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FOTO: Male Bonding (foto: Inma Varandela)




PRIMAVERA CLUB


Barcelona y Madrid del 22 al 27 de noviembre.
San Miguel Primavera Club 2011
Por Rafa Carazo – IndyRock

Tras la sexta edición en su haber, el festival Primavera Club ha alcanzado la absoluta consolidación. Tal y como está el patio, la música en directo es el salvoconducto de las bandas para tener su pequeña ventana al público. Ymás que una ventana esto es el escaparate del más grande centro comercial.
El Primavera Sound era un festival y el Primavera Club era su hermano pequeño, su showcase de invierno, y decimos “era” porque ahora son mucho más. La marca Primavera es un todo. Un todo que se expande como una mancha de aceite. Una marca que va sobre ruedas y no parece que su abanico de oferta tenga fin.

Por fin nos topamos con la palabra clave: “oferta”. Sí, en el sector musical hay más oferta que demanda. El postulado, principio o incluso ley básica del modelo económico se hace trizas. Infinidad de grupos para oídos saturados, abundantes sellos para clientes despistados, numerosos canales de distribución en los que clickar,  inmensidad de casas de producción buscando el evento que alimente sus facturas. Y ahí aparece el Primavera para poner orden y destrozar esquemas: todo lo que ofrece se consume, canaliza la oferta artística colocando a grupos que por su cuenta no moverían ni a diez almas ante concurridas audiencias, vende el papel antes de anunciar quién concurrirá. La era digital ha favorecido su eclosión pero son años y años de savoir faire los que permiten (y hacen merecer) un éxito así, otra vez chapeau.

Aparecerán críticas, la distancia de las salas entre sí, los horarios vespertinos y solapados, los aforos limitados, los precios, las diversas categorías de entradas… pero no será aquí donde se nombren los peros.

El hermano pequeño del Primavera Sound agudiza el carácter de festival urbano que ha sido siempre la seña de identidad de esta marca. A caballo por distintas salas de las dos principales urbes de nuestra geografía se sucedieron una serie de conciertos durante un período nada desdeñable de 6 días. Un cartel propio del Tanned Tin, salvo por Fleet Foxes y Vetiver (que se vendían separados y para los que este medio no obtuvo acreditación). Innovador e ideal para descubrir las nuevas tendencias de la música indie internacional que pasan principalmente por la melodía beachboyniana lo-fi y por el abuso (no siempre acertado) de los laptops. Pero el Primavera, por suerte, no se encasilla y cubre cualquier estilo o género ligado al pop, el hip hop, el rock, el soul, la experimentación o la electrónica. 

La organización del Primavera vuelve a rozar la perfección, por la elección de los artistas y la capacidad de los recintos. Infinidad de artistas desconocidos pero todos a un admirable nivel de calidad. Todas las salas colgaban el aviso de “aforo limitado” por el evidente riesgo de que alguna de las actuaciones atrajera más atención de la esperada. Se produjeron llenos pero no incomodidades y eso que, una vez más, se agotó el papel.

Este fue nuestro recorrido.

Little Barrie
Trío de testosterona, pelazos y electricidad. Trío clásico de guitarra, bajo y batería. Trío de una voz principal y dos de coro. Trío al uso. Trío de base sesentera (y sementera) pero con reminiscencias al Londres de los noventa, a las bandas de neo psicodelia que evocaban a sus ídolos de antaño. Hay mucho de Kula Shaker y lo hay aún más del Kula Shaker que versionaba “Hush”. También flotaban The Black Crowes por el ambiente.
Concierto de más de una hora, largo para abrir un festival, pero que no decayó gracias al virtuosismo de la guitarra y a la frescura de algunos de sus temas. 

