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PINK FLOYD
Richard Wright fue, para muchos, el talento oculto
dentro de esa amalgama de personalidades que confirmó a Pink
Floyd como una banda que hizo de la creatividad y la innovación
bandera destacable de una generación de bandas que nació al
cobijo de las escuelas de arte londinenses. No fue el caso de
Richard Wright tan evidente como el de sus compañeros Syd
Barrett o Roger Waters. Pero contribuyó en su justa medida a
conformar un sonido que se apoyaba solidamente en los cimientos
que él construía con sus teclados. Con la muerte de Wright, el
mundo del rock pierde a un creador que dejó huella indeleble en
composiciones de la magnitud de "Atom heart mother" o "Shine on
you crazy diamond", cuya intro de teclados lisérgicos ha pasado
a la historia por meritos propios. A pesar de su peso
compositivo, Wright nunca disfrutó del merecido reconocimiento,
incluso entre sus propios compañeros. Curiosamente, Waters,
antes de hundir definitivamente a Pink Floyd a comienzos de los
80, le dejó fuera de "The Final Cut". Y Gilmour, un lustro
después, al retomar la nave con "A momentary lapse of reason",
le acreditó simplemente como colaborador. Las cosas volverían a
su cauce años más tarde, con "The division bell" y su posterior
gira. E incluso, en estos últimos años, Wright ha podido
disfrutar de una posición privilegiada como teclista de
acompañamiento en la última gira de David Gilmour, donde cobraba
protagonismo al poner su voz, además de los teclados, en
composiciones clásicas de los Floyd como "Echoes" o "Confortably
numb". Ahora, en su muerte, le recordamos, y no podemos evitar
pinchar, una vez más, un viejo clásico de la banda de la que
formó parte imprescindible, y cuyo sonido no dejará de
acompañarnos a través de los tiempos.
10 canciones para recordar a Richard Wright:
1. Shine on you crazy diamond (Wish you were here)
2. Us and them (The Dark Side of the Moon)
3. Money (The Dark Side of the Moon)
4. The great gig in the sky (The Dark Side of the Moon)
5. One of these days (Meddle)
6. Echoes (Meddle)
7. Summer ´68 (Atom heart mother)
8. A saucerful of secrets (A saucerful of secrets)
9. Sysyphus (Ummagumma)
10. Interstellar overdrive (The piper at the gates of dawn)
(Por
Jesús Sánchez - IndyRock)
David Gilmour
escribe en Davidgilmour.com sobre Wright
"No one can replace Richard Wright," he wrote. "He
was my musical partner and my friend.
"In the welter of arguments about who or what was Pink Floyd,
Rick's enormous input was frequently forgotten.
"He was gentle, unassuming and private but his soulful voice
and playing were vital, magical components of our most
recognised Pink Floyd sound.
"The blend of his and my voices and our musical telepathy
reached their first major flowering in 1971 on 'Echoes'. In my
view all the greatest Pink Floyd moments are the ones where he
is in full flow.
"After all, without 'Us And Them' and 'The Great Gig In The
Sky', both of which he wrote, what would 'The Dark Side Of The
Moon' have been?
"Like Rick, I don't find it easy to express my feelings in
words, but I loved him and will miss him enormously."
SYD
BARRETT. LA RISA DE LA LOCURA.
