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XXI edición Festival de Jazz en la Costa

Del 11 al 19 de julio de 2008 Parque El Majuelo Almuñécar Granada 

Por Enrique Novi* INDYROCK
Terence Blanchard Más lento es más difícil
Bettye LaVette  Más vale tarde que nunca
Toto Bona Lokua Verbena tropical 
Ivan Lins Otro azucarillo, por favor
Roberto Fonseca La magia llegó al Majuelo
Sergio Pamies entre amigos
Spyro Gyra: Vacaciones en el mar
Avishai Cohen Un triunfo contenido
Dianne Reeves: La miel en los labios
La magia del Majuelo


Terence Blanchard 
Más lento es más difícil
sábado 19 de julio - Parque del Majuelo - Almuñécar - Aforo completo: 1000 personas. 
por Enrique Novi
Como una fiera al acecho, muy cauto y a la expectativa fue Terence Blanchard acercándose al borde del escenario del Parque del Majuelo. Como quien se guarda las espaldas hasta escrutar convenientemente al que tiene enfrente. Sin articular palabra afrontó Transform del magnífico "Bounce", su disco de 2003 y después In time of needs y Ashé, del no menos impresionante "A tale of God's will (A requiem for Katrina)", su última entrega hasta la fecha y el álbum que ha dedicado a las devastadoras consecuencias del huracán que asoló Nueva Orleáns, cuna del jazz y ciudad natal del trompetista. Más confiado una vez comprobada la sintonía con el patio de butacas, y la actitud respetuosa, casi reverencial del público hacia su propuesta musical, cerca de una hora después de los primeros compases, presentó a la banda y dirigió sus primeras palabras a los espectadores. Dijo entonces encontrarse cómodo en un entorno caluroso y de aire inmóvil, que le resultaba extrañamente familiar y le recordaba al de su propia Luisiana. Su pianista, el cubano Fabián Almazán, que en ese momento ejercía de traductor, soslayó inteligentemente la confusión de Blanchard, que tal vez por la cercanía del aeropuerto, se refirió a Málaga para decir lo contento que estaba de haber venido. Nadie se lo tuvo en cuenta, claro, pero el hecho resaltó la diferencia de su planteamiento, en las antípodas del de, por ejemplo, Richard Bona tan sólo dos días antes. Su actitud ante el hecho del directo, como su propia música, está deliberadamente desprovista de todo artificio y no hace concesión alguna a esos gestos de cara a la galería, de confraternización con el público. La actuación de Blanchard es de combustión lenta y convence a la larga sin necesidad echar mano de los recursos facilones de otros para cautivar al personal. De este modo, su concierto fue de menos a más y dominando como domina la música modal y el post-bop, tenuemente, sin dar una nota de más y sin elevar el número de decibelios, dejó muestra de su sobrada clase con Harvesting dance, una pieza con aire español de Aaron Parks para el disco "Flow" que no hubiera desentonado en el mismísimo "Sketches of Spain" de Miles Davis, y que además sirvió para el lucimiento de Fabián Almazán, un pianista más cercano a Keith Jarrett que a Oscar Peterson, y de Brice Winston al saxo tenor. O más tarde con Bounce, un hermoso tema que nos retrotrajo con sutileza al Nueva Orleáns en blanco y negro, a la época del dixieland y la fiesta del Mardi Grass. Fue el momento en el que brillaron el batería Kendrick Scott y el contrabajista Derrick Hodge, un prodigio rítmico que dio una lección de cómo debe plantearse un solo con el instrumento. Lo mejor aún quedaba por llegar en los bises. En su presentación Blanchard aprovechó para atacar sin tapujos la labor de su gobierno en la catástrofe, un gesto que arrancó el aplauso general. También de su última producción, la excelente banda sonora que el músico preparó para el documental de Spike Lee sobre la desolación provocada por el Katrina, nos regalaron Leeves y Funeral dirge, dos temas solemnes y sobrecogedores que inundaron el Majuelo de un tono funerario que elevó por fin el nivel de esta edición y supuso su inolvidable colofón.

