
En los últimos años, los festivales de música han experimentado un crecimiento sostenido en todos los lugares del mundo, pero sobre todo en España. Amantes del rock, eventos boutique de electrónica, indie, reggaeton… la oferta es cada vez más amplia. Pero, ¿qué está detrás de este fenómeno cultural?
Búsqueda de experiencias auténticas y comunitarias
La sociedad contemporánea, cada vez más digitalizada, ha despertado en muchas personas la necesidad de reconectar con lo físico, lo genuino y lo compartido. El mundo actual está dominado por las pantallas y algoritmos, por lo que los festivales ofrecen un espacio donde el factor humano se convierte en el principal atractivo.
Irónicamente, la proliferación de estos festivales también tienen como culpable a la difusión de las redes sociales. Ese internet, que nos permite jugar a la ruleta desde cualquier lugar del mundo y que nos puede alejar del contacto físico con los nuestros, llevándonos a un mundo virtual… Es el catalizador de la creación de muchos festivales.
Los festivales también están creando entornos donde la diversidad cultural y musical convive en un mismo espacio. La música en vivo, con su carga colectiva, refuerza el sentido de comunidad: cantar al unísono himnos populares o descubrir juntos a un artista emergente genera memorias compartidas difíciles de replicar en otros contextos.
Esta búsqueda de autenticidad se refleja en la proliferación de festivales “boutique”. Aquí, se ve un aforo menor, en el que se cuidan los detalles para dar una experiencia al asistente similar a la del casino online: escenarios íntimos, curación a la hora de elegir bien qué se ofrece… Para muchos, estos encuentros significan huir de la masificación de los macrofestivales y encontrarse con la música en un formato más cercano y sostenible.
Tras la fiebre festivalera también subyacen poderosas dinámicas económicas y tecnológicas. Las grandes empresas de entretenimiento y los promotores musicales han convertido el modelo de “festival” en un producto de consumo con un gran margen de beneficio. Las entradas VIP, las marcas de bebida y moda patrocinando los eventos, la creación de experiencias “all-inclusive”... todo aumenta sustancialmente los ingresos de los organizadores.
La transformación digital ha sido clave para expandir el alcance de estos eventos. Plataformas de venta de entradas online, las redes sociales y los servicios de streaming también ayudan a promocionar cada festival de manera segmentada, creando expectativa y sensación de exclusividad. Además, los asistentes también ayudan a difundir el evento a través de contenidos en directo, alimentado el “marketing de influencia” y el FOMO (fear of missing out) de los posibles asistentes
El turismo musical es otro imán para muchos destinos: los festivales atraen a público internacional dispuesto a desplazarse y alojarse en la ciudad sede del evento, beneficiando a hoteles, restaurantes y comercios locales. De esta forma, las instituciones públicas y privadas suelen apoyar la organización de festivales mediante subvenciones o facilidades administrativas, lo que favorece la proliferación de nuevos eventos.