Por Jesús Sánchez - IndyRock
11-julio 2006.- Cuando a mediados de los sesenta todo el
vanguardismo artístico europeo se concentraba en los
campus ingleses, atestados de estudiantes de arte, arquitectura
y demás, se propició un caldo de cultivo en el que tuvieron la
suerte de cocerse diversos movimientos del avant-garde del
momento. Los Pink Floyd de Syd Barrett, fueron seguramente,
junto a Procol Harum o Soft Machine la banda más prometedora del
movimiento. Mucho ácido, mucha ensoñación...diversos artes y
sustancias confluyendo en una misma expresión artística. Menudeo
de sicodélicos alucinados, la Inglaterra de la época compartía
el nihilismo que se fagocitaba a sí mismo en la soleada
California. Pero, mientras que en Frisco o L.A. la meta era el
fornicio y el viaje psíquico ayudado de sabe dios qué
sustancias, en el U.K. menos monárquico pero no menos
flemático de la historia importaba el contenido de la
manifestación misma. El arte, en esencia, sin saber lo que era
realmente "arte" o si aquello realmente lo era o no. Syd
Barrett marcó un hito en este sentido. Alejado de los sonidos
del pop inglés de la primera mitad de la década de los sesenta,
el Syd que nos llegó fue un personaje creado a partir de una
evolución mental personal. Tal vez Syd, en sus primeros años
como estudiante-músico-poeta-creador-todo no tuviera aun un
ápice de la locura que poco después se lo llevara por delante.
En cualquier caso, aquel Syd, el que creó el mito alrededor de
sí mismo (y sin pretenderlo, alrededor de sus compañeros
de banda) con canciones sobre bicicletas, dioses
astronómicos y distorsiones interestelares, nos dejó disco y
medio que están considerados por muchos como abecedario del rock
psicotrónico de finales de los sesenta. Exageraciones aparte, su
mayor virtud fue no querer creerse su propia genialidad, esa que
muchos, a mi juicio injustamente, le atribuyen. Barrett, como
sus compañeros, supo hacer lo que había que hacer en el momento
adecuado. Y justo, en las puertas del reconocimiento, la locura,
esa amante necia y sorda a la que no puedes abandonar, se lo
llevó consigo a la vuelta de una esquina. Sin apenas despedida,
en un ejercicio de dejación de funciones, sus compañeros
hubieron de aprender a salir adelante (¡y como!) sin él. Dicen
los que le trataron en su momento, que Syd era un ser
inteligente, dulce y a veces hasta divertido. Lo que sí ha
quedado claro es la gran influencia que ejerció sobre quienes le
trataron, basta ver el poso que dejó en los Floyd de los años
venideros, con "Wish you were here" como homenaje final con
extraño carácter seudo-póstumo. Dicen que Syd visitó a sus
compañeros durante esa grabación, y que estos no le
reconocieron. El personaje vitalista, inquieto, se había
transformado en una sombra de lo que fue. Hoy, más de treinta
años después, Syd abandona el mundo de los cuerdos que creen
serlo sin serlo, para pasar al de los que realmente son
conscientes de que YA no lo son. En su nueva aventura
seguramente surjan nuevas y oscuras tonadas, y allá donde vaya
causará ruido, mucho ruido. Buen viaje, Syd.
Muere a los 60
años Syd Barrett, uno de los fundadores del grupo Pink Floyd (EP/AP)
- Ideal Uno de los fundadores del grupo de música Pink
Floyd, Syd Barrett, ha fallecido a los 60 años de edad, según
informó hoy una portavoz de la banda. El músico, que llevaba
varios años apartado del mundo, murió hace algunos días, según
la portavoz, que no precisó la causa del deceso.
Barrett sufría diabetes desde hacía muchos años. En 1965
fundó Pink Floyd junto a David Gilmour, Nick Mason y Rick
Wright, y compuso varios de los éxitos iniciales del grupo. Su
rock, con cierta fusión de jazz, convirtió al grupo en el
favorito de la corriente psicodélica londinense, y en 1967 su
álbum 'The Piper at the Gates of Dawn' --compuesto
mayoritariamente por Barrett, quien también tocaba la guitarra--
fue un éxito comercial clave. Sin embargo, Barrett
era muy inestable psicológicamente, a lo que se añadía el
consumo de LSD. Su comportamiento errático empeoró hasta que
abandonó el grupo en 1968, cinco años antes de que Pink Floyd
lanzara su álbum más popular, 'Dark Side of the Moon'. Fue
sustituido por David Gilmour. Barrett lanzó además
dos álbumes como solista --'The Madcap Laughs' y 'Barrett'--,
pero poco después se retiró de la escena musical por completo.
