OCS. un regalo para los sentidos... de nuevoEl lunes podría parecer un día un tanto extraño para un concierto, pero llegaba a la Riviera, uno de los grupos con más solera del britpop, Ocean Colour Scene. Llevábamos tres años sin saber nada de ellos, pero en 2013 han vuelto con "Painting". Este trabajo no ha tenido mucha repercusión, pero mantiene la esencia de los de Birmingham.
Ocean Colour Scene + Stay
22/04/13. Sala La Riviera. Madrid
Fotos y crónica Marina Sanz Domínguez y Javier Alonso Juliá
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Pasadas las 21.30 apareció Simon Fowler y tras él, el resto de los componentes de esta gran banda que en los 90 nos regalaron himnos generacionales. Para los que crecimos escuchando los álbumes "Moseley Shoals", "Marchin' Already", "One From The Modern" o "Mechanical Wonder", es todo un privilegio poder volver a verles sobre los escenarios y rememorar momentos muy especiales. La edad media de los asistentes rondaba los treinta y muchos.
La sala no estaba al completo, pero presentaba un buen aforo. En un inicio se había programado en la sala Joy Eslava, pero se hubiese quedado un poco justa para todo el público que finalmente acudió. Arrancaron con "Painting", tema que da título a su nuevo álbum. Comprobamos que la voz de Simon sigue en forma y no ha perdido su garra.
Todos los asistentes esperaban escuchar los temas de siempre y no tardaron en llegar, porque le tocó el turno en segundo lugar a "The Circle". El público empezó a cantar tímidamente pero poco a poco se fueron calentando sus gargantas viendo lo que se avecinaba.
La banda comenzó ciertamente fría, pero el buen hacer de Steve Cradock a la guitarra y la batería de Oscar Harrison consiguieron meter al grupo en el concierto, que en ciertos momentos parecía estar programado como un robot.
Sonaron "So Low", "Second Hand Car", "Weekend", "Give Me A Letter", "Doodle Book", "Emily Chambers" o "Jane she Got Excavated". Nuevos y antiguos temas se fueron intercalando para disfrute de sus fans.
El rumbo del concierto cambió cuando se escucharon los primeros acordes de "The Riverboat Song". Todo el público comenzó a dar palmas y a corear al unísono uno de los mejores temas de la banda. Siguieron con "Profit in Peace" un himno que ha cruzado fronteras. Muy adecuada para los momentos que corren actualmente.
Continuaron en tono acústico con "Goodbye Old Town" o "We Made It More" y se lanzaron de nuevo con "If God Made Everyone". No podían faltar "This Day Should Last Forever" o "One For The Road", esta última desató las emociones del público más acérrimo. Y como colofón de la noche llegaron "Travellers Tune" y "Hundred Mile High City", para retirarse al backstage.
El público no paró de ovacionar a la banda y consiguieron hacerles saltar a escena para regalarnos tres temas más. El primero de ellos, "Robin Hood", lo interpretó Simon solo con su guitarra acústica. Ciertamente emocionante y relajante, en el que incorporó un guiño al tema "Live Forever" de Oasis. Tras la calma llegó un final vibrante y lleno de recuerdos con "It's My Shadow" y la electrizante "The Day We Caught The Train".
Los que conocemos a la banda desde hace tiempo sabíamos que no iba a ser el mejor concierto de OCS, porque lo que nos dieron antaño fue algo irrepetible, aunque tenerles de nuevo en los escenarios es un regalo para los sentidos, ya que los recuerdos que despiertan en cada uno de nosotros son impagables. Acabar el lunes con esta banda sonora te da fuerzas para afrontar la semana.
Industrail Copera Granada, 16-02-2000
Organiza Musiserv
OCEAN COLOUR SCENE
Barcelona, Hard Rock Café, 24/3/2009
por Elisenda Hernández Janés - IndyRockTodavía no puedo acabar de creer lo que sucedió ayer en el concierto de Ocean Colour Scene. Me cuesta creérmelo, porque nunca antes había visto un espectáculo tan lamentable, y mira que he ido a conciertos y he visto a gentes acabadas y pasadas de vuelta. Pero tal vez por el contexto estridente y desmadrado en el que éstos se llevaron a cabo, en el que los excesos del rock’n’roll hacían más justificables el perjudicado estado de los artistas, o tal vez por no tener tantas espectativas puestas en ellos como las tenía en Ocean Colour Scene, nunca me habían hecho sentir la vergüenza ajena que ayer por la noche me hicieron sentir Simon Fowler y Steve Cradock.