Charles Bradley 
¡Vaya temperamento!. La Sala Caracol abarrotada asistió a la apabullante puesta en escena en Madrid de este mago del soul, quien, a pesar de estar bien entrado en años, sólo tiene un álbum de estudio.
Durante hora y media larga Embajadores era el corazón de Harlem y sobre el escenario se desgañitaba alguien muy parecido a James Brown, tampoco lucía un buen tipo. Charles tiene 63 años, agita el cuerpo como un poseso y canta, berrea, cae desplomado y se desgañita como si estuvieran a punto de abrírsele las carnes. Soul y funk quintaesencial para sudar la camiseta desde el minuto uno.
Acompañado por una magnífica banda, saxo y trompeta a los vientos, bajo, batería, gitarra y teclado en formación clásica. Un total de seis secuaces para abrir ponerle alfombra roja a una voz que se defendería sobradamente sobre barro.

Still Corners
La primera gran revelación del festival. Vespertino y extraño concierto que, a contrario de lo acostumbrado, fue de más a menos ya que se vieron mermados por algunos problemas técnicos. La banda, habitualmente un duo, se presentó en formato cuarteto con continuos cambios de instrumentos que demuestran la flexibilidad del grupo para alcanzar diversas atmósferas (imposible decidirse por quién de los tres miembros masculinos tocaba mejor la guitarra).
La voz de Tessa Murray acompaña las evocadoras composiciones en un ejercicio más propio de Beach House que de cualquier otra banda con la que se les compare. 
Pop ensoñador que, tras la buena sensación que dejó “Remember Pepper?” (2007) les ha abierto las puertas del prestigioso sello Sub Pop que ha incluido en su catálogo “Creatures Of An Hour” (2011).
Perfección en las guitarras, en los teclados y en la batería acompañada de ritmos pregrabados. Atmósferas flotantes. Dream pop, dream gaze, dream music. “The White Season” es, tras su paso por España, la nana de este invierno.

Verónica Falls
Si en 2010 el indie se rendía ante Best Coast (y su album “Crazy for you”) y Wild Nothing (con su “Gemini”), sin que quedaran muy claros los méritos de ambos combos cuando quedaban nítidamente marcadas las costuras de sus deficiencias, el año 2011 está siendo el de Veronica Falls. Estos londinenses, en su álbum, no dejan de ser otra banda de indie pop un tanto ñoño, un tanto destartalado que esconden su defectos bajo el paraguas de un ruido que acrecienta aún más su tufo amateur (la desgana de los coros masculinos en “Wedding Day” es exasperante). 
Sin embargo su paso por el escenario del Primavera Club cerró bocas. Sonaron agudos, nítidos, deliciosamente oscuros. “Found Love in a Graveyard” y “Right Side of My Brain” fueron más que dos singles resultones.
Y aún ganan más enteros cuando abandonan la prisa para asentar su discurso (“Veronica Falls”) o cuando se miran en el espejo del sello Fortuna Pop (“The Box” o “Starry Eyes”, versión de Roky Erickson). Respondieron con creces a la expectación creada con su debut. 

Givers
Hay emociones difíciles de explicar. Es fácil narrar la felicidad dentro de nuestra piel pero la cosa se complica si queremos describir el efecto de una buena acción sobre la felicidad ajena. Y eso es precisamente lo que aquí nos ocupa. Todas y cada una de las personas que acabaron llenando la sala hicieron feliz al quinteto americano.
Estaban rebosantes de agradecimiento, felices ante la respuesta y completamente desbordados de dicha al hacer disfrutar a tanta gente. Pero si consiguieron esa respuesta del público fue por la rabiosa vitalidad, desde el primer segundo de concierto, de los dos vocalistas, él, Taylor Guarisco, que rasgeaba la guitarra apasionadamente, ella, Tiffany Lamson, que e acompañaba de ukelele, xilófono y tocaba una segunda batería con una fuerza descomunal, y del batería, Kirby Campbell, que llevaba al grupo en volandas.
Pero no solo la vitalidad fue la clave del éxito, también lo fue la juventud de la banda, la felicidad que les embargaba y, sobre todo, las traviesas composiciones de “In light” (2011) que no solo no dejan pausa sino que inhiben la conciencia y te dejan en el África más tribal sin rumbo ni brújula, imposible adivinar si a la canción le quedan diez o dos minutos, si el siguiente cambio será para bien o para mal, si la versión del “This must be the place (Naive Melody)” de Talking Heads es una broma, si esa violencia en la doble batería pondrá fin al tema o marcará otro salto sin red hacia un nuevo ritmo aún más contagioso, aunque parezca desacompasado. Y ellos siempre a tope, siempre cargados de energía para acabar gritando a la masa “Ahora mismo saldremos ahí fuera para conoceros y dar las gracias a todos y cada uno de vosotros”. El placer fue nuestro. El día en que consigan coponer canciones más redondas y melodías más lineales les habrá salido rival digno a Vampire Weekend. Rival hardcore.

