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Terence Blanchard
Jueves 18 de julio 2013 Parque del Majuelo,
Almuñécar Granada
El magnetismo de un horizonte
Por Enrique Novi - IndyRock
Terence Blanchard es un músico en el sentido más amplio posible
de la palabra. Lo es por su enciclopédico conocimiento, por su
creatividad como compositor y por su dominio como intérprete. No
hay nada que proponga y que no lo haga impecablemente. Así fue
la cálida noche del jueves en el Majuelo. A pesar de ello, el
concierto adoleció de un elemento consustancial al hecho musical
aunque afortunadamente imposible de plasmar en el pentagrama,
inasible e indescifrable. Hablamos de la conexión emocional
entre el público y el escenario, esa magia que nadie puede
prever de antemano si surgirá o no.
Foto promocional,
web Terence Blanchard
La verdad es que la mayoría de los presentes aún teníamos un
vívido y conmovedor recuerdo de su anterior visita, cuando el
músico de Nueva Orleáns acababa de publicar ‘A Tale of God’s
Will (A Requiem for Katrina)’, no solo un disco redondo,
magnífico, sino un conjunto de temas sentidos que en el entorno
tropical de Almuñécar, con ese aire espeso y dulzón tan parecido
al de su Luisiana natal, Blanchard recreó con gran sentimiento.
Entonces nos regaló una noche inolvidable, de las más
emocionantes que se recuerdan en la historia del Festival.
Partir de un listón tal alto supuso un hándicap que ni siquiera
un músico de su categoría pudo superar. Aún así su mínimo nivel
está muy cerca de la excelencia y al concierto del jueves se le
pueden poner pocas pegas.
Con un repertorio basado casi exclusivamente en su último disco,
‘Magnetic’, el quinteto que presentaba Terence Blanchard,
prácticamente el mismo que grabó el álbum, con la excepción del
contrabajista Joshua Crumbly, sustituido aquí por Bob Hurst,
bordó cada tema de los que planteó. La mayoría de ellos
ejercicios de estilo impecablemente interpretados. El disco
supone la vuelta de Blanchard al sello Blue Note, y en él
encontramos una diversidad estilística que hacía mucho tiempo no
mostraba el trompetista, tal vez fruto de la variedad de
compositores de los temas del álbum. Comenzó con Central focus,
un tema de directo post-bop al que Blanchard insufla un aire muy
de Nueva Orleáns con sus solos. Sin solución de continuidad,
acometieron Hallucinations, el corte más abstracto y espaciado
del disco y que supuso un nuevo ejercicio de introspección en
una actuación sobria que no transige con concesiones. Con
Magnetic el quinteto retomó el pulso rítmico y sofisticado del
concierto, que volvió a echar el freno para interpretar Ashé,
una hermosa balada incluida en su ‘Requiem for Katrina’ y el
único tema antiguo que se concedió. Lo mejor llegó con No border
just horizons, una declaración de principios (sin fronteras,
solo horizontes).
El tema, creación del batería Kendrick Scott, es un prodigio de
post-bop modal lleno de swing que deriva elegante y sutilmente
hacia el latin-jazz. Y con Pet Step Sitter’s Theme Song, una
extensa composición del excelente pianista Fabian Almazan, que
partiendo de una línea melódica de sabor latino, la banda se
encarga de deconstruir hasta llegar a una especie de jazz
abstracto no exento de músculo. La interpretación de este tema
fue en sí misma un resumen de todo el concierto: una propuesta
medida y sobria pero magnética, sofisticada. La música de
Terence Blanchard se plantea como una implosión de jazz donde
sus múltiples universos confluyen hacia el interior.
Más lento es más difícil
sábado 19 de julio 2008 Parque del Majuelo - Almuñécar GRANADA
por
Enrique Novi
Como una fiera al acecho, muy cauto y a la expectativa fue
Terence Blanchard acercándose al borde del escenario del Parque
del Majuelo. Como quien se guarda las espaldas hasta escrutar
convenientemente al que tiene enfrente. Sin articular palabra
afrontó Transform del magnífico "Bounce", su disco de 2003 y
después In time of needs y Ashé, del no menos impresionante "A
tale of God's will (A requiem for Katrina)", su última entrega
hasta la fecha y el álbum que ha dedicado a las devastadoras
consecuencias del huracán que asoló Nueva Orleáns, cuna del jazz
y ciudad natal del trompetista. Más confiado una vez comprobada
la sintonía con el patio de butacas, y la actitud respetuosa,
casi reverencial del público hacia su propuesta musical, cerca
de una hora después de los primeros compases, presentó a la
banda y dirigió sus primeras palabras a los espectadores. Dijo
entonces encontrarse cómodo en un entorno caluroso y de aire
inmóvil, que le resultaba extrañamente familiar y le recordaba
al de su propia Luisiana.
Su pianista, el cubano Fabián Almazán, que en ese momento
ejercía de traductor, soslayó inteligentemente la confusión de
Blanchard, que tal vez por la cercanía del aeropuerto, se
refirió a Málaga para decir lo contento que estaba de haber
venido. Nadie se lo tuvo en cuenta, claro, pero el hecho resaltó
la diferencia de su planteamiento, en las antípodas del de, por
ejemplo, Richard Bona tan sólo dos días antes. Su actitud ante
el hecho del directo, como su propia música, está
deliberadamente desprovista de todo artificio y no hace
concesión alguna a esos gestos de cara a la galería, de
confraternización con el público. La actuación de Blanchard es
de combustión lenta y convence a la larga sin necesidad echar
mano de los recursos facilones de otros para cautivar al
personal.
De este modo, su concierto fue de menos a más y dominando como
domina la música modal y el post-bop, tenuemente, sin dar una
nota de más y sin elevar el número de decibelios, dejó muestra
de su sobrada clase con Harvesting dance, una pieza con aire
español de Aaron Parks para el disco "Flow" que no hubiera
desentonado en el mismísimo "Sketches of Spain" de Miles Davis,
y que además sirvió para el lucimiento de Fabián Almazán, un
pianista más cercano a Keith Jarrett que a Oscar Peterson, y de
Brice Winston al saxo tenor. O más tarde con Bounce, un hermoso
tema que nos retrotrajo con sutileza al Nueva Orleáns en blanco
y negro, a la época del dixieland y la fiesta del Mardi Grass.
Fue el momento en el que brillaron el batería Kendrick Scott y
el contrabajista Derrick Hodge, un prodigio rítmico que dio una
lección de cómo debe plantearse un solo con el instrumento. Lo
mejor aún quedaba por llegar en los bises.
En su presentación Blanchard aprovechó para atacar sin tapujos
la labor de su gobierno en la catástrofe, un gesto que arrancó
el aplauso general. También de su última producción, la
excelente banda sonora que el músico preparó para el documental
de Spike Lee sobre la desolación provocada por el Katrina, nos
regalaron Leeves y Funeral dirge, dos temas solemnes y
sobrecogedores que inundaron el Majuelo de un tono funerario que
elevó por fin el nivel de esta edición y supuso su inolvidable
colofón.
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