VARSOVIA 2009
BUNBURY, SOÑAREMOS... CON AQUEL SUEÑO
JAVIER VERSIÓN CASTRO * INDYROCK / TEXTO Y FOTO
18:30 de la tarde. Acabo de llegar a Varsovia y me dispongo a
tomar el autobús 175 que en esta ocasión no me dejará en el
aeropuerto F. Chopin sino cerca del Klub Proxima, un local que
me retrotrae al principio de mi periplo de conciertos
varsovietas y mi andadura por Polonia. Pero hoy no escucharé a
los selectos Anathema, ni a los veteranos Living Colour, ni a
ninguna banda emblemática inglesa o estadounidense. Hoy toca
Enrique Bunbury, según el castizo cartel que anuncia el
evento: “Cantante que lideró el mítico grupo de rock Héroes
del silencio” Cierto, y algunos privilegiados tuvimos la
gran suerte de degustarlos en su efímera reunión de 2007, en
mi caso además en Zaragoza, ciudad natal, asumiendo que
aquella vez era la última vez. No, no nos equivoquemos, el
aragonés errante, uno de los pocos artistas completos que
tiene nuestro país, no ha venido a Polonia en calidad de líder
del mejor y más internacional conjunto roquero español de
todos los tiempos, y sí como lo que es ya desde hace muchos
discos (tantos o más que los que editó con Héroes), Enrique
Bunbury, músico polifacético en constante evolución, de
incontables caras, todas las que el arte ofrece.
A pocos minutos de que den las siete recorro los accesos que
me llevan hasta el Proxima, todo un ritual para llegar al
primer Club que descubrí cuando Varsovia empezaba a ser fría,
mi penúltimo concierto aquí, último en esta ciudad; en cierta
manera, así lo siento, estoy también acabando otro trayecto,
el de mi paso por un lugar llamado Polonia. Por sorprendente
que parezca, si algo me llamó la atención de su capital,
tópicos turísticos aparte, fue la exquisitez y perfección de
sus salas, desde el encanto de las mismas hasta su extremada
puntualidad. Hace un día fragante, y no temo por el sonido, el
trato de los porteros, largas colas en las barras y lavabos,
entenderme con el personal y los camareros, la desinformación,
los plazos… En Varsovia eso por ahora no existe.
Las puertas aún permanecen cerradas y ya hay bastante gente
esperando entrar, me alegro, eso presagia un buen aforo, el
que Bunbury y sus acompañantes se merecen, pese a ser todavía
unos desconocidos por estos lares. Erasmus, profesores,
estudiantes de secundaria, hispanos, varsovianos y polacos en
general, solos o acompañados, por cuenta propia o mezclados:
un concierto, los asiduos lo sabemos, no da comienzo con el
primer arpegio ni la primera cerveza. Cada uno tiene sus
motivos, sus explicaciones: “Sólo me sé cuatro canciones de él
en solitario” ;“¿Lo visteis actuar cuando formó parte de
Héroes?”; “No sé tío, Bunbury es Bunbury, había que venir…”;
“Estoy en el Klub Proxima, toca Enrique Bunbury, un cantante
español importante”; “Yo lo he descubierto hace poco, y la
verdad, tiene su gracia, es peculiar...”; “¿Cómo de famoso es
en España?”; “Presencié varios de sus espectáculos en
Hispanoamérica, no hace demasiado”…
Nos introducimos en la sala, cuando pido mi primera zywiec,
salta el rumor: “Sólo va a cantar seis canciones por lo visto
de su último álbum, es una presentación nada más…” Hago caso
omiso. Vago por la sala sin sentarme, una costumbre en mí
aferrada. Me asalta un compatriota, no lo reconozco, se quita
las gafas de sol: ¡Qué pasa extremeño! Ahora sé quién es,
coincidimos en un garito de madrugada hace unas semanas cuando
recibí la visita de un buen amigo: “¡Vaya! No te pierdes
una…”, “Pues anda que tú, y eso que no vives aquí… Por cierto
¿sabes que sólo habrá seis canciones?”
No quiero creer…dudo. Sigo zigzagueando, saludo a una
compañera, diviso a otra, hablo con otro compañero…Me topo con
mi alumno Garek y su hermano, presentaciones, y conversación
confusa en inglés, castellano y polaco:
- Profe mira, me he imprimido sus letras, ya sabes como soy…
Desearía que se eche alguna de Héroes ¿crees que lo hará?
