Tras la sexta edición en su haber, el festival Primavera Club ha
alcanzado la absoluta consolidación. Tal y como está el patio,
la música en directo es el salvoconducto de las bandas para
tener su pequeña ventana al público. Ymás que una ventana esto
es el escaparate del más grande centro comercial.
El Primavera Sound era un festival y el Primavera Club era su
hermano pequeño, su showcase de invierno, y decimos “era” porque
ahora son mucho más. La marca Primavera es un todo. Un todo que
se expande como una mancha de aceite. Una marca que va sobre
ruedas y no parece que su abanico de oferta tenga fin.
Por fin nos topamos con la palabra clave: “oferta”. Sí, en el
sector musical hay más oferta que demanda. El postulado,
principio o incluso ley básica del modelo económico se hace
trizas. Infinidad de grupos para oídos saturados, abundantes
sellos para clientes despistados, numerosos canales de
distribución en los que clickar, inmensidad de casas de
producción buscando el evento que alimente sus facturas. Y ahí
aparece el Primavera para poner orden y destrozar esquemas: todo
lo que ofrece se consume, canaliza la oferta artística colocando
a grupos que por su cuenta no moverían ni a diez almas ante
concurridas audiencias, vende el papel antes de anunciar quién
concurrirá. La era digital ha favorecido su eclosión pero son
años y años de savoir faire los que permiten (y hacen merecer)
un éxito así, otra vez chapeau.
Aparecerán críticas, la distancia de las salas entre sí, los
horarios vespertinos y solapados, los aforos limitados, los
precios, las diversas categorías de entradas… pero no será aquí
donde se nombren los peros.
El hermano pequeño del Primavera Sound agudiza el carácter de
festival urbano que ha sido siempre la seña de identidad de esta
marca. A caballo por distintas salas de las dos principales
urbes de nuestra geografía se sucedieron una serie de conciertos
durante un período nada desdeñable de 6 días. Un cartel propio
del Tanned Tin, salvo por Fleet Foxes y Vetiver (que se vendían
separados y para los que este medio no obtuvo acreditación).
Innovador e ideal para descubrir las nuevas tendencias de la
música indie internacional que pasan principalmente por la
melodía beachboyniana lo-fi y por el abuso (no siempre acertado)
de los laptops. Pero el Primavera, por suerte, no se encasilla y
cubre cualquier estilo o género ligado al pop, el hip hop, el
rock, el soul, la experimentación o la electrónica.
La organización del Primavera vuelve a rozar la perfección, por
la elección de los artistas y la capacidad de los recintos.
Infinidad de artistas desconocidos pero todos a un admirable
nivel de calidad. Todas las salas colgaban el aviso de “aforo
limitado” por el evidente riesgo de que alguna de las
actuaciones atrajera más atención de la esperada. Se produjeron
llenos pero no incomodidades y eso que, una vez más, se agotó el
papel.
Este fue nuestro recorrido.
Little Barrie
Trío de testosterona, pelazos y electricidad. Trío clásico de
guitarra, bajo y batería. Trío de una voz principal y dos de
coro. Trío al uso. Trío de base sesentera (y sementera) pero con
reminiscencias al Londres de los noventa, a las bandas de neo
psicodelia que evocaban a sus ídolos de antaño. Hay mucho de
Kula Shaker y lo hay aún más del Kula Shaker que versionaba
“Hush”. También flotaban The Black Crowes por el ambiente.
Concierto de más de una hora, largo para abrir un festival, pero
que no decayó gracias al virtuosismo de la guitarra y a la
frescura de algunos de sus temas.
Charles Bradley
¡Vaya temperamento!. La Sala Caracol abarrotada asistió a la
apabullante puesta en escena en Madrid de este mago del soul,
quien, a pesar de estar bien entrado en años, sólo tiene un
álbum de estudio.
Durante hora y media larga Embajadores era el corazón de Harlem
y sobre el escenario se desgañitaba alguien muy parecido a James
Brown, tampoco lucía un buen tipo. Charles tiene 63 años, agita
el cuerpo como un poseso y canta, berrea, cae desplomado y se
desgañita como si estuvieran a punto de abrírsele las carnes.