Gem Club
Mientras Vetiver abrían paso a Fleet Foxes el resto de salas seguían con su actividad. Y fue ahí cuando la nostalgia invadió a los perdidos cuerpos que andaban por recintos sin bullicio. El indie, hace años, interesaba a pocos. Ahora, menos mal, se ha abiertopaso hacia audiencias más pobladas y lo ha hecho por méritos propios (el nivel de calidad es altísimo) y ajenos (la revolución digital y las marcas como Primavera son algunos de ellos). Pero llegar una tarde de invierno a una sala en la que apenas hay una treintena de personas y enfrentarse cara a cara con un grupo como Gem Club, hizo a cada asistente reencontrase con el pasado. Por un pasado de canciones cálidas que vienen del frío, un pasado de melancolía (esa bilis negra), un pasado invernal.

Abrieron con “Flax” (DE “Acid and everything” su primer ep) la canción que resume a la perfección el sonido de la banda. Teclado Nord (Stage 2) envolvente, voz de peso, calma en la ejecución, violonchello que tapa silencios, campanas a modo de xilófono, algún acorde de Korg... Pop minimalista, cargado de fuerza con solo tibios detalles, alguna base rítmica y segundas voces femeninas. Pop de libro y algún eco a los australianos Sodastream. Hermoso concierto invernal que terminó con “Twins” y “252”.

Superchunk
La música pop tiene una cargada historia. El Primavera siempre echa ojos atrás y rescata aquellas bandas cuyo peso ha sido tan grande, que se han visto obligados a volver a los ecenarios para reencontrarse con el público que los encubró y para que nuevas generaciones recuerden el legado que dejaron. 
Los comebacks siempre han estado a la orden del día en este festival y el más sonado de este año era el de Superchunk. Pasando por los 90 el indie-rock le debe algunas copas a los americanos. Demostraron estar en plena forma, sólidos, compactos. Guitarras envolventes y voz entregada para repasar una carrera cargada de hits.

John Maus
Ante un cartel cargado de promesas y poco peso pesado, la actuación de John Maus en la sala de columnas del Círculo de Bellas Artes se esperaba como agua de mayo. Teclista de Animal Collective, de Panda Bear y de Ariel Pink´s Haunted Graffiti y compositor de canciones extrañas, líneales, mágicas y sí, un tanto experimentales. 

Y la expectación estuvo más que satisfecha ya que su actuación dará que hablar. A nadie le importará qué tocó sino cómo, cúanto y por qué. 
¿Cómo? Playback. Sí, como en la tele, pero con gritos y golpes en directo. 
¿Cuánto? Para que nadie se aburra, sólo 25 minutos. 
¿Por qué? Para que hablen de mi. El artista conceptual. 

Habrá defensores de lo ocurrido, aquellos amantes de las performance vacuas a las que llaman sugerentes, los partidarios de la interacción del espectador en la obra de arte, los amantes de lo reaccionario sin preguntarse si la reacción aporta valor añadido, aquellos cuyo lema es “la transgresión al poder”.
Los asistentes melómanos se quedan con un sabor agridulce, agrio por la decepción y dulce por poder decir “yo estuve el día de la estafa”. Nadie quiere que le devuelvan su dinero pero más de uno espera que la organización revise el caché del americano.
Ahora bien, el problema que aquí subyace es más profundo, en la propia concepción de la música del s.XXI, si John Maus llega a subirse al escenario detrás de un sinte y un laptop y simula tocar lo que aquí va grabado no habría polémica.