Más vale tarde que nunca: Bettye LaVette 
viernes 18 de julio - Parque del Majuelo - Almuñécar - Aforo: 900 personas. 
por Enrique Novi
Para Bettye LaVette cada nueva actuación es una revancha, una oportunidad que la vida le ofrece para escupir en la cara de una industria musical que durante la mayor parte de su carrera anduvo ninguneándola. Es la suya una historia ejemplar que corre paralela a la de algunos de los sellos claves en el devenir del propio rock and roll desde los 60. En el ocaso de su sinuoso camino ha obtenido por fin el reconocimiento que tantas veces tuvo al alcance de la mano pero que por fatales detalles del destino se mostró esquivo con ella hasta la crueldad. Como les sucede a esos ciclistas gregarios que se esfuerzan en las largas etapas de transición de las grandes vueltas y que recorren escapados cientos de kilómetros para ser engullidos por el pelotón cuando tienen la meta a la vista y con ella ven como su nombre desaparece por tan sólo unos metros del palmarés de la ronda. Así de cerca de la gloria ha estado en varias ocasiones la cantante de Michigan. No en vano realizó en su día grabaciones para compañías como Roulette o Motown entre otras muchas. Sirva de ejemplo la publicación, hace un par de años, del álbum que grabó originalmente a principios de los 70 para Atlantic "Child of the seventies". Un disco que se ha mantenido en el limbo durante treintaytantos años y que, decían algunos, podía haberla hecho tan grande como Aretha Franklin. Ahora todo es diferente. Su destino cambió cuando el coleccionista francés Gilles Petard la rescató de los circuitos menores y de la mano del productor Joe Henry, publicó hace ahora tres años el sobrecogedor "I've got my own hell to raise", un álbum en el que la autoría de todos los temas correspondía a mujeres compositoras y cuyo contenido estaba en consonancia con el desgarrador título. El viernes en el Majuelo tras Choices, de su último trabajo y la versión de Joy de Lucinda Williams aparecida en el disco antes mencionado, comenzó un repaso por algunos de los temas más antiguos de su carrera. Desde My man - He's a lovin' man, Souvenirs, o You'll never change de los primeros 60, hasta Let me down easy y Right in the middle (of falling in love) de su etapa Motown o He made a woman out of me, uno de los clásicos de sus grabaciones en directo. Con el acompañamiento de una banda más inclinada por la garra del rock sureño que por el ritmo del soul, dejó para el final dos canciones confesionales en las que puso todo el corazón: Battle of Bettye, de su último disco y la conmovedora Close as I'll get to heaven, un conjuro contra la violencia sufrida en carne propia, que con todo el poso de los lamentos del blues fue de lo más ovacionado de la noche. Aún se guardó para los bises I do not want what I haven't got de Sinéad O'Connor y Sleep to dream de Fiona Apple. Puede que no sea un impulso muy noble, pero el resentimiento siempre es genuino pues no puede fingirse, y a los artistas de sensibilidad siempre les hace aflorar la creatividad. Especialmente si no tienen pudor para desnudar su alma sobre el escenario. En eso consiste el soul, ¿no?

Verbena tropical - Toto Bona Lokua 
Jueves 17 de julio - Parque del Majuelo - Almuñécar - Aforo completo: 1000 personas. 