Soul y funk quintaesencial para sudar la camiseta desde el
minuto uno.
Acompañado por una magnífica banda, saxo y trompeta a los
vientos, bajo, batería, gitarra y teclado en formación clásica.
Un total de seis secuaces para abrir ponerle alfombra roja a una
voz que se defendería sobradamente sobre barro.
Still Corners
La primera gran revelación del festival. Vespertino y extraño
concierto que, a contrario de lo acostumbrado, fue de más a
menos ya que se vieron mermados por algunos problemas técnicos.
La banda, habitualmente un duo, se presentó en formato cuarteto
con continuos cambios de instrumentos que demuestran la
flexibilidad del grupo para alcanzar diversas atmósferas
(imposible decidirse por quién de los tres miembros masculinos
tocaba mejor la guitarra).
La voz de Tessa Murray acompaña las evocadoras composiciones en
un ejercicio más propio de Beach House que de cualquier otra
banda con la que se les compare.
Pop ensoñador que, tras la buena sensación que dejó “Remember
Pepper?” (2007) les ha abierto las puertas del prestigioso sello
Sub Pop que ha incluido en su catálogo “Creatures Of An Hour”
(2011).
Perfección en las guitarras, en los teclados y en la batería
acompañada de ritmos pregrabados. Atmósferas flotantes. Dream
pop, dream gaze, dream music. “The White Season” es, tras su
paso por España, la nana de este invierno.
Verónica Falls
Si en 2010 el indie se rendía ante Best Coast (y su album “Crazy
for you”) y Wild Nothing (con su “Gemini”), sin que quedaran muy
claros los méritos de ambos combos cuando quedaban nítidamente
marcadas las costuras de sus deficiencias, el año 2011 está
siendo el de Veronica Falls. Estos londinenses, en su álbum, no
dejan de ser otra banda de indie pop un tanto ñoño, un tanto
destartalado que esconden su defectos bajo el paraguas de un
ruido que acrecienta aún más su tufo amateur (la desgana de los
coros masculinos en “Wedding Day” es exasperante).
Sin embargo su paso por el escenario del Primavera Club cerró
bocas. Sonaron agudos, nítidos, deliciosamente oscuros. “Found
Love in a Graveyard” y “Right Side of My Brain” fueron más que
dos singles resultones.
Y aún ganan más enteros cuando abandonan la prisa para asentar
su discurso (“Veronica Falls”) o cuando se miran en el espejo
del sello Fortuna Pop (“The Box” o “Starry Eyes”, versión de
Roky Erickson). Respondieron con creces a la expectación creada
con su debut.
Givers
Hay emociones difíciles de explicar. Es fácil narrar la
felicidad dentro de nuestra piel pero la cosa se complica si
queremos describir el efecto de una buena acción sobre la
felicidad ajena. Y eso es precisamente lo que aquí nos ocupa.
Todas y cada una de las personas que acabaron llenando la sala
hicieron feliz al quinteto americano.
Estaban rebosantes de agradecimiento, felices ante la respuesta
y completamente desbordados de dicha al hacer disfrutar a tanta
gente. Pero si consiguieron esa respuesta del público fue por la
rabiosa vitalidad, desde el primer segundo de concierto, de los
dos vocalistas, él, Taylor Guarisco, que rasgeaba la guitarra
apasionadamente, ella, Tiffany Lamson, que e acompañaba de
ukelele, xilófono y tocaba una segunda batería con una fuerza
descomunal, y del batería, Kirby Campbell, que llevaba al grupo
en volandas.