St. Vincent
Esta chica siempre será recordada por ser telonera de Sufjan Stevens en su estreno en nuestro país (Barcelona). Desde entonces no ha parado de sacar sus propias canciones y sobre todo de colaborar. Echen un vistazo al Record Club dedicado a INXS, espectacular.

La dulzura de Annie Clark, voz y alma de St. Vincent, no siempre sale a escena. También saca versiones crudas de sí misma, envuelta en sonidos electrónicos y riffs de guitarras, cuando introduce tanta intensidad los momentos dulces y desnudos son aún más demoledores. Estuvo soberbia en la interpretación. Centrada, clara y certera.

Y canciones no le faltan en sus, hasta el momento, tres álbunes de estudio, “Surgeon”, “Actor out of work”, “Chloe In The Afternoon”, la magnífica “Cruel”, “Your Lips Are Red”… 

La anécdota: hizo una versión de “She is beyond good and evil” de The Pop Group, mientras estos tocaban en el mismo momento y en la misma ciudad.

Stephen Malkmus & The Jicks
Stephen Malkmus es un clásico del Primavera. Ya había aparecido por sus escenarios liderando a Pavement y con sus The Jicks. Este chico, no puede parar de hacer canciones y se encuentra en un gratificante estado de forma. Su último disco “Mirror traffic” (2011, Matador), en el que centró su actuación, es más de lo mismo lo que no supone una pega cuando lo mismo es excelente.

El espíritu de Pavement siempre planeará en esa voz. Los noventa volvieron a la Sala San Miguel recuperando lo dejado por Superchunk.

fIRa fEM y Braids
Dos conciertos muy diferentes que dejan idéntica sensación: si el producto no es bueno da igual lo bien que lo vendas. O lo que es lo mismo, por muy buena que sea la ejecución hacen falta mejores canciones.

Los españoles estuvieron mucho más acertados en las canciones instrumentales que en las cantadas (que tenían demasiado ecos tropicales y demasiadas miradas al rock alucinado de Animal Collective). Y también estuvieron más dinámicos cuando abusaban de guitarras que cuando tiraban de sintes. 

Los canadienses cayeron en el tedio en el que están sumidas una gran cantidad de bandas en los últimos años. Esos ritmos pesados que se quedan en el fango. Ecos a The Dodos en las percusiones pero que no resurgen con intensidad y firmeza sino que se empastan en asincopados avances. En formato de cuarteto con doble percusión y la agudísima voz de …. A pesar de llevar girando desde enero no consiguieron siquiera que los encantos de “Lemonade”, su mejor canción, salieran del escenario.

Mazes
Al contrario que los anteriores, a estos les sobran temazos y les faltó ejecución.

“A Thousand Heys” (Fat Cat 2011) es uno de los mejores discos de este ejercicio. Pop-Punk de vieja escuela. Canciones como latigazos, estribillos de ensueño, melodías adictivas, espíritu skater. Canciones que huelen a Green Day por el Norte y a Pavement por el Sur y que pueden incitar a cualquier adolescente a la rebeldía. Auténticos himnos generacionales. 

Otro grupo insultantemente joven que se encarama en el cajón de los grupos a tener muy en cuenta. Sin embargo el directo fue un tanto decepcionante. Las melodías vocales, fundamentales para seguir el peso y discurso de los temas, se perdían en el amasijo de guitarras y base rítmica. El cantante mostró una preocupante desgana y solo los ritmos de guitarra salvaron la noche.

“Go Betweens”, “Most days”, “Bowie Knives” o “Summer Hits or J+J Don’t Like” sonaron descafeinadas. Sólo “Surf & Turf / Maths Tag” (con un añadido instrumental a mitad) y “Wait anyway” se salvaron de la quema.

Cuando las claven será un directo incendiario.
 