- Pues lo dudo Garek, pero no pierdas la esperanza. De todas
formas, vamos a ver a Bunbury en una sala pequeña, muy de
cerca, sin pagar los 30 euros de entrada o más que valdrá su
actuación este fin de semana en Las Ventas, estamos en
Polonia, con este ambiente variopinto y maravilloso ¿qué más
puedes pedir?
- Lo malo es que van a ser únicamente seis canciones del
último CD ¿lo has escuchado?
- Sí claro…
Me entristezco. Me niego a creerlo, la profesionalidad de
Enrique Bunbury apenas alberga dudas. Mas quién sabe…
Se oye el primer acorde a la hora exacta. Nos dirigimos
a las filas delanteras, los curiosos prefieren, en principio,
permanecer detrás. La expectación es grande. Como en todas las
actuaciones, el arranque resulta ingrávido, pero la sala
acompaña, y si bien quedan lejos esos años en que Héroes del
silencio eran número uno en el mundo entero, incluida la
gélida Europa, Bunbury es universal, ya tiene tablas, no todos
los días se puede tocar en Varsovia con lo que ello implica y
lo sabe, nada debe fallar. Sin embargo, entre los
asistentes también hay españoles, algunos, quizá los más
dogmáticos, a pie de escenario, y en el momento que Enrique se
decide a saludar al auditorio con un decente inglés, se
producen los injustos abucheos. No importa. El maño, pese a
quien le pese, se muestra inteligente, cordial, conoce bien su
oficio. Para cuando suena “Bujías para el dolor” , en mi
opinión su mejor corte hasta la fecha, la cosa está en orden y
cada oyente en su bolsillo. El protagonista entonces disfruta
como el niño mayor que siempre supo ser, y a partir de ahí,
ocurre con los buenos conciertos, para nosotros todo pasa
rápido y febril, igual que un sueño auténtico.
En lontananza aquel molesto bulo de las seis canciones. Poco a
poco Bunbury crece, impresiona, atrapa con su particularísima
voz y su histrionismo que no todos encajan en actitud genuina,
muta, se disfraza…Es él en estado puro, el extranjero de sí
mismo cuya canción, de idéntico título, surge en algún momento
del show para terminar de sosegar y convencer a los
hispanohablantes más inflexibles. De mayor”, “El club de los
imposibles”, “Sácame de aquí”, “Apuesta por el rock’n’ roll”,
“Canto”, “Infinito”, “…Y al final”. Todos sus temas
significativos, en especial el último single (“El hombre
delgado que no flaqueará jamás”), se suceden de manera
poderosa , a excepción de “Lady blue”, un tanto mustia.
Los hay que se retiran, otros se adelantan, la mayoría se
sorprende, todos reconocemos que Bunbury gana en directo y
erramos al encasillarlo en los desaparecidos Héroes o incluso
en sus discos de estudio. El viaje a ninguna parte, a
velocidad onírica, parece terminar. Pero aquellos dogmáticos,
que ya no lo son, no están dispuestos a que los asistentes, da
igual su nacionalidad, se pierdan los bises necesarios, y
solicitan ardidamente el último suspiro que retrasará el fin
de un concierto irrepetible, el que emisor y receptores
comparten.
Bunbury reaparece con su atuendo de antaño y enseña el tatuaje
que nos recuerda los tiempos heroicos, pero no para volver a
ellos, ya nadie lo espera, sino para demostrar que jamás ha
renegado de sus orígenes aunque debamos evadir el
estancamiento, entender su arte en el presente, arte mudable,
como la vida, en busca de ambages y nuevos retos, de la
estética con sus mil y un modo de expresión.
Muere el sueño. ¿Todo se olvida al despertar? Bunbury y los
suyos vuelan hacia Madrid, adonde lo haremos otros en unos
días. Cada cual emprende su rumbo y construye una senda. Todos
los que estuvimos el miércoles 17 de junio de 2009 en el Klub
Proxima de Varsovia, que nos levantamos con las mismas penas,
conservamos las mismas heridas, descartamos esquemas aburridos
y nos cansamos de dar explicaciones, de no tener soluciones a
tanto preguntar, lo sabemos. Soñaremos, seguro, con aquel
sueño.
ESPECIAL