El artista pasó el resto de su vida en un ambiente tranquilo en
su pueblo natal de Cambridge (Inglaterra), donde se le veía a
menudo paseando en bicicleta o yendo a la tienda de la
esquina. Aunque la carrera musical de Barrett fue breve,
sus canciones llenas de fragilidad y nostalgia inspiraron a
muchos músicos, desde David Bowie hasta los otros miembros de
Pink Floyd, que grabaron el álbum 'Wish You Were Here' en
homenaje a él. La portavoz de la banda explicó que se celebrará
un funeral pequeño y en privado. (11 julio 2006)
IS THERE ANYBODY
OUT THERE.
The Wall Live.1980-81 PINK FLOYD
Por Jesús S - Indyrock
Es dificil empezar una review de un disco como éste, por una
sencilla razón: se trata de un clásico, no de lo último de un
grupo de moda; no se trata de analizar si tal o cual grupo "han
vuelto a sus orígenes" o "han decepcionado en su nueva entrega".
Estamos ante una obra magna del rock, un disco respetado por
todos o casi todos los que amamos la música, sea de la época que
sea (aunque siempre habrá algún snob que salga con típicos
comentarios ultra-estereotipados acerca de esta banda). Es para
mí todo un goce poder escribir acerca de esta obra, no siempre
tiene uno la oportunidad de ver esta clase de discos en la
sección "Novedades" de una megastore. De ahí mi satisfacción al
poder hacer este comentario: "The Wall - Live" es un disco nuevo
y clásico a la vez. Y uno no tiene muchas oportunidades de
escribir sobre este tipo de obras que te han marcado a lo largo
de tu vida. No habrá un "Morrison Hotel - Live" o un "Apetite
for destruction - Live" o un "Physichal grafitti - Live"...pero
gracias al cielo si tenemos Muro en directo, y eso es todo lo
que necesito para pasarme estos sesenta minutos enfrente del
ordenador.
Bueno, os pongo en antecedentes, el que escribe esto es un fan
de Pink Floyd a muerte. Así que antes que nada quiero suponer
que el que lea esto lo es también, o al menos se quiere acercar
a esta obra de la mano de alguien que ha "mamado de las ubres de
Roger Waters" durante buena parte de su vida. (Vale, el
entrecomillado es pura mierda, lo reconozco).
1978. Roger Waters, el genio, el introvertido, el cada vez más
harto del negocio, decide parir sus fobias en forma de
¿opera-rock?...no, eso suena pretencioso...digamos que empieza a
sacar cosas de su cabeza, las pasa por el piano y la guitarra y
se las va mandando a David Gilmour para que las vaya arreglando.
Y saca de todo: sobre todo fobias (la guerra, la madre super
protectora, las drogas, el estrellato, la depresión, el
fascismo). Pink Floyd lleva, como grupo, tres años sin sacar
material nuevo, y ya va siendo hora de meterse en el estudio. El
resto de miembros del grupo acompañan a Waters con indiferencia.
Por aquella época estaban bastante hartos los unos de los otros.
Cuando Richard Wright ve lo que van a hacer, dice que él no pasa
por el aro, que se saque el disco él sólo y se meta sus fobias
por donde le quepan. Gilmour lo convence y todo empieza a
perfilarse, con la ayuda de Bob Ezrin en la producción. En todo
caso es el disco de Pink Floyd donde menos peso tiene el
teclista (junto con "The final cut", donde ni aparece).