Girls
Cuando el río suena agua lleva. “Album” (2009), el ep “Broken Dreams Club” (2010) y el recientemente publicado “Father, Son, Holy Ghost” (2011) son obras maestras y, por suerte, se mostraron como tales en el escenario de la madrileña Joy Eslava.

Alucinante la intensidad y la profesionalidad de un grupo que en sus primeras canciones  transmitía tanto amateurismo, tanto tufo a broma de instituto, a insustancialidad indie. Sin embargo, el quinteto liderado por Chris Owens ha sabido perfilarse como los líderes de un pop rock romántico sin (y ahí reside la originalidad) tintes oscuros y con mucha trama y más discurso.

“Lust for life” y “Laura” sonaron limpias y heroicas. “Hellhole Ratrace” alcanzó unas cotas de intensidad no esperadas. “Heartbreaker” y “Broken dreams club” demostraron que da igual pausa que pulso y que mientras haya calidad en el fondo y en la forma todo funciona. Brillaron también en “Love Like a River” y “Vomit”. 

Enormes. Lo mejor de este Primavera invernal.

Primavera Club Edición 2010

Lou Barlow (foto: Mariano Regidor) 

Barcelona y Madrid del 24 al 28 de noviembre
San Miguel Primavera Club 2010
Por Raül Ruiz y Rafa Carazo – IndyRock
Fotos: Primavera Club
Tras la quinta edición en su haber, el festival Primavera Club parece haber alcanzado la fase de consolidación, en un año donde la música en directo ejerce de refugio a las penalidades de muchos.  Gracias a ello podemos afirmar que, si las cosas se hacen bien, un festival de invierno funciona. Y eso que quizá el formato no sea el más adecuado, pues distribuir la oferta en salas tan dispersas y horarios solapados, delimita las opciones a unos espectadores que sí pagan, en cambio, el precio total de un abono. Aun así la cosa marcha; la edición de Barcelona fue un ejemplo pues, pese a lucir con orgullo las etiquetas de ciudad cosmopolita y moderna, sus habitantes solemos dejarnos seducir por la pereza en los días laborables justificando nuestra falta de movimiento con reproches al porqué de la programación de según que conciertos entre semana. Y si a esto sumamos el incipiente frío, el resultado adquiere toque de hibernación osuna. Por suerte, parece que nuestra mentalidad va evolucionando con el tiempo. 
El hermano pequeño del Primavera Sound agudiza el carácter de festival urbano que ha sido siempre la seña de identidad de esta marca. A caballo por distintas salas de las dos principales urbes de nuestra geografía se sucedieron una serie de conciertos durante un período nada desdeñable de 5 días.


Teenage Fan Club (Inma Varandela)

Un cartel propio del Tanned Tin, salvo por Teenage Fanclub, Edwyn Collins y Triángulo de Amor Bizarro. Innovador e ideal para descubrir las nuevas tendencias de la música indie internacional (hace tiempo que la estación primaveral muestra mayor preferencia por los gringos dejando de lado a las islas) que pasan principalmente por la melodía beachboyniana lo-fi. Pero el Primavera, por suerte, no se encasilla y cubre cualquier estilo o género ligado al pop, el hip hop, el rock, la experimentación o la electrónica.

La organización del Primavera vuelve a rozar la perfección, por la elección de los artistas y la capacidad de los recintos. Todas las salas colgaban el aviso de “aforo limitado” por el evidente riesgo de que alguna de las actuaciones atrajera más atención de la esperada. Se produjeron llenos pero no incomodidades y eso que, una vez más, se agotó el papel. Y ojo al detalle de que la página web del Primavera iba actualizando en tiempo real la información sobre la capacidad a la que se encontraban las salas. El primer festival que se controla desde el iphone. 