Por Enrique Novi
Richard Bona no sólo es un viejo conocido de los asiduos al Festival de Almuñécar, sino más bien un hijo predilecto. El público que el jueves abarrotó el Parque del Majuelo como ningún otro día lo había hecho lo esperaba con ansia y una entrega previa inusitadas. El camerunés lo sabe y aviva, zalamero, esa llama. Desde que pisó el escenario se volcó en elogios a la ciudad y a su gente. Mencionó su nombre en reiteradas ocasiones y con su proverbial simpatía y buena actitud, claro, se metió al parque en el bolsillo antes de tocar una sola nota. Flanqueado por el congoleño Lokua Kanza y por el martiniqueño Gerald Toto, con los que en 2004 editó el disco "Toto Bona Lokua", base de su actuación, Richard Bona ejerció de maestro de ceremonias en una noche en que el jazz quedó aparcado en pro de otras música más tropicales. Junto a sus dos compinches Bona abdicó de su posición de virtuoso del bajo y se dispuso a ofrecer un concierto en el que primaron las armonías vocales que desplegaron los tres músicos. En su propuesta hay un poquito de jazz como lo hay de soul, de pop, de rhythm & blues, de zouk, de salsa o de calypso. La aportación antillana de Gerald Toto, dulcificó el conjunto y trazó una línea que más que recorrer África de Norte a Sur, dibujó un paralelo a la altura del trópico por el que pasearon desde la Costa Occidental del continente africano hasta dispersarse por las islas del Caribe y las Antillas en una noche de pura verbena tropical, menos africanista de lo que pudiera parecer, y en la que todo el mundo acabó abandonando su asiento para entregarse al baile como pedían los ritmos y las melodías desplegadas por el trío de vocalistas. Sustentados sobre la batería del cubano Ernesto Simpson, los teclados del holandés Etienne Stadwijk y las percusiones del francés Patrick Goraguer, comenzaron firmes con la reveladora Where I come from y Kwalelo, dos de los temas de su disco conjunto. Le siguió una muy coreada Shadow dancer, que Lokua Kanza incluyera en su álbum "Wapi yo" para continuar con Dipama, un tema anterior de Richard Bona. Cuando llegó el turno de Gerald Toto, incansable bailarín durante todo el concierto, abrió el apetito del respetable con un estribillo en el que pedía galletas de chocolate con nata y frambuesas. A esas horas de la noche seguro que alguna heladería de las inmediaciones agradeció el gesto. Completaron el repertorio con los temas del disco conjunto que los está llevando desde hace unos años por todo el mundo, Ghana blues, Naye, Lisanga. pero también hubo tiempo para el tema Freedom o para el Wapi Yo de Kanza, con el que pretendieron dar por zanjada su actuación. Algo que no iba a permitir el público que además del bis de rigor, les arrancó otro extra a base de contumacia cuando músicos y técnicos ya daban el trabajo por concluido. Y es que la relación de Bona con la capital tropical de la costa es algo más que un idilio y cuando eso sucede las despedidas se hacen muy cuesta arriba.

Otro azucarillo, por favor
Ivan Lins All Stars con Nnenna Freelon 
miércoles 16 de julio - Parque del Majuelo - Almuñécar - Aforo: 700 personas. 
por Enrique Novi
Visto lo visto, el magisterio de Roberto Fonseca supuso un oasis entre las dos noches más flojas del Festival: la que protagonizaron el lunes Sergio Pamies Entre amigos con Antonio Serrano, y la que encabezó el miércoles el melifluo Ivan Lins. Por mucho All Stars que se anunciara, fue el suyo el concierto más ligero y blando del programa en todos los sentidos. Ni siquiera la breve contribución de la cantante Nnenna Freelon pudo rescatar de la mediocridad la velada. Como cada año, la Virgen del Carmen quiso sumarse a la fiesta del Majuelo a golpe de fuegos artificiales. Ya se sabe que los caprichos del calendario y la programación han hecho coincidir la actuación de ciertos artistas con la popular celebración, y quien más quien menos ha capeado con paciencia y sentido del humor el estruendo. El miércoles el concierto estaba resultando tan anodino que ni siquiera las inoportunas explosiones de los cohetes fueron capaces de inquietar a nadie, ni sobre ni frente al escenario. Comenzó Lins con Daquilo que eu sei, una de sus piezas conocidas, para presentar a continuación a la banda: Marco Brito a los teclados, Marcelo Martins con los saxos, Nema Antunes al bajo, el batería Teo Lima y Leonardo Amuedo a la guitarra. Se presentaban como una All Stars, pero excepción hecha de Marcelo Martins sobrado de oficio con los pitos, ninguno pasó de una actuación correcta, que es lo menos elogioso que se puede decir de un grupo que pretende tocar música caliente. Tras las presentaciones continuó con uno de sus éxitos más antiguos, Velas içadas, del año 79, para dar paso seguidamente a Nnenna Freelon. La cantante de Misisipi, con una carrera algo irregular pero con excelentes dotes vocales, se contagió rápidamente de la insustancialidad con que se conducía la noche, y tras interpretar Depois dos temporais, aiaiaiai, uno de los temas que Lins solía tocar en su colaboración con Chucho Valdés e Irakere, y el jobimniano Dindi, se fue como llegó. Sin dejar más huella que el resto de los músicos que había sobre el escenario. Y sin tiempo para que nadie pudiera añorarla, Ivan Lins continuó presentando su repertorio intercalando sus temas más conocidos: Love dance,  Rei do carnaval, de su primer disco o The Island. El ritmo fue tornándose algo más animado y sustituyendo el aire melancólico de la propuesta conforme se acercaba el final. Para el consabido bis, se reservó Madalena, la canción con la que obtuvo celebridad en los primeros setenta en Brasil con la interpretación de Elis Regina, y que le abriera las puertas de los Estados Unidos más tarde de la mano de Ella Fitzgerald. Ivan Lins, que llegó tarde para la bosa nova, se benefició entonces de la corriente de simpatía hacia la música popular brasileña. Actualmente evidencia que su momento pasó hace mucho tiempo. Uno tiene la sensación de que mucho más que el de otros artistas anteriores a él. Roberto Fonseca La magia llegó al Majuelo
martes 15 de julio - Parque del Majuelo - Almuñécar - Aforo: 800 personas.