Anunciado como un concierto acústico e intimista en beneficio del hospital de Sant Joan de Deu, en un restaurante de aforo mucho menor al que ellos estan acostubrados a llenar, el concierto ya empezó con mal pie cuando Steve Cradock y su mujer salieron al escenario y estuvieron más de media hora aburriéndonos con las insípidas canciones de su album de debut. Pronto, la agresividad que caracterizó al músico toda la noche se hizo patente cuando Steve espetó a un sector de la audiencia con un desagradable: "Can you stop the fuckin chatting!?" (algo así como: ¡¿podeis cerrar la puta boca!?). Su mujer pone cara de circunstancias. ¿Pero qué se ha creído este imbecil?, pensamos todos.
Finalmente, aparece Simon. Abren su actuación con las mitiquísimas "The riverboat song" y "The circle" y desde el principio queda claro que el hombre está como una cuba, ya no tanto por su interpretación, que a pesar de que carente de cualquier sentimiento, no deja de ser afinadísima, sino por sus sonrisas bobaliconas y sobretodo, por sus balbuceos ininteligibles entre canción y canción. Las siguen "Traveller's tune", una versión de Paul Weller que no reconozco y la nostálgica "So low". Esta vez, menos mal, la canción no pierde toda su personalidad y belleza como sucedía unos minutos antes con la delicada "The circle", una de mis favoritas, sino que consigue conservar algo de su natural espenditud e incluso arrancar algún canturreo entre la audiencia. Dedican su himno en contra de la guerra "Profit in peace" a los niños que necesitan cuidados en los hospitales, a los cuales van dirigidos la recaudación del concierto. Sin embargo, todo lo encomiable de su mensaje pierde total credibilidad mientras el “we don't wanna fight no more" del estribillo es tatareado por un Simon abotargado con el brazo en alto sujetando una pinta de cerveza.
"Nort atlantic drift" "Foxy's folk faced", "Better day", el público se va animando pero Steve no está contento: alguien en las primeras filas le perturba. Le vemos hacer muecas y gestos amenazadores, lanzar improperios y miradas fulminantes. Simon, por su parte, más conciliador, se limita a cambiar la letra de las canciones (tal vez para hacerse el gracioso, tal vez porque con la cogorza que lleva encima no se acuerda de la letra original, es difícil saberlo) y entre "la la las" y murmuros que no tendrían que estar, va incluyendo palabras de mofa hacia el misterioso personaje. Muy ofensivo tiene que ser este hombre de las primeras filas, me digo, pero por muy ofensivo que pueda llegar a ser, nada justifica lo que sucede a continuación: Steve baja del escenario y le pega una bofetada.
Nos quedamos todos helados con aquel gesto, se suceden abucheos y aplausos, se escuchan risas pero también se palpa consternación y desconcierto. Lo absurdo de la situación resulta cómico, no voy a negarlo, pero al mismo tiempo, nos sentimos tristes al ver a un músico al que admiramos convertido en un hooligan agresivo y borracho. Suerte que no querían luchar nunca más, comentamos entre dientes con una risa amarga.
Como para dejarnos recuperar del surrealista sobresalto, los dos desaparecen por unos minutos, tras los que aparece Simon sólo y protagoniza un nuevo bochornoso episodio: al subir el escalón que le lleva al escenario, pierde el equilibrio y se cae al suelo. En aquel momento yo, de verdad, siento pena. Le ayudan a levantarse, se sienta de nuevo y empiezan a sonar los primeros acordes de "Robin Hood", una de mis canciones favoritas, su triste y desgarrado lamento hacia la infancia perdida que tantas veces me ha emocionado en la soledad de mi habitación... pero la verdad, tras todo lo sucedido, aquello ya no emociona a nadie.