 Cuchillo ( foto: Dani Canto) / Edwind Collins (foto: Mariano Regidor)



Cuchillo ( foto: Dani Canto)

 


Waves (foto: Inma Varandela)
 
Primavera Club 2008 - crónica Madrid
Por Rafa Carazo - IndyRock
Los actos pueden tener muy distintas consecuencias. A veces, éstas son graves. Imaginen entonces si se trata de actos violentos. La brutal muerte de Álvaro Ussía a las puertas de la discoteca Balcón de Rosales generó conmoción con el consiguiente tumulto y alteración del Estado y del pueblo. No siempre paga el culpable e indirectamente se ha resentido la música. Pagan justos por pecadores. Algunas salas ven cómo se cierran sus puertas (véase La Riviera) y otras están obligadas a reducir su aforo, entre ellas el Nasti (de 400 a 200 personas), el Sol (de 500 a 450) y la Joy Eslava (de 1400 a 900), los tres recintos donde se ha celebrado este fin de semana la edición madrileña del Primavera Club, precuela/secuela del festival barcelonés Primavera Sound, cuyos organizadores han sido víctimas de estas restricciones ya que cuentan con los mismos gastos pero con menos ingresos al reducirse el papel vendido.
Otro damnificado es la prensa que solo tuvo acceso a lo acontecido en la sala Joy Eslava y no para todas las jornadas (amablemente se me excluyó del jueves) por lo que la información del festival queda coja, incompleta, mutilada. No podemos dar una visión global, extraer valoraciones ni puntuar el evento. Sólo nos quedaron seis conciertos que dejaron encontradas sensaciones.
The Extraordinaires es la clase de grupo que no admiras pero que te alegra la noche. No los invitarías a casa pero te irías de fiesta con ellos. Energía, vitalidad y desenfado. Portentosos juegos vocales con hasta cuatro voces por momentos. Pop alucinado con ramalazos psicodélicos y lisérgicos para unas consistentes canciones. Sólo perdían el norte en unos desarrollos poco afortunados que exploraban ritmos ska e incluso country sin conseguir cuajar. Su directo recuerda en empaque y actitud al de Dr. Dog y su presencia es agradable por parafernalia (impagable su líder Jay Purdy con capucha de oso y guitarra tiburón) y entrega.

La noche del viernes tenía grabado a fuego en el lomo el nombre de La Buena Vida que, a imagen y semejanza de la iniciativa "Don´t look back" creada por el festival All Tomorrow´s Parties pero al margen de ella, interpretaron de cabo a rabo su álbum "Soidemersol" (Siesta, 1997) con orquesta sinfónica incluida. Once años después de su publicación se volvió a disfrutar con el calor de sus once canciones. El camino que va de "Buenas cosas mal dispuestas" a "Caminito del cielo" está lleno de melancolía, arreglos orquestados y destreza lírica. Sonó tal cual, sin más alardes, sin más experimentos. ¿Sorpresas? Ni una, pero el resultado fue abrumador especialmente en "Matinée" y "¡Adiós muchachos!". La voz de Irantzu Valencia estuvo como nunca, pulida y clavando los matices. Un concierto perfecto en el que hubo tiempo para el recuerdo del gran Mikel Laboa, tristemente fallecido, al que le dedicaron "Caruso".
Con el alma entumecida decidí cerrar las puertas de mi percepción. No estaba el cuerpo preparado para una tremenda descarga de soul de raiz y cepa. Así que abandoné viendo como el público se entregaba al apasionante ritmo de las trompetas, los saxofones y la voz negra del bostoniano blanco Eli "Paperboy" Reed, el artista soul más reverenciado por la crítica contemporánea (juega en la liga de los auténticos, ahí donde los entendidos seguirán debatiendo sobre si Amy y Duffy deben o no estar).

La jornada del sábado se abría con The Dodos. Los californianos parecen los hermanos pequeños de Animal Collective y como éstos poseen una personalidad abrumadora, desafiante y arriesgada pero en cambio su virtud es no recurrir a capas de samplers y envolturas de sintes. Su segundo trabajo "Visiter" (Frenchkiss/Wichita 2008) es uno de los discos del año y lo es por lo que son capaces de hacer en directo, no por sonidos pregrabados y así se demostró en su primer (¿y último?) paso por la capital. Guiados por una espectacular percusión este trío con forma de triángulo equilátero con vértices de color chillón (azul, morado y verde) destapó temas como "Red and purple" o "Fools", auténticos torrentes, voluptuosos ritmos que nacen ya desbocados. Perfectos.