por  Enrique Novi
Con el tumbao que tienen los guapos al caminar, en el ecuador del Festival a Roberto Fonseca se le vio actuar. Era uno de los más esperados artistas de esta edición y a partir de ahora lo será cada vez que alguno de los presentes tenga la oportunidad de acudir a cualquiera que sea el sitio donde se anuncie. Si el sábado Avishai Cohen triunfó con una actuación contenida, Fonseca y su grupo lo hicieron a base de desmesura, pues el torrente de música que desplegaron en poco más de hora y media, hizo olvidar todo lo visto y oído hasta entonces. Comenzó el pianista con la breve introducción de la misa popular que abre su último disco, el muy recomendable "Zamazu", con el escenario a oscuras para sin pausa atacar, cubanísimo, De Jorge a Paula. El recibimiento fue espectacular pero el combo, aunque siempre acabó volviendo al más sabroso latin jazz afrocubano, decidió adentrarse por otros terrenos en una búsqueda fértil de otros ritmos, que nos muestran que Roberto Fonseca es a día de hoy de los exploradores más atinados con que cuenta el género. Así, muy sobrado de facultades y de inquietud, nos paseó por los Balcanes o por la India, sin perder por ello su esencia. El toque de Fonseca es expresivo y evoca en sus pasajes jazzísticos al más inspirado McCoy Tyner, pero es cuando se ralentiza con las melodías tradicionales de La Habana, con el son y el bolero al que dota de alma y corazón, cuando sobrecoge al auditorio. Después salta sobre el piano, poseído, y adopta posturas imposibles más propias de un contorsionista que de un músico. Y todo ello sin perder ese aire elegante y bacilón con que se maneja sobre las tablas. Con un punto de chulería mantiene a la vista la mano izquierda mientras la derecha recorre velocísima las octavas de su piano en un alarde de facultades de los que molestan a los colegas de profesión. El público en cambio se deja atrapar por el espectáculo y ovaciona impresionado el gesto. Tras Llegó Cachaito, Clandestino, Tierra en mano o Triste alegría, todas de su última entrega discográfica, Fonseca se dio media vuelta y asustó a los puristas agarrado a un viejo sintetizador de los setenta, década que dijo amar, para poner a bailar al parque entero. Ya calentito y cerca del final, también evidenció la soltura con que es capaz de manejar a un auditorio, al que hizo cantar el tema Zamazu. Para entonces el público se había rendido ante él y ante los magníficos músicos que lo acompañaban. Omar Gonzales al contrabajo, Javier Zalba a los vientos, y, sobre todo, la espectacular compenetración de Joel con las congas y Ramsés Rodríguez a la batería. Su solo sin baquetas fue ampliamente celebrado. Sólo quedaba el homenaje a su admirado Ibrahim Ferrer, al que dedicó el tema El niejo -palabra formada por niño y viejo, según dijo-, y el reclamado bis con Drume negrita. Y esperar a que vuelva, por supuesto. Fusión entre amigos
Sergio Pamies entre amigos con Antonio Serrano 
lunes 14 de julio - Parque del Majuelo - Almuñécar - Aforo: 600 personas. 
