bandas legendarias. En el escenario principal, donde tocaron Café
Tacvba y Prince, también lo hicieron agrupaciones como Kraftwerk
y Death Cab For Cutie.
Mientras tanto, en la carpa exterior se presentaron figuras como Mark
Ronson, Rilo Kiley y Stephen Malkmus & The Jicks.
MIA, Hot Chip y Uffie llevaron a cabo su participación en el
escenario Sahara, mientras que en el Mojavi Tent lo hicieron algunos como
MGMT, Enter Shikari y Kate Nash.
Mick Jones, otrora integrante de Clash, tocó con su nueva banda
Carbon/Silicon en el Gobi tent, en donde también se presentaron
otros como Bonde Do Role y Calvin Harris.
Poco más de una década tuvo que pasar para que Portishead
lanzara su tercer álbum Third y para que con ello viniera una nueva
presentación en territorio estadunidense hasta la noche del sábado
cuando se presentaron en el festival.
La banda integrada por Beth Gibbons, Geoff Barrow y Adrian Utley, realizó
una interpretación impresionante en la que supo combinar su material
más reciente con aquellos que ya se han convertido en clásicos,
logrando dar evidencias de que han sabido adapatar su sonido a las tendencias
actuales.
Su presentación comenzó con Silence, el primer tema de
su disco Third, al que le siguió Glory Box, de su álbum debut
Dummy (1994).
Durante su intervención, la gente reunida alrededor del escenario
principal no dejó pasar la oportunidad de captar en una fotografía
la histórica presentación del trío que complació
a sus fans con canciones como Sour Times y una nueva versión de
Wandering Star que permitió el lucimiento de Beth Gibbons.
Geoff Barrow, el cerebro creativo de la banda, se lució alternando
entre la batería, las tornamesas y los aparatos electrónicos.
MIA se presentó en Coachella con un set por demás controvertido
con el que ocasionó dolores de cabeza a los organizadores del festival
al arengar a la multitud a subir al escenario con ella.
Recién comenzó su actuación con el tema Bird flu,
la cantante invitó a la gente a que subieran al escenario.
"Queremos ver algunas personas aquí arriba", dijo, provocando
la movilización de unas 50 personas que subieron para bailar con
ella.
El movimiento de gente alertó al personal de seguridad del festival
que trataba de calmar los ánimos encendiendo las luces de la carpa
a lo que obtenían por respuesta una enérgica petición
de MIA quien pedía que se apagaran las luces.
"Quiero regresar a la escena rave del Londres de 1992, así que
si no apagan las luces no sigo con el show", adviritó.
Después de una larga espera las luces se apagaron provocando
gritos de la gente mientras la intérprete continuó con XR2,
Boys y Galang.
MIA culminó su presentación con Sunshowers, Hussel y
Paper Planes.
Café Tacvba y Prince son parte de los principales atractivos
de la jornada sabatina en el festivalINDIO, California.- El festival de
Música y Artes del Valle Coachella culminó sus actividades
la noche del domingo con las actuaciones de artistas como Roger Waters,
My morning jacket, el dueto francés Justice y la banda mexicana
Austin Tv.
Pero antes de ello, durante la jornada sabatina, Café Tacvba
hizo honor a su trayectoria y a la experiencia de los años para
imponer su estilo musical durante su participación, la primera que
realizaron en el escenario principal luego de una trayectoria de casi dos
décadas y con dos visitas previas a Coachella,
El grupo, que ha mezclado consistentemente géneros, saltando
del pop al tecno y al ska, se mantuvo fiel a su estilo pues aunque son
enormemente populares en México, en Estados Unidos, donde han ganado
un Grammy y son comparados con Radiohead y U2, son mayormente apreciados
por críticos y un público reducido, en gran parte porque
cantan en español.
Sin embargo el grupo hizo gala de su dominio escénico para ofrecer
una gran presentación, enormemente variada.
"En Estados Unidos mucha gente espera que las canciones sean cantadas
en inglés", dijo el bajista Enrique Rangel. "Pero esto es California.
Esta es la forma en que este mundo ha evolucionado, ahora existe la oportunidad
de conocer diferentes cosas, propuestas musicales y experiencias de otros
lugares", agregó Rangel.
Por su parte, el tecladista Emmanuel del Real señaló
que los cuatro miembros de Café Tacvba se enamoraron del rock de
muy jóvenes, cuando no sabían lo que decían las letras.
"(La música) te toca, o no", afirmó del Real.
Prince entró al escenario principal en el festival de Coachella
con esas palabras, anunciando su llegada como el artista más esperado
del certamen veraniego.
Poco después de las 23:00 horas del sábado, el camaleónico
cantante apareció en el escenario con pantalones y camisa blancos
y bordados brillantes.
Su actuación, la pieza central del festival de tres días,
fue anunciada apenas hace dos semanas.
Prince covers Radiohead at Coachella Festival
From NME
Coachhela Gallery
Prince surprised the sold-out crowd at Coachella tonight with a cover of
Radiohead's 'Creep', plus The Beatles and Sarah McLachlan covers, as well
as a a mind-blowing selection of his greatest hits.
The purple one's highly-anticipated set on the Main Stage kicked off
around 30-minutes later than scheduled, as a crowd of tens of thousands
anxiously awaited his arrival.
Emerging onstage amid a fog of dry ice, wearing a white tunic and white
trousers, Prince said simply "Coachella, I am here" before launching into
'Jungle Love', joined by Morris Day who took on vocal duties on the track.
In front one of the biggest crowds ever seen at the main stage, he
told the audience "You are the coolest place on earth", before being joined
by another guest Sheila E, who performed her hit 'The Glamorous Life'.
It was 20 minutes in when he kicked off the first of his biggest hits,
with '1999', and went on to perform 'Little Red Corvette', 'Cream' and
'Controversy', among others.
"Look around you. So many different faces from so many different places
all bonded by music. I'm tired of debates," he said before launching into
The Beatles 'Come Together' during which the singer rallied the enormous
crowd to chant "War no more'" between verses,
The audience was nothing short of awestruck at the nine-minute 'Creep'
jam which saw the singer change lyrics slightly to 'Baby I think you're
special', and add in a trademark guitar solo, but in general staying true
to the original version.
The Radiohead cover was followed by a touching version of Sarah McLachlan's
'In The Arms Of An Angel', sung by one of his backing singers, who sang
the track as Prince made a quick costume change into an orange tunic ensemble.