Pero no solo la vitalidad fue la clave del éxito, también lo fue
la juventud de la banda, la felicidad que les embargaba y, sobre
todo, las traviesas composiciones de “In light” (2011) que no
solo no dejan pausa sino que inhiben la conciencia y te dejan en
el África más tribal sin rumbo ni brújula, imposible adivinar si
a la canción le quedan diez o dos minutos, si el siguiente
cambio será para bien o para mal, si la versión del “This must
be the place (Naive Melody)” de Talking Heads es una broma, si
esa violencia en la doble batería pondrá fin al tema o marcará
otro salto sin red hacia un nuevo ritmo aún más contagioso,
aunque parezca desacompasado. Y ellos siempre a tope, siempre
cargados de energía para acabar gritando a la masa “Ahora mismo
saldremos ahí fuera para conoceros y dar las gracias a todos y
cada uno de vosotros”. El placer fue nuestro. El día en que
consigan coponer canciones más redondas y melodías más lineales
les habrá salido rival digno a Vampire Weekend. Rival hardcore.
Gem Club
Mientras Vetiver abrían paso a Fleet Foxes el resto de salas
seguían con su actividad. Y fue ahí cuando la nostalgia invadió
a los perdidos cuerpos que andaban por recintos sin bullicio. El
indie, hace años, interesaba a pocos. Ahora, menos mal, se ha
abiertopaso hacia audiencias más pobladas y lo ha hecho por
méritos propios (el nivel de calidad es altísimo) y ajenos (la
revolución digital y las marcas como Primavera son algunos de
ellos). Pero llegar una tarde de invierno a una sala en la que
apenas hay una treintena de personas y enfrentarse cara a cara
con un grupo como Gem Club, hizo a cada asistente reencontrase
con el pasado. Por un pasado de canciones cálidas que vienen del
frío, un pasado de melancolía (esa bilis negra), un pasado
invernal.
Abrieron con “Flax” (DE “Acid and everything” su primer ep) la
canción que resume a la perfección el sonido de la banda.
Teclado Nord (Stage 2) envolvente, voz de peso, calma en la
ejecución, violonchello que tapa silencios, campanas a modo de
xilófono, algún acorde de Korg... Pop minimalista, cargado de
fuerza con solo tibios detalles, alguna base rítmica y segundas
voces femeninas. Pop de libro y algún eco a los australianos
Sodastream. Hermoso concierto invernal que terminó con “Twins” y
“252”.
Superchunk
La música pop tiene una cargada historia. El Primavera siempre
echa ojos atrás y rescata aquellas bandas cuyo peso ha sido tan
grande, que se han visto obligados a volver a los ecenarios para
reencontrarse con el público que los encubró y para que nuevas
generaciones recuerden el legado que dejaron.
Los comebacks siempre han estado a la orden del día en este
festival y el más sonado de este año era el de Superchunk.
Pasando por los 90 el indie-rock le debe algunas copas a los
americanos. Demostraron estar en plena forma, sólidos,
compactos. Guitarras envolventes y voz entregada para repasar
una carrera cargada de hits.
John Maus
Ante un cartel cargado de promesas y poco peso pesado, la
actuación de John Maus en la sala de columnas del Círculo de
Bellas Artes se esperaba como agua de mayo. Teclista de Animal
Collective, de Panda Bear y de Ariel Pink´s Haunted Graffiti y
compositor de canciones extrañas, líneales, mágicas y sí, un
tanto experimentales.
Y la expectación estuvo más que satisfecha ya que su actuación
dará que hablar. A nadie le importará qué tocó sino cómo, cúanto
y por qué.
¿Cómo? Playback. Sí, como en la tele, pero con gritos y golpes
en directo.
¿Cuánto? Para que nadie se aburra, sólo 25 minutos.
¿Por qué? Para que hablen de mi. El artista conceptual.
Habrá defensores de lo ocurrido, aquellos amantes de las
performance vacuas a las que llaman sugerentes, los partidarios
de la interacción del espectador en la obra de arte, los amantes
de lo reaccionario sin preguntarse si la reacción aporta valor
añadido, aquellos cuyo lema es “la transgresión al poder”.
Los asistentes melómanos se quedan con un sabor agridulce, agrio
por la decepción y dulce por poder decir “yo estuve el día de la
estafa”. Nadie quiere que le devuelvan su dinero pero más de uno
espera que la organización revise el caché del americano.