por Enrique Novi
Con menos afluencia de lo habitual -dicen que nadie es profeta en su tierra-, la joven promesa del jazz granadino, Sergio Pamies, ofreció un extenso concierto en el que mostró gran parte del repertorio incluido en su disco "Entre amigos", y que completó con una serie de temas preparados para la ocasión junto al otro nombre del cartel: el magnífico armonicista Antonio Serrano. Ambos demostraron el excelente nivel de la última generación del jazz patrio. Y más concretamente la apertura de miras con que afrontan su música. El lunes en el Majuelo se escuchó jazz, obviamente, pero también, flamenco, tango, boleros, zambas y otros ritmos del folklore sudamericano, que toman prestados para el enriquecimiento cromático del concierto. De hecho, si por algo pecó la propuesta fue por exceso. Exceso tal vez de palos por los que transitaron y exceso seguramente también de músicos, con un escenario poblado de instrumentistas como no se había visto hasta ahora en el Festival, pero que curiosamente, con Sergio en un extremo y medio de espaldas al público, y Antonio alineado con los vientos, dejó huérfano el frontal del escenario, salvo cuando El Moreno abandonaba sus percusiones para echarse unos bailes. El resultado fue una actuación algo dispersa que de tantos sitios a los que quiso acercarse a veces dio la sensación de ir a la deriva. Y a pesar de ello se crearon momentos de altura. El concierto comenzó con Mientras dormías, uno de los temas del disco que Pamies ha elaborado junto a algunos artistas flamencos, y que sería muestra de la excelsa fusión de jazz y flamenco que el pianista ha querido crear con su trabajo. Sobre él irían construyendo el resto del concierto y a él volverían de forma continuada hasta rematarlo con Callados pensamientos. La voz limpia y precisa de El Coloraíto, que se atrevió hasta con los boleros en Amnesia (parece que la colaboración entre El Cigala y Bebo Valdés ha marcado tendencia), dejó paso al protagonismo de la armónica de Antonio Serrano, un músico versátil que es capaz de adaptarse a diversos registros por el sorprendente dominio con que maneja su instrumento, y que ha hecho rendirse a su talento al propio Toots Thielemans. Sus intervenciones, como la chacarera La Cremosa, la Zamba nueva o el popurrí de temas de Piazzolla que hizo a solas con el piano, arrancaron los aplausos más entusiastas del personal. Eric Sánchez con la trompeta y el fliscorno y Pedro Cortejosa al saxo aportaron solvencia y estuvieron brillantes en las partes más jazzísticas de la noche. Así como Horacio Fumero al que hay que atribuirle uno de los momentos más hermosos, con la intro que se marcó en el primer bis con Contrabajeando. Igualmente destacado y aplaudido fueron los bailes de El Moreno, sobre todo el que hizo por bulerías sobre el tema Yes or no de Wayne Shorter. Spyro Gyra: Vacaciones en el mar
domingo 13 de julio - Parque del Majuelo - Almuñécar - Aforo completo: 1000 personas
por Enrique Novi
Mientras la N-323 se convertía una vez más en una pesadilla como la descrita en La Autopista del Sur, donde la palabra autopista se convierte en un sarcasmo exasperante, mientras se convertía, decimos, en una trampa para los miles de conductores a los que ni semejante línea de comunicación con la costa persuade de acudir cada fin de semana a las playas, los que permanecieron allí disfrutaron del ambiente idílico de las vacaciones junto al mar, rodeados de palmeras y con la banda sonora adecuada. Porque la música de Spyro Gyra parece diseñada para acompañar esas postales soleadas en las que el turista, ataviado con camisa hawaiana y un daiquiri en la mano, sonríe satisfecho tumbado en su hamaca en una playa de arena fina. Música amable y liviana para olvidarse de las complicaciones. Y su discografía un auténtico filón para los publicistas que busquen sintonía para los anuncios de resorts y urbanizaciones de veraneo. Spyro Gyra llevan más de treinta años practicándola con magníficos resultados en cuanto a fama y a ventas y, como en el fútbol, no hay motivo alguno para cambiar cuando todo funciona. Con el saxofonista y clarinetista Jay Beckenstein, que ejercía de maestro de ceremonias con su simpático y macarrónico castellano, y el teclista Tom Schuman como componentes más veteranos de la banda, comenzaron y acabaron su show con algunos de los temas de su último disco, "Good to go-go", como Simple pleasures, Easy