A la vuelta de dos años, el doble disco está en la calle...vende
lo inimaginable, recibe elogios de todos, se pilla mucha pasta,
y deciden irse de gira. Pero no una gira cualquiera, sino LA
GIRA. Es decir, no sólo cerdos volando por encima del público o
proyecciones de imágines alucinógenas detras de la banda...nada
de eso. Bueno sí, todo eso y mucho más: toda una escenificación
con bloques de muro, muñecos gigantes, etc. Se compran una carpa
gigante donde lo montan todo...serán ellos cuatro y un centenar
de personas trabajando, cubriéndole las espaldas: en lo musical,
tres coristas masculinos, otro bajista, otro guitarrista (nada
menos que Snowy White), otro batería...y en lo técnico:
operadores de gruas-marionetas, obreros para un muro de
dimensiones gigantes que se construye a lo largo de la primera
parte del show para ser derribado al final, en fin, el desmadre
de los montajes escénicos. La gira visita pocas ciudades, son
pocos los que tienen el privilegio de verlos, y acabada la gira
todo el mundo se pregunta el porqué de ese mutismo, al menos
deberían circular fotos de los shows, pero ni eso, el grupo se
lo reserva para tenernos en vilo...durante 20 años. Hasta hoy.
Llega Alan Parker y guioniza "The Wall" con Waters. La peli es
todo un éxito y sirve para que el gran público entienda de que
va toda la historia. Un año más tarde, en plenos años 80, Waters
pare una especie de epílogo al Muro, "The final cut", donde el
nivel baja bastante, aunque incluye algunos temas que
perfectamente hubieran encajado en "The Wall". A partir de ese
momento ya todos conoceis la historia: disolución del
grupo..tirones de pelos...batallas legales por el
nombre...Gilmour toma las riendas y revitaliza el sonido (aunque
sin el talento de Waters se pierden tres cuartas partes de la
magia)...más tirones de pelos: "Gilmour es un pobre hombre que
me da lastima" (Roger Waters en 1.999).
David Gilmour y Roger Waters no se pueden ver. Eso parece un
problema a la hora de ponerse de acuerdo con qué hacer con las
grabaciones de la gira de "The Wall". Además Gilmour parece cada
vez más involucrado en los proyectos de Paul McCartney, e
incluso aparece como guitarrista de su banda en el nostálgico
show del ex-beatle en "The Cavern". Numerosos (e interesados)
intermediarios hacen su trabajo poniendo de acuerdo los dos
egos. Y gracias a Dios, porque el resultado no podía haber sido
mejor.
Lo que nos encontramos en estos dos cd´s no es un concierto
grabado de principio a fin, sino que se trata de una selección
de las mejores tomas de la gira, pero mezclados como si de un
único show se tratase y guardando la coherencia del disco
original. El sonido es impecable (sólo un poco mal equalizado en
el primer tema "In the flesh?"). La ejecución es perfecta.
Gilmour puntea como él sólo sabe hacerlo en temas como "Mother",
"Hey you" o "Confortably numb". La banda de apoyo hace su
trabajo a la perfección. Es un disco para ponerlo fuerte,
sentarte tranquilito, y escucharlo de principio a fin, con los
ojos cerrados y visionando en tu mente como debieron ser esos
grandes momentos del show: el helicóptero de "The happiest days
of our lives", el gran muñeco-madre de "Mother", los
pajaros-misil de "Goodbye blue sky", el momento de angustia
vital de "Hey you"...hasta el mágico final con "The trial", ese
auto juicio a la propia conciencia en el que todos los fantasmas
interiores de Pink (Waters) salen al escenario para dar su
versión de los hechos. De todas maneras, el Muro es eso y mucho
más, y merece la pena ir descubriéndolo por uno mismo. Y si
encima te pillas la edición limitada con libro de fotos y
comentarios de Waters, Mason, Gilmour, Wright, y el genial
Gerald Scarfe (autor del diseño de los muñecos y de las escenas
animadas de la película), mejor que mejor. Nadie, nunca, jamás,
ha dado más por mil duretes.
Discografía
The Piper at the Gates of Dawn (1967)
A Saucerful of Secrets (1968)
Music from the Film More (1969)
Ummagumma (1969)
Atom Heart Mother (1970)
Meddle (1971)
Obscured by Clouds (1972)
The Dark Side of the Moon (1973)
Wish You Were Here (1975)
Animals (1977)
The Wall (1979)
The Final Cut (1983)
A Momentary Lapse of Reason (1987)
The Division Bell (1994)
The Endless River (2014)
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