The star-studded crowd watching Prince's set from the packed VIP area
included a veritable motley crue of celebrities including David Hasselhoff,
Melanie Griffith, Steven Tyler, Sienna Miller, Scott Speedman, Jared Leto
and a host of other Hollywood types.
In typical Prince style, he stuck around for an hour after the usual
midnight curfew, and even then he wasn't done.
"They're telling me that we got to go, but I can't leave!" he said
"Coachella, did we have a good time at this party or what? You deserve
it. From now on, this is Prince's house!" before launching into final song
'Let's Go Crazy'.
Prince played:
'Jungle Love'
'The Glamorous Life'
'1999'
'I Feel For You'
'Controversy'
'Little Red Corvette'
'Musicology'
'Cream'
'U Got The Look'
'Shhh'
'Another Lover Holen Yo Head'
'Creep'
'In The Arms Of An Angel'
'7'
'Come Together'
'Purple Rain'
'Let's Go Crazy'
From NME
Roger Waters closed out the final night
of the Coachella Festival (April 27) by performing Pink Floyd's landmark
1973 album 'Dark Side Of The Moon' and unleashing a giant inflatable pig
into the sky.
The legendary performer drew a massive crowd for his main stage headlining
set, which featured two parts.
The first half of Waters' nearly three-hour set featured solo and early
Pink Floyd material, while the second half saw him performing 'Dark Side
Of The Moon' in its entirety as well as Pink Floyd hits from 1979's 'The
Wall'.
Screens with images of fiery cosmos blazed across the stage as he took
to the stage around 8.30pm for the first part of his set which featured
a transcendent performance of 'Shine On You Crazy Diamond' during which
images of late Pink Floyd founding member Syd Barrett were flashed across
the screens.
When Waters launched into Pink Floyd classic 'Wish You Were Here',
thousands of mobile phones and cameras were held aloft in the crowd to
film the performance.
"What beautiful night!" Waters exclaimed. "I always heard this was
a great festival and it is. It's great."
"We're going to play a newish song now," Waters said before introducing
singer Lily Hayden to the stage for a performance of the anti-war track
'Leaving Beiruit' which saw comic strips appear on the screen, the speech
bubbles conveying many lyrics from the track including:
"Don't let the might of the Christian right fuck it up for you and
the rest of the world."
A large inflatable pig emerged onto the stage as he played 'Pigs' from
1977's 'Animals'. Graffiti scrawled on the pig said, "Don't be led to the
slaughter" and "Obama" with checked ballot box next to it. It also contained
illustrations of Uncle Sam holding a cleaver.
The pig was released into the night sky at the end of Waters' first
set.
After a 20-minute intermission, the 64-year-old singer returned to
the stage with a full band and back-up singers who breathed life into 'Dark
Side Of The Moon'.
Elaborate pyrotechnics and old video images livened up the set, which
culminated with a pyramid containing a rainbow prism - made famous on the
album cover - rising above the stage.
Before closing out Coachella, Waters treated the crowd to Pink Floyd
hits 'Another Brick In The Wall' and 'Comfortably Numb', which concluded
with an elaborate fireworks display over the stage. (NME)
VIERNES 25
Jack Johnson
The Verve
Raconteurs
The Breeders
Fatboy Slim
Tegan and Sara
Madness
The Swell Season
The National
Animal Collective
Slightly Stoopid
Mum
Sharon Jones & the Dap Kings
Stars
Battles
Aesop Rock
Midnight Juggernauts
Does it Offend you
Yeah?
Minus the Bear
Spank Rock
dan le sac Vs Scroobius Pip
Diplo
Adam Freeland
Santo Gold
Jens Lekman
John Butler Trio
Vampire Weekend
Dan Deacon
Architecture in Helsinki
Sandra Collins
Busy P
Cut Copy
Black Lips
Datarock
Professor Murder
Reverend and the Makers
The Bees
Porter
Rogue Wave
Modeselektor
American Bang
Lucky I Am. |
SÁBADO 26
Portishead
Kraftwerk
Death Cab for Cutie
Cafe Tacuba
Sasha & Digweed
Rilo Kiley
Dwight Yoakam
M.I.A.
Hot Chip
Cold War Kids
Stephen Malkmus & the Jicks
DeVotchKa
Flogging Molly
Mark Ronson
Turbonegro
Scars on Broadway
Islands
Enter Shikari
Calvin Harris
Boyz Noize
Junkie XL
Cinematic Orchestra
Jamie T
The Teenagers
VHS or Beta
Carbon/silicon
Erol Alkan
Yo Majesty!
Little Brother
Bonde Do Role
St. Vincent
Akron Family
MGMT
Institubes DJs (Surkin
Para One and Orgasmic)
James Zabiela
Sebastian
Kavinsky
Dredg
The Bird and the Bee
Grand Ole Party
New Young Pony Club
120 Days
Yoav
Electric Touch
Uffie |
DOMINGO 27
Roger Waters ("Dark Side of the Moon")
Love & Rockets
My Morning Jacket
Spiritualized
Justice
Gogol Bordello
Chromeo
The Streets
Metric
Danny Tenaglia
Simian Mobile Disco
Booka Shade
Murs
Dmitri from Paris
Autolux
The Field
Linton Kwesi Johnson
Les Savy Fav
The Cool Kids
Sons & Daughters
Sia
Holy Fuck
Black Kids
Black Mountain
The Annuals
Kid Sister w/A-Trak
Man Man
Duffy
I'm from Barcelona
Manchester Orchestra
Deadmau5
The Horrors
Austin TV
Shout Out Louds
Plastiscines
Brett Dennen |
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Coachella 06
por Roberto Garza Iturbide (texto y fotos) / para IndyRock


Un día perfecto
Sin quitar las manos del volante, asomo la cabeza para que el viento
me golpee en la cara. Aun bajando la velocidad a 90 Km. por hora, el impacto
frontal del aire me obliga a cerrar los ojos. Para un día de primavera
en Los Ángeles, el cielo está atípicamente nublado
y el viento sopla frío, aunque en el ambiente se percibe la tenue
humedad de la brisa costera.
Basta un leve movimiento de la muñeca izquierda para ver en
mi reloj que son las nueve cuarenta de la mañana. Empuño
con fuerza el volante, piso el acelerador y observo cómo la aguja
del velocímetro se instala en la marca de los 120 Km. Al cabo de
unos segundos aparece la imagen de una patrulla en la pantalla de mi mente
y en acto reflejo desacelero la máquina para instalarla en el límite
de velocidad permitido en California.
