VÍDEO COLECCIÓN: LAGARTIJA NICK EN INDYROCK, DIRECTOS, ENTREVISTAS, ACÚSTICOS...
LAGARTIJANICK
SISTEMA INVULNERABLE
por
Juan Enrique Gómez - IndyRock
17 diciembre Copera Granada
Atmósfera roja, éter, intenso vacío en azul. La nada se convirtió en música, en creación y
miradas al futuro. Lagartija Nick ha encontrado su camino, su espacio en la evolución del
milenio, del final o el principio. Sabían que su objetivo no estaba en elaborar acertados
títulos como "Azora67", "Tao te King", "Mar de la tranquilidad" o "Newton", era la búsqueda
conseguida de una entidad de grupo. "Lagartijanick", a secas, es la clave. Lo demostraron en
el concierto de la Industrial Copera. Cuatro años sin pisar, en solitario, las tablas de la
ciudad de Val del Omar. Esperados y temidos, deseo de volver y miedo al escenario. "Nada,
nada, nada... " Los Arias, Paco Luque y David Fernández han logrado una unidad perfecta, una
armonía inconcebible entre cuatro genialidades procedentes, cada una de ellas, de distintas
galaxias. Por una vez se ha visto una banda en toda la extensión de su significado. La
"lagartija" crece, se adelanta, se envalentona y expresa, con total seguridad, su mensaje.
Esta vez es límpio, coherente, unitario, cargado de conceptos, globalidad y visión. Antonio
Arias reivindica la inovación, la cara oculta de la música. Paco Luque expresa a golpe de seis
cuerdas la carga más electrizante y esquizofrénica de la década. David, escondido tras las
cajas, marca la nueva vida, revitalizadora, incansable, de la máquina. José Angel Arias es la
unidad, la placa madre de un sistema invulnerable. Todos ellos saben de vacíos, de vuelos
inmateriales, de viajes a ningún sitio. Han conseguido fijar el rumbo. Trash, techno, power
rock... ¿Qué importa? No somos dignos.
Todo "Lagartijanick"
corre por mis venas
desde el viernes por la noche.
Se funde con mi piel
y se expande en mi cerebro.
Demasiada luz.
Y cuento los segundos
hasta el próximo estallido.
Hasta el próximo impacto.
Merche S. Calle



FRAGMENTOS DE TIEMPO
LA BANDA DE LA NASA
Por Fernando M. Navarro - IndyRock
Fotos: J. E. Gómez © IndyRock
Hay experiencias en la vida que por su rudeza, su intensidad o simplemente la extrema
conjunción de segundos y dentelladas, se convierten en esenciales, vitales, se convierten en
pedazos de tiempo que quisieras (sin conseguirlo) congelar. Fragmentos diminutos hechos
espacio que se van extendiendo por tu memoria. Y el concierto fue así.

Esperadísimo (sin duda el más esperado de la presente temporada), mítico e inabarcable, el
regreso de Lagartija Nick a los escenarios granadinos no pudo ser mejor excusa para
disfrutar del directo más contundente, emocional y emocionante de los practicados en tierras
patrias. El público (que abarrotaba La Industrial Copera) esperaba atento al primer
destello. Las luces apagadas y "Esferas" sonando. Este ramalazo dance que desemboca en un
recital inabarcable de guitarras dio paso a una descarga casi total del amplio y variadísimo
repertorio de "Lagartijanick" el último disco. De la matemática escisión de "Eter" al viaje
de "Alpha", de la incontenible energía de "Pulsar", "Azora 67" o "Ondas de fluencia" (sin
duda el tema más extremo de todos) al sosiego del astronauta de "Mar de la tranquilidad" o
"No somos máquinas" que sonó desesperada, agobiante. La voz de Antonio Arias mutaba en la de
un androide psicótico o en la de un mercenario del cable, inusualmente introspectivo en
"Dentro" o acertadamente reflexivo en "Tao te king". Hubo momentos en toda esta primera
parte del concierto de auténtico sobrecogimiento; como si un atajo de rebeldes subsistieran
en una Mezquita anónima de un futuro probable, el Mac recitando versos del Corán ante un
público que no podía moverse, un público que no brincó ni bailó en exceso ante la
apabullante cantidad de información y energía que estaban recibiendo; las descargas
guitarreras de "Dentro" o "Pulsar" y la habitualmente sobresaliente presencia en la batería
de ese coloso homicida de la percusión, David Fernández. Tras esto cinco miradas de "Val del
Omar" (el momento más críptico ante la solvencia de los temas antiguos y la potente
accesibilidad de los nuevos), destacando sobre todo "Celeste", canción que se ha convertido
en un emblema (para mí al menos lo es) y que fue seguida de genialidades como "Yo Día y
Orden", "Tactil-Visión" y el coreable (y coreado) himno "Meca-Mística. Entonces el
extrañísimo entramado electrónico (con cetáceos de por medio) de "Help me please" dio paso
al momento esperado por nostálgicos y donde el público terminó de estallar. Primero
"Anfetamina", para pasar a la incombustible y arriesgada interpretación de un tema de
"Omega" el desesperado canto de "Vuelta de Paseo" que Antonio cruza como si no tuviera
precedente (esto es olvidando "Omega" y poniéndolo al día).

