La Habitación Roja / We are Scientists
20 minutos después son casi las 12 de la noche, hora de sintonizar con
FM Belfast para
el tercer concierto de la jornada. Alguien me cuenta que los noruegos son muy del gusto de los
que se mueven en la órbita Cultura Club; me dice que no es la primera vez que Pla los trae a
la isla y, no sin cierta mueca risueña, me advierte de que será un concierto divertido.
Pasados los días, la advertencia se queda bastante corta. El grupo no suena de lujo y no acaba
de ejecutar a la perfección ninguno de sus temas; pero lo cierto es que a nadie parece
importarle. Su baraja de versiones de los 80 y los 90 tiene figuras de todos los palos y, una
tras otra, la banda lanza a la platea bazas ganadoras e incontestables. El público baila,
salta y corea con ellos.
FM Belfast
A mi izquierda, una rubia de las tantas grita con los ojos alucinados un estribillo de MC
Hammer mientras, a mi derecha, otra lame el antebrazo de un tipo que transpira metanfetamina,
sales e hidratos de carbono. El público ha entrado en barrena. El control, la estabilidad y el
equilibrio son peronajes de otra película. Suena Killin in the name, Fight for your rights,
Scatman... para gustos colores y cuando los noruegos se han retirado entre obaciones, en la
platea, los unos miran a los otros preguntándose qué vendrá después de todo esto.
La respuesta que todos buscan es
Delorentos, que presentan su nuevo álbum You Can Make
Sound. Posiblemente, Delorentos tienen mejores canciones que FM Belfast (como mínimo canciones
propias); posiblemente, tocan mejor que FM Belfast; pero, posiblemente, todo lo que los
asistentes a la noche del viernes 4 recuerden será que el concierto de FM Belfast fue un
pajote de los buenos, que les costó la reserva de sus fuerzas llegar a casa y que no saben a
ciencia cierta cómo terminó la noche en Abraxas. Casi mejor que así sea.
En la tarde del sábado, una pareja de gallegos y una niponoberlinesa caminan sobre las cintas
transportadoras del aeropuerto de Son Sant Joan, aproximándose paso a paso un paso más a su
destino: asistir al último concierto del tour europeo de Kakkmaddafakka. Y allí estoy yo, con
ellos en la fila del 2+2= y sin saber demasiado bien qué pinta Miró en todo esto.
Los que necesitaron reparar su corazón o tomar nota para futuros percances no pasaron por alto
el concierto de
Yani como. Otros, tristemente los muchos, esperaron en la terraza la
hora de los kAkk. Con la sala llena, los noruegos saltan al escenario en jugada ensallada y la
lían en lo que tarda en arrancar su primer tema de la noche: Touching. Diez segundos y los que
se olvidaron de ellos en las listas de lo mejor de 2011 se llevan las manos a la cabeza. Para
unos son demasiado jóvenes; para otros, demasiado guapos; para casi todos, demasiado rubios...
Algo parecido se podría decir de sus canciones: todas rubias, todas jóvenes y hermosas.
No es ninguna sorpresa que los kakk puedan ir soltando temazo tras temazo desde Restless a
Heidelberg, Self-Esteem, Is She o Heidelberg. El disco ya lo conociamos. Lo que no muchos
esperaban es que los noruegos tocaran de una manera tan fresca, tan viva, tan creyendo en lo
que se hace y tan haciendo aquello en lo que se cree.
Kakkmaddafakka / Grises
El setlist de la gira se repite punto por punto hasta que, en mitad de Heidelberg, la banda se
detiene al unísono. Eso no estaba en el guión. Por un instante nadie sabe lo que está pasando.
Todos en el escenario se mueve a cámara superlenta. Como si de Messi en la repetición de la
jugada se tratase, Axel y Jonas se lanzan el uno contra el otro para chocar las manos, 5, 6, 7
segundos y aún alcanzan; el brazo de Päl, 9, 10 segundos, ha vuelto la vista hacia el batería.
11, 12, el batería saluda al bajo, Axel y Jonas finalmente chocan las manos y todos lanzan al
unísono la vuelta al final de Heidelberg. La cosa está que arde y la sala entera come
canciones en la palma de sus manos.