Acabamos de tomar la carretera 10, misma que cruza el Sur de Estados
Unidos de costa a costa, desde Los Ángeles hasta Miami. Estoy feliz
de estar recorriendo una vez más este camino. La tensión
de la manejada desapareció hace varios minutos, cuando mi primo
Felipe tuvo el acierto de poner un disco de los Violent Femmes. Ahora movemos
la cabeza y golpeamos el tablero al ritmo de "Jesus Walking On The Water".
En el condado de San Bernardino, después de haber pasado Riverside,
noto un letrero que indica la salida hacia Inland Empire. Golpeo la rodilla
izquierda de Felipe y se lo señalo.
"¿Qué?, ¿Inland Empire?", responde confundido.
"Así se llama la nueva película de David Lynch", le reviro
sin ocultar la emoción en mi rostro.
Felipe me mira a los ojos, baja el volumen y se arranca con la lección:
"Toda esta región es parte de la filmografía de Lynch. Su
nueva película ocurre en la zona que se ve allá a lo lejos,
en Inland Empire. En las montañas de San Bernardino, por ejemplo,
está Twin Peaks; en Riverside Drive está el famoso Bob's
Big Boy Diner de Toluca Lake, donde (Lynch) comió el lunch durante
siete años seguidos; y más adelante, en Redlands, hay un
motelucho que le sirvió de locación en Lost Highway".
Cuando estamos de viaje solemos ver las cosas de manera diferente.
Los viajantes nos asombramos con este tipo de descubrimientos. Lo que para
Felipe, nacido en Los Ángeles y conocedor de estos caminos, es algo
completamente ordinario, para mi representa un hallazgo muy importante.
La piel de gallina en los antebrazos me indica que es buen momento
para la introspección. Así que cambio el disco de los Violent
Femmes por el Transformer de Lou Reed, prendo un tabaco y dejo volar la
imaginación mientras cruzamos este territorio mágico, inmortalizado
por uno de los grandes genios del cine contemporáneo. Oh it's such
a perfect day, I'm glad I spend it with you...
Éxodo al consumo
Felipe y yo no estamos exactamente turisteando por el Sur de California.
Por amor a la música, y nada más, nos dirigimos rumbo a Indio,
un pueblo de poco más de 50 mil habitantes y 110 campos de golf.
Ubicado en el Valle Coachella del desierto Mojave, a unos treinta minutos
de Palm Springs y bordeado por las majestuosas montañas de San Gorgonio
y San Jacinto, Indio es uno de esos modernos paraísos para el retiro
senil. Es un pueblo repleto de gente mayor, bien adinerada, de esa que
se puede dar el lujo de comprar una residencia con alberca y vista doble,
una hacia el campo de golf y otra a las dunas, y cuyo precio es superior
a los 750 mil dólares.
La apacible y soleada vida de Indio, sin embargo, se transforma radicalmente
cada año durante el último fin de semana de abril. Esto ocurre
desde la primavera de 1999, cuando un grupo de entusiastas promotores del
rock independiente organizó el primer Festival de Música
y Arte del Valle de Coachella. Y precisamente hoy, sábado 29 de
abril, inicia la séptima edición del ya famoso festival Coachella,
el más grande e importante encuentro musical del continente Americano.
Así que durante las próximas horas, Indio recibirá
a más de 100 mil jóvenes amantes de la música, procedentes
de todos los estados de la unión americana y de alrededor de 50
países; entre ellos, por supuesto, a este par de acalorados
melómanos, que además del gusto por la música los
une el apellido paterno.
Cuando el reloj marca las 12 horas nos encontramos atrapados en una
larga fila que avanza lentamente a lo largo de Indio Blvd. La combinación
del bióxido de carbono con el infame calor del desierto me provoca
dolor de cabeza. Felipe, siempre acertado, mete la mano bajo el asiento,
me pasa una botella de agua y desliza el Revolver de los Beatles en el
estéreo. Minutos después, ya con la garganta fresca y la
mente despejada, cantamos "Good Day Sunshine" a todo pulmón.
El festival Coachella se lleva a cabo en un verdadero oasis: los campos
de polo Empire, una extensión de más de 70 acres de campos
perfectamente empastados, pero no con pasto común y corriente, sino
con uno genéticamente modificado (resistente como si fuera sintético
y a la vez suave como el de un green) para soportar el galope de los caballos.
Una delicia para los pies descalzos.
Hacia la una de la tarde, una vez que estacionamos el carro, iniciamos
la tortuosa caminata hacia las puertas de acceso. Bendito sol del desierto
que con tu inclemencia desprendes la ropa de los cuerpos femeninos. Miles
y miles de jóvenes avanzan por este inmenso estacionamiento ¿Qué
extraña fuerza los motiva? Las caminatas en el desierto me hacen
pensar en los éxodos bíblicos; pero en este caso, si me permiten
una analogía sin tintes religiosos, somos como un pueblo de modernos
esclavos del consumo que buscamos, lejos de la liberación física
o de la conciencia, la confirmación de nuestra absoluta dependencia
de los productos que nos ofrece la industria de la música y el entretenimiento.
Si hay una fuerza superior que mueve a este río de gente, esa es,
sin duda, la fuerza del consumo.
Osama censurado
Una de las grandes ventajas del oficio periodístico es que,
si estás debidamente acreditado, puedes entrar directamente al festival
por los accesos de prensa y así evitar las largas colas y la exhaustiva
revisión a la que te someten en las puertas de ingreso general.
El trato y la atención a la prensa, hay que decirlo, es tan cordial
y eficiente que te pone de muy buen humor.
En punto de las dos y veinte me encuentro con Héctor Martínez,
promotor en jefe del sello discográfico Epitaph, quien me presenta
a Toby Martin y Danny Allen, vocalista y baterista de la banda australiana
Youth Group. "Ok, Roberto, tienes 20 minutos para platicar con Danny",
suelta Héctor.
A principios de abril Youth Group encabezó las listas de popularidad
de Australia y su disco, Skeleton Jar, se ha vendido muy bien en Estados
Unidos. De la charla con Danny destaco un pasaje que me parece bien divertido,
aunque para los miembros de la banda haya sido un tanto incómodo.
Resulta que llevan más de un mes en Los Ángeles preparando
su nuevo disco, Casino Twilight Dogs, el cual saldrá a la venta
este verano. En el Myspace de la banda, el bajista Patrick Matthews escribió
que ya tenían las 14 canciones del disco nuevo y que habían
decidido eliminar, por obvias razones, una pieza llamada "Osama".