No se puede decir lo mismo del esperadísimo concierto de Isobel Campbell y Mark Lanegan. Hubo defectos de forma y de fondo. En primer lugar, una iluminación mínima, por no decir inexistente, destinada a ocultar a los dos protagonistas y a resaltar una pretendida atmósfera noctámbula y taciturna pero el experimento se vuelve violentamente sobre el espectador que sólo recibe una falta absoluta de complicidad y un halo de desprecio de un escenario oscuro. En segundo lugar, una inexplicable sobrecarga de arreglos, cuerdas y producción pregrabada, y eso que eran seis sobre el escenario, número más que suficiente para llenar de empaque la actuación. Disponiendo de guitarra, bajo, contrabajo, teclado, viola, batería, xilófono y dos voces descomunales ¿para qué lanzar nada?. "The false husband" sonó verdaderamente falsa. También hubo virtudes, dificil no encontrarlas en composiciones como "Deus ibi est", "who built the road", "(Do you wanna) come walk with me?" "Ballad of the broken seas" o el "Ramblin´man" de Hank Williams y en la habilidades vocales de los protagonistas, no hay palabras para describir la suavidad de Isobel Campbell.

El último concierto al que tuvimos acceso fue el de los norteamericanos Giant Sand, es decir, el polivalente e inquieto Howe Gelb y los elegidos a acompañarle. El concierto fue de menos a más ya que la primera mitad del mismo se vio enturbiada por constantes problemas de sonido que desquiciaron a la banda. Resueltos los mismos se vislumbraron las tablas que otorgan dos décadas de carrera, los más de quince álbunes y la cantidad de conciertos. Impagable observar como crecen sus canciones, tomando vida propia, distanciándose de las tomas editadas. Hubo colaboración, como en el álbum "proVISIONS" (Yep Roc, 2008), de Isobel Campbell pero el mejor momento fue "Without a word" a pesar de lo resentida que se siente al sustituir la voz femenina de Neko Case por la de su novia Rocio. Un concierto correcto que supo a poco. Sin más.


Viernes 12 diciembre - Sala Joy Eslava - Madrid
Fotos: Cristina del Barco / Primavera Club
Boss Hog + Lovers + Mika Miko

Boss Hog


Lovers



Mika Miko

 
Barcelona Diciembre 2007
crónica por Silvia Figueras - IndyRock
Fotos Sergio Urdaniz (Yonkipop)
 