Nadie quería que aquello acabará, pero acabó. Por el camino, los noruegos se dejaron sobre el
escenario la práctica totalidad de su atuendo y de su repertorio. En calzoncillos, con las
baquetas o el arco en la mano, se dan la mano sobre el escenario y se felicitan por el
concierto mientras la ovación y los aplausos perduran. Saludan al público como los actores de
una obra teatral y desaparecen. Me acerco al escenario. Aún hay gotarrones de sudor en el
suelo. Poco a poco la madera absorve el sudor. Una cosa está clara. Los Kakkmaddafakka no han
tenido que recurrir a simulacros para tocar como si esa noche se acabase la gira y mañana
tuvieran que volver a casa.
Con la experiencia de la noche anterior, tengo la certeza de que a La habitación roja le va a
costar sangre que la cosa no decaiga.
Apenas 15 minutos después ya se han subido al escenario y la terraza se vacía en cuestión de
segundos. El público responde, pero está claro que sus canciones ya no despiertan las
emociones de antaño. Le pregunto a wolcatalà què le está pareciendo el concierto y me responde
con un entonado -es anacrónico, anacrónico y claustrofóbico. A través de los grandes
ventanales de la sala vemos a los Kakk tomando algo en la terraza y convenimos ir a hablar con
ellos. Una última mirada al escenario me convence.
En la barra de la terraza, alguien intenta convencer a uno de los organizadores de que la han
cagado con el orden de los conciertos, que las noches han ido de más a menos... Pasamos de
largo y asaltamos a Jonas Nielsen -teclista de los Kakk. Le felicitamos por el concierto y le
lavamos un poco la cara diciéndole que ha sido como ver a los Beach Boys en los sesenta,
cumplido que recibe con gusto. Nos cuenta que no está del todo satisfecho del sonido de su
primer disco y filosofa sobre la música como un niño con zapatos nuevos.
La terraza está cada vez más llena. En la sala tocan
Grises entre una falta evidente
de aforo. Unos se marchan, otros charlan en el exterior, para casi todos el plato principal
está servido y la crítica al orden de las actuacciones adquiere cada vez más razón. Mientras
tanto, el twitter del SOS hecha chispas y en dos de cada tres conversaciones alguien se muerde
las uñas valorando la parte de verdad que habrá en la resurección de Isladencanta.
La cosa se alarga hasta las 6. Sale el Sol y Abraxas cierra puertas. Jonas Nielsen camina casi
de la mano del runer de la organización hacia el coche que le llevará al aeropuerto. Como un
niño prodigio después de ganar una competición de Matemáticas, Jonas se descalza la mochila y
sube al coche. Horas más tarde, un avión despega hacia el Norte.
Tormenta sónica
13 y 14 de ABRIL 2012
Crónica por
Maggie O'Connel - IndyRock
Son las cinco de la tarde de un viernes 13, a priori noche de terror, y en un pueblo del norte
alguien me pregunta si voy al festival de los
Kakkmaddafakka. Explico que sí, que es
un festival que montan los del Cultura Club en la sala Abraxas en dos fines de semana no
consutivos y que los KK no vienen hasta el primer fin de semana de mayo. Mi interlocutor me
informa de que se va a desplazar desde Formentera para ver a los noruegos y la verdad es que
no me extraña. Son el cabeza de cartel, extraoficial pero incuestinable, de un festival que,
antes de abrir sus puertas, ya es criticado por una evidente desproporción entre precio y
producto. Al otro lado del Mediterráneo, dicen, por 60 euros (precio del abono para el 2+2=),
el SOS de Murcia ofrece a Pulp, a los Flaming Lips y a Nacho Vegas. Casi nada.
El plus de insularidad del 2+2= es lo primero que uno nota cuando entra por la puerta. Los
UNI_FORM
acaban de empezar su concierto. La terraza está vacía y la sala no alcanza la media entrada.