En teoría, esta información no se debió haber
publicado, pero al parecer a Matthews se le fue la onda y subió
el dato a Internet sin que los demás miembros del grupo lo supieran.
Aún recuerdo la cara de asombro de Allen cuando le pregunte por
"Osama". "¿Cómo sabes eso?", me reviró perplejo. "Simplemente
lo sé". E insistí "¿Qué pasó con Osama?".
"Lo que pasa", explicó Danny, "es que a Toby (Martin) le pareció
políticamente incorrecto incluir esta canción. Es un tema
muy sensible en este país, sabes, y no queremos que se nos malinterprete".
Momentos después, mientras les tomaba unas fotos, Danny le comentó
algo al oído a Toby y éste dirigió una mirada flamígera
a Patrick Matthews. La cosa se puso tensa cuando Toby le reclamó
la imprudencia a Matthews, quien palideció al instante y se limitó
a guardar silencio.
Lo mejor de todo es que esa misma noche desapareció misteriosamente
el párrafo en el que Matthews se lamentaba por la decisión
de haber descartado a "Osama" del nuevo disco. Me pregunto si algún
día la escucharemos. Según Danny: "Sí, es probable
que la grabemos en un futuro, ¿por qué no?". Según
Toby: "Esa canción ni siquiera existe".
Shuffle
Coachella es como un iPod gigante funcionando en shuffle. En dos días
se presentaron 93 bandas, distribuidas en 5 escenarios, en un rango de
horarios que inicia a mediodía y termina a medianoche.
En esta edición, los organizadores armaron un programa bastante
ecléctico en cuanto a géneros. El cartel incluyó desde
la superestrella del hip-hop Kanye West, la reina del pop Madonna, los
parisinos Daft Punk, Depeche Mode, Tosca y el maestro de la electrónica
Paul Oakenfold, hasta el rock pesado de Tool y Wolfmother, pasando por
toda una gama de bandas indie como Franz Ferdinand, Yeah Yeah Yeahs, My
Morning Jacket, Editors, Clap Your Hands Say Yeah y Sleater-Kinney, así
como el neohippie Devendra Banhart, los ritmos reggae de Damien Marley
y el rabino Matisyahu, las voladeras de Animal Collective y Sigur Ros y
el implacable sonido post-rock espacial de Mogwai. Hubo de todo y para
todos.
El hecho de que la gente se mueva sin cesar de un escenario a otro
es prueba de la diversificación en los gustos musicales de la juventud
actual. Con una facilidad antes inconcebible, los jóvenes de la
generación download brincan de una tocada de hip-hop a una de electro
punk británico, luego se avientan una dosis de heavy metal australiano,
algo de folk rock del mero Kentucky y de ahí se van a bailar un
rato en la carpa de música electrónica.
¿Qué está sucediendo? ¿Cómo pueden
aplaudir con tanta euforia a los radicales Scissor Sisters después
de haber bailado al ritmo que marca Madonna? ¿Qué pasó?
Pero así es la onda en los tiempos de la revolución digital.
Unas canciones de este grupo, otras dos de aquel, una probadita de aquello
y todos contentos.
El concepto álbum, aunque duela decirlo, se desvanece del imaginario
juvenil ante la inmediatez de una oferta tan amplia y accesible. Canciones,
la banda moderna sólo quiere escuchar canciones; y ver, aunque sea
a probaditas, la mayor cantidad de grupos hasta terminar física
y mentalmente exhaustos. Y al final del día son pocos los que recuerdan
con precisión todo lo que vieron y escucharon durante las últimas
doce horas. Coachella es la quintaesencia de una tendencia del consumo
desmedido y poco razonado de la música pop.
Rock, rock, rock
"¡Wow, Jesús, esto si que estuvo intenso!", grita en inglés
un sudoroso teenager mientras se abre paso entre una multitud visiblemente
tocada por el poder metalero de Wolfmother.
En un momento de esta inolvidable tocada tuve una regresión
de unos veinte años. Recordé el día que me inicié
en el rock pesado, esa memorable velada cuando mis primos mayores me llevaron
al legendario concierto de la gira Live-Evil de Black Sabbath en Los Ángeles.
Wolfmother me hizo revivir tan buenos tiempos que por un momento sentí
ganas de llorar. Pero lo mejor de todo fue percibir la euforia de Felipe,
quien a sus 19 años gozó cada instante del show con una pasión
extraordinaria. La tradición familiar, pensé, se mantiene
viva.
Wolfmother conectó como pocas bandas con su público,
conformado en su mayoría por 3 generaciones de metaleros, desde
chavitos enclenques de 15 años hasta veteranos de 50, esos maravillosos
roqueros de barba, melena y gafas oscuras, siempre enfundados en camisetas
negras sin mangas y con los brazos repletos de tatuajes.
Tras la sacudida sentimental de Wolfmother, y cinco minutos antes de
que los neoyorquinos Clap Your Hands Say Yeah hagan acto de presencia en
la carpa Mojave, que a estas alturas de la tarde concentra el calor como
un temascal morelense, me instalo en la privilegiada sección para
fotógrafos, justo al borde del escenario.
Tenía que verlos en vivo y tan de cerca. Su público los
adora, en particular las chicas que no se limitan con los gritos, aplausos
y piropos al vocalista Alec Ounsworth.
Clap Your Hands Say Yeah es un claro ejemplo de la transformación
que actualmente sufre la industria de la música. Se dieron a conocer
por la vía libre en Internet, sin el apoyo de ningún sello
discográfico, y pronto se convirtieron en todo un fenómeno.
Y así, libres e independientes, ellos mismos produjeron y editaron
su primer disco, el cual se ha vendido como pan caliente.
Este concierto, repleto y con un público entregado al cien,
es muestra fiel de que una banda (siempre y cuando los músicos sean
tan buenos como estos maestros) puede lograr el éxito sin la penosa
necesidad de hacer años de antesala y tocar mil puertas en las discográficas.
La tecnología de la información al servicio de la música.
Aplausos, sonrisas y ¡Yeah!
Cargado de energía y con el alma iluminada, dejo la carpa Mojave
y avanzo de frente al sol con dirección al Outdoor Theatre, donde
a las 5:55pm está programada la participación de My Morning
Jacket, una banda formada hace ocho años en Louisville, Kentucky,
y que a la fecha ha publicado cuatro extraordinarios discos.
Su primer álbum, The Tennessee Fire, es una onda folk rock que
pone de manifiesto la influencia campirana en su música. En el disco
más reciente, titulado Z, la banda logra un sonido rock mucho más
elaborado -con una producción a cargo de John Leckie-, que incluye
el uso de sintetizadores y pequeñas dosis de reggae y dub.