Tras "The day we caught the train", se despiden como si nada hubiera pasado, thank you very much, muchas gracias, el público sale del recinto y atrás queda, probablemente, el concierto que más me ha decepcionado en mi vida. Y de acuerdo, cierto es que todos hemos bebido alguna noche más de la cuenta y nos hemos puesto en ridículo en más de una ocasión, pero yo nunca he ido a trabajar completamente borracha y he agredido físicamente a los que me pagan el sueldo, por muy mal que éstos me trataran. Y eso es exactamente lo que se dedicaron a hacer los Ocean Colour Scene. Ayer por la noche, en aquel restaurante de hamburguesas y pintas gigantes, un mito de mi adolescencia y juventud se me cayó al suelo. Literalmente.
OCS, canciones sencillasIr a una sala incrustada en una especie de complejo deportivo-comercial gigante le quita todo el feeling a cualquier concierto. Encontrar Aqualung, una especie de Mall (como dirían los yanquies) estilo Kevin Smith con restaurantes (la mayoría yanquies), tiendas (idem) y un complejo deportivo anexo, ya es de por sí difícil, y eso que ocupa una superficie gigante. Una vez dentro y entre familias que acaban de salir del cine y se toman un helado en una terraza o una pareja que sale de jugar su partidito semanal de Squash, localizar la sala Divino también lleva su tiempo. Ya en el interior del recinto y a salvo de domingueros pegajosos y franquicias chupasangres se huele a concierto (al fin) con un casi lleno abrumador. Los chicos de Ocean Colour Scene, lejos de mojarse demasiado, amarraron el concierto a las primeras de cambio abriendo con una incendiaria "100 mile high city", seguida de "Profit in peace", primer single de su anterior trabajo "One for the modern", y del primer sencillo de su recién estrenado "Mechanical Wonder", "Up on the down side". Tras tres canciones la gente ya era suya.
Cronica 29-05-2001. Madrid. Sala Divino Aqualung.
Por Jesus M.Marcos - IndyRock
Por si acaso, tras una espléndida "In my field" que bien puede lindar con los últimos Pink Floyd, decidieron el envite a su favor con "Traveller´s Tune". Ahora sí que lo tenían en su mano. Una voz poderosa, una guitarra incandescente y un bajo peleón mantuvieron durante más de hora y media la tensión alta en la sala. Mención aparte para una batería dinámica, precisa y juguetona que, instrumentalmente hablando, es lo mejor de este grupo. Porque musicalmente hablando no se debe olvidar la calidad de sus canciones. Para mí, casi se pueden contar con los dedos de las manos. Para el resto del público OCS tienen muchos más himnos. Y es que nunca imaginé que este grupo fuera a tener una legión tan apasionada de seguidores.
Ya en el concierto de Benicassim en el año 1999 pensé que lo que había visto había sido un espejismo, pero no. Aquí estaban todos ellos otra vez, coreando cada canción, saltando y gritando a medida que el grupo iba desgranando nuevas canciones como "Biggest thing" o la propia "Mechanical wonder", éxitos como "Better day" o "The riverboat song" y dos temazos: "I am the news" y "July". Vamos, una maravilla. Una maravilla que a lo largo del concierto llegué a entender. Porque con tres acordes OCS demuestran que saben hacer muchas más cosas y mejor que otros grupos con más pretensiones. Simplemente hacen canciones sencillas y bonitas, casi preciosistas, trabajadas y con garra. Para empezar los bises, y conociendo cual es la relación entre los miembros de OCS y los hermanos Gallagher, el cantante Simon Fowler cantó dos párrafos de "Live Forever". Pese a ser una grandísima canción (que lo es, y lo seguirá siendo), sigo pensando que, pese a los piropos de Noel Gallaguer sobre OCS, el estrechar lazos con Oasis después de echar un vistazo a su trayectoria como grupo y como personas no creo que sea la postura más acertada. Acierto que sí se vio en la comunión entre artista y público a lo largo de la veintena de canciones que el grupo presentó, y que finalizó con "get away", la última canción de su primer trabajo.
Quizás les falte esa profundidad, esa evolución (maldita palabra) y esa compensación necesaria en todo repertorio, pero si nos ofrecen seis joyas y unas cuantas buenas canciones, tampoco les vamos a pedir más. Eso sí, cuidado, porque los sesenta pasaron y la maquinaria de hacer himnos a alguno que otro le ha acabado fallando.
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