"La curva de las cosas" (ese comienzo que augura malas noticias) llevó al público al colapso
emocional que ya no se abandonaría durante el resto de este pequeño revival que incluyó la
acertada y dolorosa "Úsame", y tras, un falso adiós, "Nuevo Harlem" (casi el hijo pródigo
para los aficionados), la radiografía de esos seres electrónicos de "Estratosfera" y el
cierre con "Satélite". Entonces estaba todo dicho, Lagartija volvía a hacerse grande tras
cinco años sin verlos en el escenario. Todo acabaría así de no ser por la última (e
igualmente brillante) propuesta de la banda. Un par de timbales que repetían una y otra vez
el contagioso y a la vez escurridizo ritmo de "Solaz" entonces, David se incorporaba con la
batería a ese percusionista improvisado y estallaba con este tema el incendiario cierre del
concierto. Cuando todo el mundo fue abandonando la sala yo seguía allí. Lo que esa gente nos
había ofrecido esa noche tardaría tiempo en digerirse. Pero todo supo a poco (sé de gente
que hubiera aguantado un par de horas más, otro concierto más), no se puede estar tanto
tiempo sin disfrutar de este torrente de energía, de esta bestial descarga de emociones de
unos músicos que, estando más cercanos a exploradores espaciales, ya se han ganado el título
de banda oficial de la NASA.