Z apareció en la mayoría de las listas de los mejores
álbumes del 2005, y este año My Morning Jacket será
la banda telonera de la gira de Pearl Jam.
Jim James, vocalista y guitarrista, tiene la pinta de un granjero de
Kentucky, con esa cabellera rubia alborotada, algo esponjada por el calor,
y una barba casi pelirroja. Si este compa se pusiera un overol de mezclilla
y se montara en un tractor, fácil podría pasar por uno de
esos agricultores sesenteros del profundo gabacho.
My Morning Jacket dio un conciertazo. Los músicos se entienden
de maravilla, dan las notas con tal precisión que por un instante
dudé si estaban tocando en vivo, y, lo más importante, salieron
relajados y dispuestos a divertirse.
El público, por supuesto, se los agradeció con sendas
ovaciones. La banda respondió con las rolas que el respetable ansiaba:
"Off The Record" y "Gideon". Y para cerrar con broche de oro, se aventaron
una deliciosa pieza folky de la mera campiña de Kentucky.
Rastaman vibration
Conforme el clima refresca el ambiente se calienta. Durante un crepúsculo
por demás elevado, el mismísimo hijo de Bob Marley, Damien
Jr. Gong, contagió de vibraciones positivas a una multitud que no
dejó de sacudir el bote durante una hora al ritmo del mejor reggae
jamaiquino.
"We don't need, no more trouble" coreaban miles de gargantas mientras
Damien agradecía a Jah con los brazos al frente y las palmas de
las manos apuntando hacia un bellísimo sol que se negaba a desaparecer
detrás de las montañas de San Jacinto.
La tarde del sábado, la bandera de Jamaica ondeó con
el orgullo del León de Judá y el legendario discurso del
dictador etiope Haile Selassie hizo eco en las conciencias de un público
sensibilizado por las bondades del canabis.
Si me dejan dar un sutil brinco en el tiempo y el espacio, me transporto
al Coachella Stage a las 4:45pm del domingo 30 de abril, donde se presentó
un personaje tan peculiar como talentoso: el rabino Matisyahu. Si acaso
es cierto que los judíos etíopes llegaron a Jamaica como
esclavos y con el tiempo fundaron la religión Rastafari, Matisyahu
es la feliz prueba de la ancestral relación que existe entre judíos
y rastas. Este hombre, formado en la ortodoxia judía, hace un reggae
tan cadencioso y original que hasta la banda roquera que esperaba el turno
de Sleater-Kinney se puso a bailar.
Música para las masas
El estado de las cosas cambia al caer la noche. La visibilidad se reduce,
las sustancias circulan, los ánimos se prenden y las conciencias
se alteran. A las 8:15pm se escucha un prolongado ¡woooouuuu! en
el Coachella Stage. La banda británica Franz Ferdinand acaba de
salir al escenario.
Felipe quiere verlos, así que nos colocamos a sana distancia,
en un lugar estratégico en la sección vip, la cual a esta
hora es un gigantesco bar en el que el Red Bull con vodka fluye en cantidades
industriales. Nosotros nos conformamos con un par de chelas bien frías.
Franz Ferdinand no me sorprendió. Con ello no quiero decir que
hayan ofrecido un mal concierto, pero la verdad es que su material es cartucho
quemado. Que me disculpen los fans de esta banda, pero su sonido en vivo
es tan monótono que en plena "Walk Away" me tuve que lanzar por
una bebida energética para no caer en los brazos de Morfeo.
Minutos después, al llegar al Outdoor Theatre, me di la arrepentida
del festival al caer en cuenta que la tocada de los Eagles of Death Metal
estaba a punto de terminar. "Ni modo, pues", le dije a Felipe, "vámonos
a Depeche".
Depeche Mode cumplió. Y ya. Tocaron su nuevo material, la gente
les aplaudió, cantó a coro con ellos, pero los ingleses no
lograron conectarse con un público que esperaba mucho más.
Fue hasta el final cuando complacieron a los fans de antaño con
un encore de hits que causo una efímera algarabía entre los
miles de nostálgicos que se aguantaron más de hora y media
para cantar "Never Let Me Down Again".
Aunque lo intentamos, no tuvimos la paciencia de los diletantes ochenteros
y antes de que terminara el encore de Depeche nos descolgamos a la carpa
Gobi para disfrutar el sonido electrónico de Tosca y luego rematar
la jornada sabatina en el portentoso show de Daft Punk en la lisérgica
carpa Sahara. ¡Wow!
Desazón y magia
El diario local, The Desert Sun, cabeceó así su primera
plana del domingo: Tune in Indio. La nota, ilustrada con una foto a doble
columna de Kanye West, destaca la entrada de 60 mil personas el sábado,
nuevo record de asistencia en Coachella, y anuncia que el día de
hoy se espera a otros 70 mil jóvenes.
En los dos días, escribe el reportero con maestría en
matemáticas, Coachella habrá vendido alrededor de 130 mil
boletos, lo que representa unos 13 millones de dólares de ingresos,
sin contar la renta del espacio para acampar y la lucrativa venta de agua,
chelas y todo tipo de recuerdos y chunches de colección.
La mala noticia, continúa el también experto en meteorología,
es que se esperan temperaturas de tres dígitos en grados Fahrenheit,
lo que en centígrados se traduce en un infernal promedio de 39 grados
en la sombra.
Después de un desayuno calibre diputado, apresuramos el paso
para llegar a tiempo en la tocada de los australianos Youth Group y retratarlos
mientras tocan en vivo.
A la una y diez de la tarde, con el sol en lo alto de un cielo completamente
despejado, Youth Group se paró en el Coachella Stage ante no más
de dos mil jóvenes que aguantaban el calor con estoicismo.
Youth Group arrancó relativamente bien, siguiendo el orden de
los tracks de su único disco: "Shadowland", "Skeleton Jar" y "Lilian
Lies". Pero a partir de la cuarta pieza empezaron los problemas. Fuera
de estas tres canciones, esta banda no tiene nada más que ofrecer.
La cara de angustia del vocalista Toby Martin al ver que la gente se
retiraba me provocó una profunda tristeza. Pero estoy seguro de
que en un futuro cercano lo harán mucho mejor. Por ahora, Coachella
les quedó grande.