Ahora bien, el problema que aquí subyace es más profundo, en la
propia concepción de la música del s.XXI, si John Maus llega a
subirse al escenario detrás de un sinte y un laptop y simula
tocar lo que aquí va grabado no habría polémica.
St. Vincent
Esta chica siempre será recordada por ser telonera de Sufjan
Stevens en su estreno en nuestro país (Barcelona). Desde
entonces no ha parado de sacar sus propias canciones y sobre
todo de colaborar. Echen un vistazo al Record Club dedicado a
INXS, espectacular.
La dulzura de Annie Clark, voz y alma de St. Vincent, no siempre
sale a escena. También saca versiones crudas de sí misma,
envuelta en sonidos electrónicos y riffs de guitarras, cuando
introduce tanta intensidad los momentos dulces y desnudos son
aún más demoledores. Estuvo soberbia en la interpretación.
Centrada, clara y certera.
Y canciones no le faltan en sus, hasta el momento, tres álbunes
de estudio, “Surgeon”, “Actor out of work”, “Chloe In The
Afternoon”, la magnífica “Cruel”, “Your Lips Are Red”…
La anécdota: hizo una versión de “She is beyond good and evil”
de The Pop Group, mientras estos tocaban en el mismo momento y
en la misma ciudad.
Stephen Malkmus & The Jicks
Stephen Malkmus es un clásico del Primavera. Ya había aparecido
por sus escenarios liderando a Pavement y con sus The Jicks.
Este chico, no puede parar de hacer canciones y se encuentra en
un gratificante estado de forma. Su último disco “Mirror
traffic” (2011, Matador), en el que centró su actuación, es más
de lo mismo lo que no supone una pega cuando lo mismo es
excelente.
El espíritu de Pavement siempre planeará en esa voz. Los noventa
volvieron a la Sala San Miguel recuperando lo dejado por
Superchunk.
fIRa fEM y Braids
Dos conciertos muy diferentes que dejan idéntica sensación: si
el producto no es bueno da igual lo bien que lo vendas. O lo que
es lo mismo, por muy buena que sea la ejecución hacen falta
mejores canciones.
Los españoles estuvieron mucho más acertados en las canciones
instrumentales que en las cantadas (que tenían demasiado ecos
tropicales y demasiadas miradas al rock alucinado de Animal
Collective). Y también estuvieron más dinámicos cuando abusaban
de guitarras que cuando tiraban de sintes.
Los canadienses cayeron en el tedio en el que están sumidas una
gran cantidad de bandas en los últimos años. Esos ritmos pesados
que se quedan en el fango. Ecos a The Dodos en las percusiones
pero que no resurgen con intensidad y firmeza sino que se
empastan en asincopados avances. En formato de cuarteto con
doble percusión y la agudísima voz de …. A pesar de llevar
girando desde enero no consiguieron siquiera que los encantos de
“Lemonade”, su mejor canción, salieran del escenario.
Mazes
Al contrario que los anteriores, a estos les sobran temazos y
les faltó ejecución.
“A Thousand Heys” (Fat Cat 2011) es uno de los mejores discos de
este ejercicio. Pop-Punk de vieja escuela. Canciones como
latigazos, estribillos de ensueño, melodías adictivas, espíritu
skater. Canciones que huelen a Green Day por el Norte y a
Pavement por el Sur y que pueden incitar a cualquier adolescente
a la rebeldía. Auténticos himnos generacionales.
Otro grupo insultantemente joven que se encarama en el cajón de
los grupos a tener muy en cuenta. Sin embargo el directo fue un
tanto decepcionante. Las melodías vocales, fundamentales para
seguir el peso y discurso de los temas, se perdían en el amasijo
de guitarras y base rítmica. El cantante mostró una preocupante
desgana y solo los ritmos de guitarra salvaron la noche.
“Go Betweens”, “Most days”, “Bowie Knives” o “Summer Hits or J+J
Don’t Like” sonaron descafeinadas. Sólo “Surf & Turf / Maths
Tag” (con un añadido instrumental a mitad) y “Wait anyway” se
salvaron de la quema.