Una pena porque el grupo no suena nada mal. Es el primer grupo de Tsunami (discográfica de
djAmable) que toca este fin de semana y los Interpol se quedarían con los ojos como platos al
ver hasta que punto 4 chavales portugueses son capaces de mimetizar las luces y las sombras
del power pop que los ha hecho célebres. Miro a mi alrededor. El aforo está bastante tranquilo
para lo power de la propuesta portuguesa y cuando llego a la barra entiendo porqué. Cubatas
con dos dedos de alcohol a 7e y cervezas a 3,50e. Así no es fácil deshinibirse.
Algo más allá llegaron los
LAYABOUTS quienes, canción a canción, se metieron en el
bolsillo a los pocos fieles del rock noventero ¿Cómo se llaman estos? -pregunta alguien en
primera fila. Layabouts -contesta otro -Gigolo Aunts? -No! Layabouts. -Ah! Me molan. A mi
también, pienso. Suenan de puta madre y en los compases finales del concierto tienen al
aforo comiento en la palma de su rock psiconaútico y oscuro. Cuando acaba el concierto las
chicas de Jagermaster saltan a la pista y la noche sube un peldaño. El aforo no aumenta, pero
la cosa empieza a parecerse a un festival. Saltan los botones de los gritos y las risas. En la
barra exterior alguien felicita a Toni Pla, responsable de gran parte del cartel, y éste
parece tomarselo un poco mal, como si la felicitación fuera con sarna o segundas intenciones.
Gracias -contesta, serio y mirando hacia otra parte. Toni sabe que el 2+2= está muy lejos de
aquel Isladencanta 2001 por el que todo el mundo le recuerda.
Minutos más tarde,
Catpeople encuentra su público entre los asiduos al Cultura Club y,
después de ellos, el plato fuerte de la noche: KAV, el nuevo proyecto musical de Kav Shadu
(ex-happy monday). La noche sube otro peldaño, pero, a pesar de que el escenario lanza cohetes
desde primera hora, en la pista, la cosa no explota. Da la sensación de que el indie y el
Paseo Marítimo se dan de hostias y que, mientras transcurre todo, una colchonería aguarda en
la terraza la orgía de los
Kakkamaddafakka.
Pasadas las 3 a.m. aún hay quien paga entradas para ver la sessión de los dj's, pero con
cuentagotas. Tacones de aguja y minifaldas suben las escaleras de Abraxas para asistir a las
sesiones de
Crystal Fighterss y dj Amable. Otros, después de cinco horas de
conciertos, reservan fuerzas para el día de mañana. Y no está de más porque en el día de
mañana, después de los grupos de
Tsunami (My Dear Flotsam y Norton) se planta en el
escenario uno de los grupos más en forma del panorama español: Triángulo de Amor Bizarro. Los
gallegos han aprovechado la ruta aérea más económica para llegar a Mallorca. Lo hacen vía
Berlín, después de haber actuado en la capital alemana el miércoles. Es el grupo del fin de
semana y eso queda claro desde el primer minuto. Hay ansiedad en las primeras filas y, aunque
el concierto arranca con problemas de sonido (Isa pide menos voz en su micro y más en el de
Rodrigo) la cosa despega al instante y como por arte de magia. En cuestión de minutos todo son
saltos y cabezas de lado a lado. Parece que los de La Coruña saben los que nos gusta y nos lo
practican con un arte ceremonial. El concierto se hace corto, la gente pide más, pero los
Triángulo no reaparecen.
El resto de la noche es algo disperso. Los chicos de
CHINESE CHRISTMAS CARDS hacen su
papel; pero después de la tormenta sónica que acaba de vivir la sala, su propuesta resulta un
tanto inofensiva. Lo mismo sucede después con
KITSUNE dj, sus remixes parecen
transfugas personajes de otra película. A muchos les gustaría que llegase ya la hora de
Virginia Díaz, la chica de 180º. En la terraza se sigue hablando de los KK, de Paulita de Papa
Topo, de las chicas de Jagermaister y de otro grupo de Tsunami no invitado al cartel del 2+2=:
los mallorquines Last Dandies. Todos ellos son temas interesantes y la gente, a esa hora, los
trata con una gracia que esta hora soy incapaz de reproducir. Tampoco me preocupa dejarlo por
ahora fuera de la ecuación 2+2= Parafraseando la canción de Chucho, lo mejor del festival aún
está por ocurrir.
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