La desazón desapareció rápido cuando me presentaron
a Romeo Stodart, un gordito bonachón de barba y pelo largo que tiene
la gran virtud de ser el vocalista de los Magic Numbers. Este hombre tiene
una sonrisa extraordinaria. Proyecta pura buena onda y eso se ve reflejado
en su música.
Momentos después, hacia las tres y media de la tarde, los Magic
dieron uno de los mejores conciertos del festival en el Coachella Stage.
Esta banda es capaz de poner de buen humor hasta a Cuauhtémoc Cárdenas.
La hermana de Romeo, Michele Stodart, se dio vuelo en el bajo con tal soltura
que por momentos parecía que levitaba.
Además de las piezas de su disco debut, los Magic Numbers nos
dieron unas probaditas de su nuevo material, con lo que dejaron bien claro
que en el próximo disco mantendrán la línea retro
hippiosa con tintes folk que tan buenos resultados les ha dado.
Viaje interestelar
Después de las escalas obligadas en las tocadas de Bloc Party,
los sorprendentes Wolf Parade, y los esperados Yeah Yeah Yeahs (pese al
feedback del micrófono, suenan mejor en vivo que en disco), nos
colocamos en las primeras filas de la carpa Mojave para ver a los Editors,
una banda indie de Birmingham, cuyo vocalista, Tom Smith, se contorsiona
como el inolvidable (y epiléptico) Ian Curtis de Joy Division.
Los Editors tocaron su disco debut, The Back Room, ante una audiencia
que poco a poco se fue haciendo menos ante la cercanía del show
de Madonna. Los que nos quedamos, por ahí de unos 5 mil, constatamos
el talento y la calidad musical de estos jóvenes ingleses, que,
por cierto, no le piden nada a los neoyorquinos Interpol, con quienes suelen
compararlos.
¿Madonna? No gracias. Mejor vamos a ver al demonio, al gremlin,
al espíritu maligno, a la banda escocesa Mogwai.
Como buena parte del público, nos apoltronamos en el pasto boca
arriba, con la mirada clavada en las estrellas y nos dejamos ir en un viaje
interestelar con esa mezcla de pots-rock y art-rock con metálicos
matices espaciales.
En un momento del concierto, me alejo unos 100 metros del escenario
y noto que los batacazos vehementes de Martin Bulloch suenan como si estuviera
a unos cuantos pasos de distancia. Bulloch le tunde con tal fuerza que
el mismo John Bonham se queda corto. Mientras el baterista descarga su
furia, los guitarristas Stuart Braithwaite y Dominic Aitchison abren oscuros
canales de distorsión y buscan el feedback moviendo sus guitarras.
Stuart expande las notas mientras Dominic se deja ir con un riff que crece
en intensidad. De pronto bajan el estado de ánimo de la rola hasta
niveles inaudibles e instantes después la explotan con una descarga
sónica que hace brincar a más de un despistado.
"Ahora sí," le digo a Felipe, "el viaje valió la pena".
Mogwai en vivo, como el mismo festival Coachella, es toda una experiencia.
Hacia la medianoche, después un shuffle entre Tool, Scissor
Sisters y Art Brut, tomamos la carretera 10 de regreso a Los Ángeles.
Físicamente agotados, decidimos no dirigirnos la palabra hasta el
día siguiente. Felipe, en otro gran acierto, puso un disco de Godspeed
You Black Emperor! que, no sé por qué diablos, me hizo pensar
en el boicot y la marcha del 1 de mayo en Los Ángeles. "Hay que
apoyar a los inmigrantes, primo", solté de repente. "Claro", pero.
"¿de veras no vas a comprar ningún disco mañana?"
Un "iPod" llamado Coachella
por Roberto Garza Iturbide / para IndyRock
Junio 2005
Imágenes, web oficial www.coachela.com
A Indio, pueblo de 50 mil habitantes enclavado en el Valle Coachella del
desierto Mojave, en el sur de California, sólo se va a dos cosas:
a pasar un opulento fin de semana en algún casino, campo de golf,
críquet o polo, o a rockanrrolear en el Coachella Valley Music and
Arts Festival.
Según cifras oficiales, Indio recibe 500 mil visitantes al año,
es decir, 10 veces el total de su población. Tan sólo en
los 2 días que dura el festival de rock llegan alrededor de 100
mil, en su mayoría jóvenes que le caen de todos los rincones
de Estados Unidos y Canadá, así como de México, Europa
e incluso de Japón y Australia.
En su sexta edición, celebrada los días 30 de abril y
1° de mayo de este año, el Festival Coachella reunió
a 90 bandas de primera línea de todo el mundo y, según reportó
el Departamento de Policía de Indio, a más de 110 mil espectadores,
entre ellos, seis melómanos irredentos que hicimos el viaje desde
la ciudad de México.
En punto de la media noche del viernes 29 de abril, tras una acalorada
discusión sobre la importancia de The Police en la historia del
rock, salimos de un pintoresco bar en la avenida Sunset, en Hollywood,
abordamos la camioneta Voyager blanca rentada y tomamos la carretera interestatal
10 con dirección al Valle Coachella.
Llegamos a Indio a eso de las 2 de la mañana del sábado
30, primer día del festival, y obvio, no encontramos hotel con cuartos
disponibles. Así que nos regresamos por la misma carretera hasta
San Gorgonio, pueblo de una calle. Nos detuvimos frente a un anuncio iluminado
por un marco de luces de neon, en el que se leía: "Hotel La Hacienda.
Swimming pool & Spa". Suena bien ¿no?, sobre todo a esa hora
de la noche. Bajamos dos de la camioneta y el viento helado nos hizo correr
a la recepción. Timbramos 3 veces y nada. Repetimos el llamado hasta
que apareció un chino de unos 50 años y con cara de pocos
amigos, dueño del hotel, por cierto, quien, medio dormido, asintió
con la cabeza cuando le preguntamos si tenía cuartos disponibles.
"Queremos 2 habitaciones dobles". "Sí, muy bien", respondió
con ese acento cortado para luego soltar el cañonazo: "Son 90 dólares
por cuarto esta noche, 150 por la del sábado y 80 por la del domingo".
"Jijo de la chi.", pensé, antes de sonreír y decirle: "Está
bien, los tomamos".
Sólo el cansancio nos permitió soportar el olor a insecticida
de las sábanas ¡Qué noche! Total, en la mañana
salimos lo antes posible de aquel motelucho, no sin antes deleitarnos un
rato con la vista de las Montañas San Jacinto y pasar revista a
la publicitada alberca. Estaba vacía, mosqueada y con una plasta
de lama apestosa en el fondo; y el Spa, ¿cuál Spa?, no había
tal. Ahora que lo pienso, el chino nos timó.