Street o Get busy. Entre medias rescataron otros de su primera etapa. Shaker song, que abriera su primer álbum, Catchering the sun, del año 80, y, cómo no, Morning dance, el que fuera su gran éxito en el ya lejano 1979, y que les aupó a las listas y los dio a conocer al gran público. El resto, como queda dicho, fueron todos temas de su último trabajo, en el que los más antiguos miembros se reparten el trabajo de composición con el resto de los músicos del  grupo. Así interpretaron Funkyard dog del guitarrista Julio Fernández, que con su toque robusto puso el elemento jazz-rock a su fusión, Jam up, con la que empezaron su concierto, del batería Bonny Bonaparte o la muy apropiada Island time, un tema con aire de calypso del bajista Scott Ambush. Estos últimos se metieron al auditorio en el bolsillo con sus efectistas arreglos. El segundo con un sorprendente solo que levantó los aplausos del personal, y Bonny Bon no sólo con el suyo, sino también con los arreglos de voz con que lo acompañó y las partes que cantó con un estilo cercano a Stevie Wonder. Spyro Gyra no cuentan con el favor de la crítica ni del sector más purista de la afición, pero su música suave, los coqueteos más bien pop y los arreglos tropicales (del trópico cáncer, pues se miran más en el Caribe que en Brasil) que insuflan a sus canciones, siempre encuentran buena acogida entre los asistentes. Más aún si estos están de vacaciones en el mar.
Avishai Cohen Un triunfo contenido
sábado 12 de julio - Parque del Majuelo - Almuñécar - Aforo completo: 1000 personas
por Enrique Novi
Pocas palabras y mucha música deparó el primer sábado de Festival de la mano de uno de los contrabajistas más inspirados y heterodoxos del jazz actual. Un trío clásico de piano, bajo y batería, sin más añadidos vocales o de vientos, significa para algunos la pureza del jazz, pero para otros muchos supone un trago de excesiva aspereza. Más aún si el mando recae sobre un instrumento tan discreto, tan reacio al protagonismo como el contrabajo. Afortunadamente, Avishai Cohen maneja sabiamente los tiempos y a pesar de que cualidades para ello le sobran, rehusó de forma deliberada exhibir la habilidad con que toca su instrumento en inacabables solos. Otros muchos con sus dotes habrían optado por sobreexponer su virtuosismo. Un abuso que todos sabemos es bien recibido por una parte, inmovilista pero ruidosa, de la afición. Él prefirió dejar las acrobacias para el circo en pro de la música, de la hermosa música que crearon en el Parque del Majuelo. Fue un síntoma de inteligencia y de respeto hacia el público. Con un repertorio basado en su último trabajo, el reciente "Gently disturbed" publicado esta pasada primavera, desde el principio Cohen mostró su preocupación por la búsqueda constante del encuentro imprevisto entre los músicos. Fue lo que resaltó al presentarlos: "No resulta fácil burlar el aburrimiento cuando tienes que tocar cada noche, pero lo consigues si tienes a tu lado a un pianista como Shai Maestro". Con apenas 21 años y un nombre que lo obliga, el chico impresionó por la capacidad rítmica y la soltura con que incorporaba a las composiciones aires latinos, del Medio Oeste, e incluso de la tradición clásica española. Un prodigio al que habrá que seguir la pista. Junto al también joven Mark Guiliana, un batería imaginativo, que atesora al mismo tiempo dinámica y pegada, según pida el momento de la actuación, acompañó impecablemente a Cohen. El trío, con una asimilada disposición para la sutileza y el matiz, ofreció un concierto de altura, rotundo pero contenido, con los cimientos bien firmes sobre el jazz más lírico, pero capaz de cimbrearse al abrigo de otras músicas. Así, hubo momentos para el susurro y para el brío, para el tempo lento y para las arrancadas. En alguna de ellas el grupo logró desbocar al respetable al que levantó de sus asientos para volverlo a sentar, renunciando al efectismo al que otros sucumben. Sin echar raíces en ninguna parte, la actuación transitó por Coltrane y por el swing, por el Brasil tropical y por lo hispánico, por lo judío y por lo latino. Antes de irse, el israelí se acercó el micro y cantó una canción en ladino aprendida de sus ancestros sefarditas mientras frotaba con el arco el contrabajo. Aún le quedó tiempo para cantar Shalom shalom en hebreo. Para entonces ya había logrado poner a corear a todo el recinto que lo despidió con ovación.