Cuando las claven será un directo incendiario.
Girls
Cuando el río suena agua lleva. “Album” (2009), el ep “Broken
Dreams Club” (2010) y el recientemente publicado “Father, Son,
Holy Ghost” (2011) son obras maestras y, por suerte, se
mostraron como tales en el escenario de la madrileña Joy Eslava.
Alucinante la intensidad y la profesionalidad de un grupo que en
sus primeras canciones transmitía tanto amateurismo, tanto
tufo a broma de instituto, a insustancialidad indie. Sin
embargo, el quinteto liderado por Chris Owens ha sabido
perfilarse como los líderes de un pop rock romántico sin (y ahí
reside la originalidad) tintes oscuros y con mucha trama y más
discurso.
“Lust for life” y “Laura” sonaron limpias y heroicas. “Hellhole
Ratrace” alcanzó unas cotas de intensidad no esperadas.
“Heartbreaker” y “Broken dreams club” demostraron que da igual
pausa que pulso y que mientras haya calidad en el fondo y en la
forma todo funciona. Brillaron también en “Love Like a River” y
“Vomit”.
Enormes. Lo mejor de este Primavera invernal.
Primavera
Club Edición 2010
Lou Barlow (foto: Mariano Regidor)
Barcelona y Madrid del 24 al 28 de noviembre
San Miguel Primavera Club 2010
Por Raül Ruiz y Rafa Carazo – IndyRock
Fotos: Primavera Club
Tras la quinta edición en su haber, el festival Primavera Club
parece haber alcanzado la fase de consolidación, en un año donde
la música en directo ejerce de refugio a las penalidades de
muchos. Gracias a ello podemos afirmar que, si las cosas
se hacen bien, un festival de invierno funciona. Y eso que quizá
el formato no sea el más adecuado, pues distribuir la oferta en
salas tan dispersas y horarios solapados, delimita las opciones
a unos espectadores que sí pagan, en cambio, el precio total de
un abono. Aun así la cosa marcha; la edición de Barcelona fue un
ejemplo pues, pese a lucir con orgullo las etiquetas de ciudad
cosmopolita y moderna, sus habitantes solemos dejarnos seducir
por la pereza en los días laborables justificando nuestra falta
de movimiento con reproches al porqué de la programación de
según que conciertos entre semana. Y si a esto sumamos el
incipiente frío, el resultado adquiere toque de hibernación
osuna. Por suerte, parece que nuestra mentalidad va
evolucionando con el tiempo.
El hermano pequeño del Primavera Sound agudiza el carácter de
festival urbano que ha sido siempre la seña de identidad de esta
marca. A caballo por distintas salas de las dos principales
urbes de nuestra geografía se sucedieron una serie de conciertos
durante un período nada desdeñable de 5 días.
Teenage Fan Club (Inma Varandela)
Un cartel propio del Tanned Tin, salvo por Teenage Fanclub,
Edwyn Collins y Triángulo de Amor Bizarro. Innovador e ideal
para descubrir las nuevas tendencias de la música indie
internacional (hace tiempo que la estación primaveral muestra
mayor preferencia por los gringos dejando de lado a las islas)
que pasan principalmente por la melodía beachboyniana lo-fi.
Pero el Primavera, por suerte, no se encasilla y cubre cualquier
estilo o género ligado al pop, el hip hop, el rock, la
experimentación o la electrónica.
La organización del Primavera vuelve a rozar la perfección, por
la elección de los artistas y la capacidad de los recintos.
Todas las salas colgaban el aviso de “aforo limitado” por el
evidente riesgo de que alguna de las actuaciones atrajera más
atención de la esperada. Se produjeron llenos pero no
incomodidades y eso que, una vez más, se agotó el papel. Y ojo
al detalle de que la página web del Primavera iba actualizando
en tiempo real la información sobre la capacidad a la que se
encontraban las salas. El primer festival que se controla desde
el iphone.