Pero todo cambió después de la visita al Dennys. Tres
huevos revueltos con papas, tocino, café, leche, jugo de naranja
y unos panqueques esponjosos (así se lee en la carta) cubiertos
de mantequilla y miel. Ahora sí, se escuchó, "pásenme
el Desert Sun.y un tabaco, por favor". Ya en la camioneta, en pleno letargo
post desayuno, cual alucine quijotesco apareció en la trasloma un
ejército de cientos de hélices gigantes, de esas que generan
energía eólica (creo haberlas visto en la cinta Koyaanisqatsi,
¿o fue en Powaqqatsi?). "¿Cuál Viejo Oeste?, ¡esto
es primer mundo!", dijo un compa periodista emocionado por el espectáculo.
Llegamos a los campos de polo Empire -una extensión de varios
acres perfectamente empastados- donde se lleva a cabo el festival, a eso
de las 2 de la tarde, un par de horas después de iniciado el primer
concierto. Como ya mencioné, en la edición de este año
el cartel de Coachella incluyó a 90 bandas, así que no hubo
falla por habernos perdido unas cuantas tocadas del principio. Total, haciendo
cálculos, lo más que se puede ver en los dos días,
y eso con buena condición física, son 30 bandas.
El primer reto del día fue la caminata bajo el sol del desierto
desde el estacionamiento a la entrada del festival. El segundo reto, no
menos complicado, fue mantener la cordura ante los cientos de cuerpos femeninos
que, apenas cubiertos por un bikini, se abrían paso entre la sudorosa
multitud.
Una vez adentro, y con el respectivo brazalete que acredita a la prensa
e invitados especiales, nos dirigimos a la privilegiada sección
"vip" -un apartado con carpas, salas y venta de alcohol donde se reúne
la supuesta crema y nata de la escena rock-. Sí, aunque suene pedero,
en Coachella hay una sección que separa a "los importantes" del
resto de los mortales. "Una Heineken, por favor". "Son 7 dólares".
Ni modo, pues, con ese calor pago hasta 100 pesos por una chela bien fría.
Ahora sí, a festivalear.
Nos infiltramos en la masa de gente y, mientras decidíamos la
ruta a seguir, comprendí la psicología de la llamada generación
iPod. Tal es la oferta de música en el festival que los fans tienen
que picarle al shuffle biológico para brincar de un escenario a
otro y así poder ver a la mayor cantidad de grupos posibles.
Coldplay
El programa se distribuyó en 5 escenarios, equipados con la
más alta tecnología en audio y alimentados por millones de
watts. El principal es el Coachella Stage, que consta de escenario, pantallas
gigantes y un espacio abierto con capacidad para unos 25 mil individuos
parados. En él se presentaron las bandas más famosas: Bauhaus,
Coldplay, New Order y Nine Inch Nails. En los dos siguientes, el Outdoor
Theatre y el Mojave, con menor capacidad, se presentaron las bandas indie,
hard, punk y electro-punk. Otro escenario, la Gobi Tent o carpa Gobi, sirvió
básicamente para los grupos de hip-hop y rap. Y el último,
modesto en cuanto a tamaño pero animado como ninguno, la lisérgica
carpa Sahara, incluyó pura música electrónica. Como
podrán apreciar, la oferta musical fue de lo más ecléctica.
Con la ayuda de unos polípticos con la programación detallada,
armamos una ruta para ver a las bandas que nos interesan. Arrancamos con
los daneses The Raveonettes en el Coachella Stage, luego nos seguimos con
los voladores M83 en la carpa Gobi y de ahí a la primera sorpresa
del día: The Kills, en la carpa Mojave.
The Kills son un dúo anglo-estadunidense de guitarra eléctrica
y voz que se apoyan en bases de bajo y batería pregrabadas. Minutos
antes de que iniciara el toquín, la carpa Mojave comenzó
a elevarse, claro, en el sentido figurado, al tiempo que miles de jóvenes
con gafas oscuras y melenas alborotadas se apretaban en la zona de sombra.
Una carretada de aplausos, acompañada de algunos ¡wooouuuu!
femeninos, se apoderó del lugar cuando la vocalista Alison Mosshart
apareció en escena. The Kills es una banda poderosa, dura, minimalista,
pero que no rebasa la línea de la insanidad auditiva. El guitarrista
Jamie Hince es un master. En un momento se colocó la guitarra al
hombro en posición de tiro, apuntó al horizonte y soltó
una ráfaga sónica que creció en intensidad durante
varios segundos, mientras Alison se contorsionaba y agitaba la negra mata
frente al amplificador. De las primeras filas, se escuchó un grito
delirante: "Alison, you're so hot!. yeahhhh". Este power dúo acaba
de lanzar su tercer disco, No Wow.
Después de ver a The Kills flotamos a la carpa Sahara, donde
el ex Janes Adiction, Perry Farrell, bajo el seudónimo DJ Peretz,
guiaba el viaje de miles de chavos bien entachados. Si uno se coloca como
simple observador, a sana distancia, resulta un verdadero espectáculo
ver como baila esta banda. Están muy, pero muy clavados en su rollo.
Del trance brincamos al Outdoor Theatre para ver a Razorlight, otra
tocada de altura y con una audiencia superior a los 10 mil. "Más
cerveza, que me seco", demandó mi compa fotógrafo. De camino
al bar vip, nos topamos con la tocada de Keane. Entre la masa que no deja
de moverse, se escucha una voz quejosa: "¿Qué es esto que
suena a Coldplay?" "¿Es Keane, a poco no te gusta?", le preguntan.
El quejoso alzó los hombros y dijo que "no" con un suave movimiento
de cabeza.
Un par de Heineken bien frías (única marca disponible)
y nos encaminamos al concierto de Stereophonics en la carpa Mojave. Aunque
ya los había escuchado, debo aceptar que esa tarde los descubrí.
Fue un encuentro tardío, pero válido al fin de cuentas. En
verdad son muy buenos en vivo y su disco nuevo, Language. Sex. Violence.
Other?, suena de maravilla.
Algo que llamó nuestra atención es que la gente no deja
de moverse en ningún momento; son ríos de fans que fluyen
por estos enormes campos, de un escenario a otro, en un constante ir y
venir. Y ahí vamos nosotros, entre los rockeros clásicos
de cabello largo y piel tatuada, entre la chaviza rubia bien colocada,
entre los darketos, los pálidos enclenques, los estrambóticos,
las exhibicionistas, los nerds del rock, los rastas, los veteranos de barbas
al pecho y panza de cheleros, en fin, entre toda la fauna rockanrrolera.