Braken


Earth


Jon Vanderslice


Ruizpantaleón
Que tal el Primavera Club? Eeee, no sé, supongo que si viviera en Barcelona y si hubiese podido ir desde el lunes, me parecería un festival aceptable.ahora, el tema de pillarte un avión y plantarte cuando ya te has perdido a algunas de las propuestas más interesantes.no mola nada.
En serio, pasadas las resacas, los cansancios y ya de la vuelta a la cotidianeidad, esta redactora todavía no tiene muy claro si, el bautizado como hermano pequeño del Primavera Sound, es un buen festival que trae propuestas, no por poco conocidas, si, de lo más interesantes o, simplemente, es un encuentro de amiguetes que perorean sobre nuevas tendencias mientras se toman unas copitas y oyen música de fondo. Supongo, e intentando ser objetiva, que es un poco de las dos cosas.
Sin saber muy bien que nos esperaba en esta segunda edición del PC, atacamos el festival a partir de su cuarta noche, la del jueves día 6 que presentaba a tres bandas patrias; Her only presence, la siempre balsámica Ainara Le Gardon y los catalanes Nisei, presentando su nuevo álbum "Continents". Estos fueron la primera y de las pocas sorpresas agradables del festival. La verdad, habiendo escuchado solo su primer largo, no esperaba que hubiésen conseguido tanta solidez en este segundo trabajo.  Esta banda post-hardcore que apuesta por cantar en su lengua materna, el catalán, puede convertirse en unos de los abanderados en su estilo en la escena nacional. Al menos eso desprenden sus temas en directo.  Noche tranquila, se notaba que medio aforo llevaba ya lo suyo a las espaldas y la otra mitad tenía que dedicarse a la mañana siguiente a la mundanal tarea de ir a trabajar.
El viernes, ya fue otra cosa. El Auditori, ese espacio donde cualquier grupito que pongas va a sonar a gloria y a cualquier grupito siempre le va a dar mucha prestancia, estaba con más de la mitad del aforo lleno. Acierto de la organización, por cieto, seguir con ese espacio, a pesar, de las distancias entre el recinto de tarde y el recinto nocturno. Pero a lo que íbamos, empezamos la tarde con Bracken, trío que mezcla con fuerza  bases electrónicas y  batería y con un cantante que, a pesar de no estar en su mejor día, no llegaba a desmerecer unas melodías que llegaban calar hondo. Les siguió Jon Vanderlisce, que a diferencia de los primeros, desgranó sus historias a medio camino entre la crítica político-social y la fábula surrealista con una preciosa voz pero sin ninguna novedad a nivel musical, eso sí, los bailes nos llegaron al alma, no será Nureyev, pero podría ser un buen clown post-moderno. Lo último que vimos en el Auditori fue a Liars, y a falta de poder correr un túpido velo, diré que fue una de las grandes decepciones del festival, aburridos a morir, repertorio desacertado y actitud soporífera fueron los ingredientes necesarios para empezar la jornada nocturna con la desagradable sensación de que a lo mejor no estábamos en el sitio correcto.
La noche, en la que tenías que decidirte por un escenario u otro a causa de la coincidencia de horarios, empezó con The Ponys en el Apolo. Sala llena pero sin agobiar, los de Chicago, mostraron un directo potente pero musicalmente sin sorpresas. A pesar de que lo dieron todo, es una de estas bandas a las que todavía les falta un hervor para considerarse una agrupación de primera línea. La caída de cartel de Von Sudenfed, se solventó con la "otra" formación de dos de los miembros de la banda; Mouse on Mars. Después de habérnoslos perdido en Madrid, fue un pequeño regalo poderlos ver. La noche terminó en La 2, con los djs habituales de la sala, Coco y Graham, pinchando temazos de grupos de esos de toda la vida, Pixies, Nirvana.muy divertido aunque poco acorde con lo que parece la filosofía del festival.
La verdad, que a esas alturas del Primavera Club y visto lo visto, empezamos la jornada del sábado con total desgana y lo peor, es que ya no mejoró. Muy bueno  en el  Auditori el concierto de Sanjosex, presentando su "Temps i rellotge". El resto bien, gracias. 
La última noche la repartimos, Bishop Allen en Apolo y The Ettes en La 2. Los primeros fueron un acierto, melodías pop de toda la vida, y, al contrario de lo dicho con The Ponys, estos si tienen bisos de pasar de promesas a banderas del nuevo indie americano. The Ettes.otro grupo que no aportó absolutamente nada y broche final de los conciertos, la noche continuó con los habituales Coco y Graham en La 2, Fra y Dj de Mierda en Apolo. En definitiva, al fin de esta crónica la redactora sigue todavía sin saber que opinar. Por una parte, es encomiable la iniciativa Primaveral, el concepto de traer grupos sin tanto nombre, prescindir de cabezas de cartel y apostar por grupos patrios se merece un aplauso, ahora bien, ya que nos ponemos en estas, al menos que las propuestas aporten "algo" a nivel musical. Bien es cierto que si "aislaramos" a estas bandas, es decir, si fuéramos a verles por conciertos, probablemente nos gustarían todas.pero metidas en un festival.resultan empachantes por lo antes dicho, más y más de lo mismo. De todas maneras, es un festival joven, que va todavía en busca de su política, y va por buen camino, esperemos que de cara al año próximo sean verdaderamente innovadores y que no se dejen tentar por un snobismo que puede resultar demasiado barato para el hermano pequeño de ese gran Primavera Sound.


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