Dianne Reeves : La miel en los labios
viernes 11 de julio - Parque del Majuelo - Almuñécar - Aforo completo: 1000 personas. 
por  Enrique Novi
Como bien reconoce el programa editado por la organización del Festival, en los últimos tiempos hemos asistido a la proliferación de multitud de cantantes femeninas que los sellos discográficos, seguramente motivados por la consabida crisis y buscando el saneado bolsillo del público adulto, promocionan bajo el epígrafe de jazz, aunque estilísticamente muchas de ellas poco o nada tengan que ver con el género. El propio Jazz en la Costa contó en su edición anterior con la escandinava Rebekka Bakken como muestra de ello. En la actual sin embrago, los programadores han decidido resarcirse y devolver el protagonismo al jazz vocal de categoría. Y para ello pocas voces tan dotadas y exuberantes como la de Dianne Reeves, que por momentos parece apropiarse del espíritu y la garganta de Sarah Vaughan, con la que ha sido recurrentemente relacionada. Si hay una cantante que recoja su herencia y la de las grandes voces del jazz del S. XX, Ella Fitzgerald, Carmen McRae o Dinah Washington, esa es sin duda esta mujer, que ya era conocida del público granadino por su memorable actuación de hace un par de años en el Festival de invierno de la capital. Había expectación por ese motivo y por ser el concierto inaugural, que siempre aporta un plus de inquietud. El caso es que puede que por el recuerdo de entonces, puede que por la brevedad del show -apenas hora y cuarto- o tal vez por el repertorio escogido, aunque seguramente por todo ello, su paso por el Majuelo supo a poco y para algunos fue un poco decepcionante. Acompañada por su inseparable Peter Martin al piano, James Genus al contrabajo y Kendrick Scott a la batería, más la cálida aportación de la guitarra de Peter Sprage, el elemento diferenciador con respecto a su actuación de Granada, la Reeves ofreció un repertorio basado en su último trabajo, el meloso "When you know", del que interpretó Social call, Once I loved, The windmills of your mind, I'm in love again, Midnight sun y la propia When you kown. Con ellas su repertorio quedó huérfano de los  standards que en otras ocasiones cautivan al público y también renunció a los coqueteos con el blues y ciertas músicas africanas que tan entretenidos han hecho otros de sus conciertos. En su lugar se decantó por las baladas que nutren su nuevo disco y por el sentimiento nostálgico de la música brasileña, con dos composiciones de Jobim, que dieron un tono melancólico a la velada. Sólo cuando presentó a la banda se decidió por el scat, algo que ya se ha convertido en una tradición en sus shows, y mostró un poquito de lo que podía haber hecho con el público, al que dejó con la miel en los labios. Habrá que volver a trearla cuando no tenga ningún álbum que presentar.
La magia del Majuelo
por  Enrique Novi
Un año más, y van ya 21, el rincón tropical de Europa se dispone a inundar sus noches de ritmos calientes. No sólo jazz. También soul, blues, música africana, bossa y son cubano. Como cada año el Festival se abre un poco más a las músicas de otras latitudes, de orígenes lejanos al del nominal jazz pero concomitantes y cercanas al gusto del público que cada noche llenará las butacas del Parque del Majuelo. Y todo en busca de la magia que durante diez días perseguirán artistas diversos en estilos, en planteamientos y en procedencias, como unos nuevos Johnny Carter, el personaje que ideara Cortázar para retratar a Charlie Parker en su maravilloso relato El Perseguidor. El castillo iluminado, la refrescante vegetación y el estupendo clima constituyen un entorno ampliamente alabado que seguro contribuirá a que esa búsqueda dé sus mágicos frutos más de una noche de julio, como ha venido ocurriendo durante los últimos 20 años. Los habituales de Almuñécar saben muy bien que tanto como el cartel importa el escenario único en que se ubica el Festival para que esa sensación mágica e inexplicable se produzca un año más.