Otro tema interesante es la cantidad de teléfonos celulares que
se utilizaron como cámaras digitales. En todas las tocadas se observaron
cientos de manos alzadas cazando imágenes con estos maravillosos
aparatos que, sobra decirlo, son parte fundamental de la indumentaria juvenil.
Un fenómeno de la era digital.
Mientras disfrutaba de uno de los crepúsculos más volados
que he visto, escuché una voz conocida en las bocinas del Outdoor
Theatre: "Vamos a divertirnos como si nadie hubiera bombardeado Irak".
Era Rubén Albarrán, el vocalista de Café Tacuba, que
apenas calentaba motores antes de iniciar el show que puso a bailar a cientos
de güeritas bien petateadas que no entendían nada, pero que
tararearon "La chica banda" y ¡"Eres"! En la tocada de Café
Tacuba me di cuenta que habíamos un montón de mexicanos en
el festival. Como era de esperarse, la banda sacó a relucir el cobre
(en el buen sentido, claro). En ningún otro concierto se gritaron
tantas ocurrencias, ni se bailó a brincos desenfrenados, ni se fumó
tanta hierba, ni se pidió a coro "otra, otra, otra, otra." Y sólo
Café Tacuba se atrevió a romper las reglas sajonas de la
puntualidad para aventarse un encore fuera de su tiempo.
Cayó la noche y vimos a Weezer, uno de los platos fuertes. Pero
lo cierto es que nos metimos a Weezer para conseguir un buen lugar para
ver a Bauhaus. Llegamos hasta adelante, un poco cargados a la derecha del
escenario. Silencio, aire frío, un rumor de graves que crece, estrobos
de luces blancas que ciegan y. Peter Murphy aparece colgado de los tobillos,
con la cabeza colgando a un metro del piso, como un vampiro, vestido de
negro y con los brazos cruzados al pecho. Así, de cabeza, ("Downside
Up", diría con fina ironía Peter Gabriel) interpretó
el clásico "Bela Lugosi's Dead". Una tocada inolvidable. Genial.
Tras ver a Bauhaus, el concierto de Coldplay fue una nimiedad. Pan
con lo mismo, dirían en la tele. Sensiblería para las masas,
llanto para los sufridos, mermelada de fresa. X & Y, el nuevo disco
de Coldplay, es la típica receta del brit pop romántico aderezada
con líricas lacrimógenas, aunque, hay que aceptarlo, para
nada baratas. Unas cuantas rolas de las estrellitas del festival y huimos
a la carpa Sahara para bailar al ritmo de los Chemical Brothers.
La noche terminó excelsa, hasta que llegamos al tugurio del
chino. Fatigados, abrimos la puerta y sorpresa: el cuarto estaba como lo
dejamos en la mañana; las camas sin hacer, el baño empapado,
sin toallas limpias y el aroma a insecticida barato. "!Maldito chino! 150
dólares y mira el cuarto", explotó un compa.
A la mañana siguiente, domingo 1° de mayo, el diario local
The Desert Sun le dedicó la primera plana al festival con una foto
panorámica en la que se aprecia una multitud en el Coachella Stage.
"Coachella keeps it cool", cabecearon a ocho columnas. En Indio, un pueblo
en el que sólo pasa el viento, la llegada de más de 100 mil
rockeros es noticia de primera.
Otro desayuno bomba en Dennys, media hora de camino a Indio, otra media
hora de tránsito y otra más de caminata. Por más que
apresuré a los amigos, nos fue imposible llegar a la tocada de Gram
Rabbit, una banda local, del mero desierto Joshua Tree, cuyo primer disco
Music To Start a Cult To es un fenómeno regional. Ni modo, arrancamos
con Kasabian y luego M.I.A., esta última, una casi desconocida pero
muy talentosa joven nacida en Sri Lanka con un sólo disco grabado,
Arular. M.I.A. (Maya Arulpragasm) presentó todo su repertorio en
50 minutos, una suerte de tecno-dub rapeado que hipnotiza a cualquiera.
Después le dimos rienda suelta al shuffle, brincando del tecno-dance
de Miss Kittin al impecable sonido rock de los canadienses The Arcade Fire
y de ahí a Gang of Four. Unas chelas en el bar vip, donde, según
el reportero del Washington Post, andaban Cameron Díaz, Johnny Depp
y otras luminarias de Hollywood. Por supuesto que no nos quedamos a averiguarlo,
ya que teníamos que acercarnos al Coachella Stage para ver a New
Order. Debo afirmar que, después de Bauhaus, el de New Order fue
el concierto que más me gustó, aunque la versión pop
que tocaron de "Love Will Tear Us Apart", (pieza fundamental de Joy Division),
más que emocionarme, me robó una sonrisa.
A New Order le siguió Nine Inch Nails. Algunos compañeros
de la prensa, en particular un japonés de pelos blancos y ropas
negras ajustadas, se cortaban las venas al defender a Trent Reznor y su
nuevo material. Cuestión de gustos.
Soportamos unos 40 minutos de N.I.N y huimos al Outdoor Theatre para
ver a una banda que le traía muchas ganas. Se llama The Faint y
hacen una mezcla de new wave y electro-punk tan buena que me hizo brincar
como chapulín entre una masa de teenagers que se metían de
todo. Para mí, una de las mejores presentaciones del Coachella 05.
De camino al hotel, el lugar común se apoderó de nosotros:
¿Cuál es tu Top 5? ¿De veras te gustó Nine
Inch Nails? ¿No viste a Fantomas? ¿A Mercury Rev? En fin,
las preguntas que 100 mil rockeros se debían estar haciendo en ese
preciso instante, mismas que provocaron apasionadas discusiones camineras.
En lo único que estuvimos de acuerdo fue en que Coachella es una
experiencia que se tiene que vivir cuando menos una vez en la vida y en
que nunca, por ningún motivo, nos volveremos a hospedar en La Hacienda,
de San Gorgonio.
El lunes, después de abandonar el cochino motelucho, comparar los
periódicos y empacarnos unos panqueques esponjositos con mucha miel,
tomamos la interestatal 10 con destino a Los Ángeles y escalas obligadas
en las estaciones Amoeba Records, Virgin Records y Tower Records. Había
que gastarse los últimos dólares antes de regresar a la cruda
realidad.
http://www.coachella.com/
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