Fotos: J. E. Gómez © IndyRock
connotaciones hipnóticas
Antonio Arias es una persona con aura. Algunos dirán que es un visionario. Otros más
prosaicos, que es un alucinado. Habrá también quien diga que tiene una empanada mental que
sólo él puede comerse. A todos les tendremos que dar algo de razón, porque todo eso es verdad.
Lo que parece innegable a estas alturas es que Antonio (Antoñico, para el maestro Morente) es
un artista inquieto. Un tío que supo escapar a tiempo de unos 091 que se repetirían a sí
mismos más de un decenio, que inventó un nuevo proyecto entre punk, garajero y psicodélico que
se llamó Lagartija Nick, que al cabo de poco tiempo era ya el único grupo español de rock con
resonancias industriales y que ha acabado entregándose al trash metal después de coquetear con
lo más sugerente de la electrónica que nos devora. Quitémonos el sombrero, porque eso es lo
que tienen que hacer los artistas: crecer, evolucionar, reinvertarse a sí mismos. Eso es lo
que hace Antonio, engancharse periódicamente a una nueva idea y explotarla hasta aburrirse y
sacarle el mayor jugo posible. Eso hizo con el pop-art, con la psicodelia, con el flamenco,
con el espacio y viene haciéndolo desde siempre con la mística del orden y del caos.
El viernes 17 la familia rockera granadina volvió a reunirse para saludar otra vez a este
Antonio Arias, que es su patriarca desde hace veinte años. Con curiosidad, porque para muchos
de nosotros, los nuevos Lagartija Nick eran toda una incógnita después de la dramática
reconversión de la banda.
El concierto empezó con retraso y mal sonido, dos de esas leyes no escritas que parece que
nunca vayan a cambiar. Durante la primera hora asistimos a la puesta de largo de las canciones
del último trabajo de los granadinos. Algo que definiría como trash místico-sideral. Por decir
algo. Una curiosa mezcla de ingredientes. Veamos: las guitarras del metal más denso unidas a
unas bases rítmicas tan complicadas que a veces te dejan fuera de juego, sin duda
influenciadas por la experiencia de sumergirse en los compases del flamenco. Del flamenco
también vienen en parte las melodías de la voz del Arias, las letanías que parecen martinetes
futuristas, oraciones en un solo tono que parecen buscar el trance al más puro estilo budista.
Y por último la presencia de los sintes y el macinstosh de Ángel Arias, otro elemento abducido
posiblemente por la misma nave que un día se llevó a su hermano.
Lagartija Nick son una banda que consigue hacer interesante un estilo que para muchos no es
nada interesante. El metal adquiere connotaciones hipnóticas y realmente viajamos por un
universo lleno de signos eternos y de drogas benditas. En gran parte, por los textos y por los
ambientes que Ángel va dosificando.
Hasta aquí asistimos a un muy buen concierto, inquietante, un concierto que atacaba más al
cerebro que al corazón y que demuestra que Antonio Arias quiere evolucionar y lo consigue, y
una vez más ofrece un resultado que supera con creces la media.
El problema es que al cabo de una hora y pico, los Lagartija se enfrentaron a las canciones
que hicieron de este grupo uno de los pilares del rock español de la última década. Y aquí
entramos en el terreno del corazón. Canciones tan redondas como "Satélite", "La curva de las
cosas", "Úsame"... llegan a dejar en evidencia las nuevas composiciones del grupo. Por
comparación, uno llega a la conclusión de que perdimos un grupo enorme para pasar a uno
curioso. Porque Juan Codorniú y Miguel Ángel Rodríguez eran dos guitarristas geniales con un
buen gusto a prueba de trash metal, y que quieren que les diga, los malabarismos de Paco Luque
son dignos de respeto, pero me cambio la espectacularidad del titular actual por los sobrios
arreglos de los anteriores. Lo mismo podemos decir de los tambores, que antes eran efectivos y
demoledores y ahora pecan de barroquismo. Y del conjunto, que antes daba más que la suma de
cuatro músicos y ahora evidencia en momentos que falta un poco de rodaje.
Es que uno no puede resistirse a la nostalgia. Lagartija Nick, los de antes, fueron para
muchos el mejor grupo de este país. Y muchos nos quedamos huérfanos con el cambio de dirección
de Arias. Muy respetable como artista que quiere seguir su propio camino y no repetir la
fórmula magistral. Que sin duda sigue haciendo una música digna de respeto y que llega a cimas
ambientales casi perfectas. Pero atrás quedan por lo menos una decena de canciones más que
redondas, esféricas. Y sospecho que esas, no volverán.
En cualquier caso, volvamos a quitarnos los sombreros y postrémonos. Más de dos horas de
concierto y allí no miró el reloj ni el sereno. Y eso no lo consigue casi nadie.
Larga vida a Lagartija Nick, larga vida a Antonio Arias. Que sigan viajando por las galaxias
del sonido y encuentren otra estrella que les de calor. Seguro que nos queda aún mucho por
ver. Que la fuerza os acompañe.




La luz oculta el cielo
Lagartija Nick - I. Copera, Granada - noviembre 2001
Por J. E. Gómez - IndyRock
El espacio interior es una realidad cuando se habla de bandas con la personalidad de Lagartija
Nick. Sonidos procedentes de lo más profundo del universo. Antonio Arias plasma su particular
atmósfera, contundente, sincera, electrizante... La oscuridad de un sistema solar sin luz, sin
estrellas, con sentimientos emanados de la historia. Poemas del siglo XII, de los maestros
árabes, de los maestros del segundo milenio. Lagartija Nick avanza lo que será la música del
futuro sin alardes electrónicos, con la tensión magnificada de la percusión constante,
arrolladora, sin pausa. Bajos como guitarras, guitarras como cuerdas... y la luz cae sobre la
paranoia controlada.
Desde Ulterior, una mirada atrás, hacia las visiones de Val del Omar, la locura de Inercia y
un Su lanzado al espacio y recogido por temas de "Lagartija Nick".
Demasiada luz... el cielo está vacío. En el exterior, llueve.