El certamen luce este año un cartel variado y de interés, tal vez algo menos llamativo que el de la pasada edición, pero tan compensado como entonces. Los organizadores han logrado una vez más el equilibrio entre propuestas novedosas y grupos con historia; entre artistas que doten al Festival de profundidad y de esencias jazzísticas y nombres que abran el abanico rítmico y melódico con aromas exóticos. El menú confeccionado abunda en la diversidad e instaura su emancipación total del que se celebra en invierno en la capital. Actualmente ya nadie duda de que el de la costa es un Festival con entidad propia y referente para cuantos se celebran en el litoral andaluz durante el verano. Una cita ineludible para los aficionados, en definitiva.
La edición de 2008 la abrirá el primer viernes la cantante Dianne Reeves. Sin lugar a dudas, como ya demostró en el Festival de invierno, una de las voces más poderosas del panorama actual. En la senda marcada por Sarah Vaughan, la Reeves despliega todas sus cualidades para ponerlas al servicio del show. Por algo es considerada la reina de los festivales en todo el mundo. La popularidad que alcanzó por su participación en la película Buenas noches y buena suerte, no hizo sino poner algo de justicia en su carrera. Y a pesar de ser la primera actuación del cartel, a buen seguro que será de las noches más recordadas. La primera pero no la única. Si el año pasado la lánguida Rebekka Bakken relegó el apartado de jazz vocal a lo testimonial, este año la organización parece querer resarcirse y a la de Dianne Reeves se sumará la actuación de otra voz de altura, esta vez en la tradición del soul. Reivindicación tardía de la música con alma, la cantante de Michigan es todo corazón a punto de salir por la garganta. La fusión, uno de los subgéneros más reclamados por los aficionados, también tendrá su noche con Spyro Gyra, que con un punto más abierto al pop y a otras músicas más livianas y enfocadas al baile, como las del Caribe, toman el relevo de Mike Mainiari y Steps Ahead. La que mejora con respecto a la edición anterior es la cuota de latinidad, inexcusable de un tiempo a estas parte en cualquier festival de jazz. La presencia del cubano Roberto Fonseca, que ya impresionara cuando viniera como acompañante de Buena Vista Social Club, también será una de las actuaciones más esperadas del certamen. Y si el elemento latino se ha convertido en obligatorio, otro tanto hay que decir del brasileño. El carioca Ivan Lins es desde principios de los 70 uno de los compositores que más ha contribuido a la difusión de la música brasileña por todo el globo, y figura clave del pop de su país. Sus temas han sido asimilados por multitud de artistas de jazz y es uno de los responsables del perfecto matrimonio vivido desde los 50 por la bossa y el propio jazz. Uno de los conciertos más sorprendentes será el que protagonicen Toto Bona Lokua, un consorcio de músicos africanos que mezclan con sabiduría el jazz norteamericano con los ritmos tradicionales del África eterna. El cartel se completa, además de con la presencia de la última sensación local, el pianista Sergio Pamies acompañado de Antonio Serrano, con dos nombres esperados por el sector más purista del público del festival. El israelí Avishai Cohen, uno de los bajistas más deslumbrantes de la actualidad. Seguidor del gran Jaco Pastorius, Cohen ha sabido insuflar aromas orientales a su música sin traicionar el jazz de alta graduación e inmenso espectro que factura. El otro nombre es que cerrará la actual edición del Festival. El trompetista Terence Blanchard, uno de los más destacados Jóvenes Leones que, con los Marsalis a la cabeza, revitalizaron el jazz clásico durante la década de los ochenta, ha sido de todos ellos el que probablemente haya desarrollado una carrera más relevante y provechosa. Será seguro un broche de oro. 


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