Cuchillo ( foto: Dani Canto) / Edwind Collins (foto:
Mariano Regidor)
Cuchillo ( foto: Dani Canto)
Waves (foto: Inma Varandela)
Primavera Club 2008 - crónica
Madrid
Por Rafa Carazo - IndyRock
Los actos pueden tener muy distintas consecuencias. A veces,
éstas son graves. Imaginen entonces si se trata de actos
violentos. La brutal muerte de Álvaro Ussía a las puertas de la
discoteca Balcón de Rosales generó conmoción con el consiguiente
tumulto y alteración del Estado y del pueblo. No siempre paga el
culpable e indirectamente se ha resentido la música. Pagan
justos por pecadores. Algunas salas ven cómo se cierran sus
puertas (véase La Riviera) y otras están obligadas a reducir su
aforo, entre ellas el Nasti (de 400 a 200 personas), el Sol (de
500 a 450) y la Joy Eslava (de 1400 a 900), los tres recintos
donde se ha celebrado este fin de semana la edición madrileña
del Primavera Club, precuela/secuela del festival barcelonés
Primavera Sound, cuyos organizadores han sido víctimas de estas
restricciones ya que cuentan con los mismos gastos pero con
menos ingresos al reducirse el papel vendido.
Otro damnificado es la prensa que solo tuvo acceso a lo
acontecido en la sala Joy Eslava y no para todas las jornadas
(amablemente se me excluyó del jueves) por lo que la información
del festival queda coja, incompleta, mutilada. No podemos dar
una visión global, extraer valoraciones ni puntuar el evento.
Sólo nos quedaron seis conciertos que dejaron encontradas
sensaciones.
The Extraordinaires es la clase de grupo que no admiras pero que
te alegra la noche. No los invitarías a casa pero te irías de
fiesta con ellos. Energía, vitalidad y desenfado. Portentosos
juegos vocales con hasta cuatro voces por momentos. Pop
alucinado con ramalazos psicodélicos y lisérgicos para unas
consistentes canciones. Sólo perdían el norte en unos
desarrollos poco afortunados que exploraban ritmos ska e incluso
country sin conseguir cuajar. Su directo recuerda en empaque y
actitud al de Dr. Dog y su presencia es agradable por
parafernalia (impagable su líder Jay Purdy con capucha de oso y
guitarra tiburón) y entrega.
La noche del viernes tenía grabado a fuego en el lomo el nombre
de La Buena Vida que, a imagen y semejanza de la iniciativa
"Don´t look back" creada por el festival All Tomorrow´s Parties
pero al margen de ella, interpretaron de cabo a rabo su álbum
"Soidemersol" (Siesta, 1997) con orquesta sinfónica incluida.
Once años después de su publicación se volvió a disfrutar con el
calor de sus once canciones. El camino que va de "Buenas cosas
mal dispuestas" a "Caminito del cielo" está lleno de melancolía,
arreglos orquestados y destreza lírica. Sonó tal cual, sin más
alardes, sin más experimentos. ¿Sorpresas? Ni una, pero el
resultado fue abrumador especialmente en "Matinée" y "¡Adiós
muchachos!". La voz de Irantzu Valencia estuvo como nunca,
pulida y clavando los matices. Un concierto perfecto en el que
hubo tiempo para el recuerdo del gran Mikel Laboa, tristemente
fallecido, al que le dedicaron "Caruso".
Con el alma entumecida decidí cerrar las puertas de mi
percepción. No estaba el cuerpo preparado para una tremenda
descarga de soul de raiz y cepa. Así que abandoné viendo como el
público se entregaba al apasionante ritmo de las trompetas, los
saxofones y la voz negra del bostoniano blanco Eli "Paperboy"
Reed, el artista soul más reverenciado por la crítica
contemporánea (juega en la liga de los auténticos, ahí donde los
entendidos seguirán debatiendo sobre si Amy y Duffy deben o no
estar).
La jornada del sábado se abría con The Dodos. Los californianos
parecen los hermanos pequeños de Animal Collective y como éstos
poseen una personalidad abrumadora, desafiante y arriesgada pero
en cambio su virtud es no recurrir a capas de samplers y
envolturas de sintes. Su segundo trabajo "Visiter"
(Frenchkiss/Wichita 2008) es uno de los discos del año y lo es
por lo que son capaces de hacer en directo, no por sonidos
pregrabados y así se demostró en su primer (¿y último?) paso por
la capital. Guiados por una espectacular percusión este trío con
forma de triángulo equilátero con vértices de color chillón
(azul, morado y verde) destapó temas como "Red and purple" o
"Fools", auténticos torrentes, voluptuosos ritmos que nacen ya
desbocados. Perfectos.
No se puede decir lo mismo del esperadísimo concierto de Isobel
Campbell y Mark Lanegan. Hubo defectos de forma y de fondo. En
primer lugar, una iluminación mínima, por no decir inexistente,
destinada a ocultar a los dos protagonistas y a resaltar una
pretendida atmósfera noctámbula y taciturna pero el experimento
se vuelve violentamente sobre el espectador que sólo recibe una
falta absoluta de complicidad y un halo de desprecio de un
escenario oscuro. En segundo lugar, una inexplicable sobrecarga
de arreglos, cuerdas y producción pregrabada, y eso que eran
seis sobre el escenario, número más que suficiente para llenar
de empaque la actuación. Disponiendo de guitarra, bajo,
contrabajo, teclado, viola, batería, xilófono y dos voces
descomunales ¿para qué lanzar nada?. "The false husband" sonó
verdaderamente falsa. También hubo virtudes, dificil no
encontrarlas en composiciones como "Deus ibi est", "who built
the road", "(Do you wanna) come walk with me?" "Ballad of the
broken seas" o el "Ramblin´man" de Hank Williams y en la
habilidades vocales de los protagonistas, no hay palabras para
describir la suavidad de Isobel Campbell.
El último concierto al que tuvimos acceso fue el de los
norteamericanos Giant Sand, es decir, el polivalente e inquieto
Howe Gelb y los elegidos a acompañarle. El concierto fue de
menos a más ya que la primera mitad del mismo se vio enturbiada
por constantes problemas de sonido que desquiciaron a la banda.
Resueltos los mismos se vislumbraron las tablas que otorgan dos
décadas de carrera, los más de quince álbunes y la cantidad de
conciertos. Impagable observar como crecen sus canciones,
tomando vida propia, distanciándose de las tomas editadas. Hubo
colaboración, como en el álbum "proVISIONS" (Yep Roc, 2008), de
Isobel Campbell pero el mejor momento fue "Without a word" a
pesar de lo resentida que se siente al sustituir la voz femenina
de Neko Case por la de su novia Rocio. Un concierto correcto que
supo a poco. Sin más.
Viernes
12 diciembre - Sala Joy Eslava - Madrid
Fotos: Cristina del Barco / Primavera Club
Boss Hog + Lovers + Mika Miko

Boss Hog

Lovers

Mika Miko
Barcelona Diciembre 2007
crónica por Silvia Figueras - IndyRock
Fotos Sergio Urdaniz (Yonkipop)

Braken

Earth

Jon Vanderslice

Ruizpantaleón
Que tal el
Primavera Club? Eeee, no sé, supongo que si viviera en
Barcelona y si hubiese podido ir desde el lunes, me parecería
un festival aceptable.ahora, el tema de pillarte un avión y
plantarte cuando ya te has perdido a algunas de las propuestas
más interesantes.no mola nada.
En serio, pasadas las resacas, los cansancios y ya de la
vuelta a la cotidianeidad, esta redactora todavía no tiene muy
claro si, el bautizado como hermano pequeño del Primavera
Sound, es un buen festival que trae propuestas, no por poco
conocidas, si, de lo más interesantes o, simplemente, es un
encuentro de amiguetes que perorean sobre nuevas tendencias
mientras se toman unas copitas y oyen música de fondo.
Supongo, e intentando ser objetiva, que es un poco de las dos
cosas.
Sin saber muy bien que nos esperaba en esta segunda edición
del PC, atacamos el festival a partir de su cuarta noche, la
del jueves día 6 que presentaba a tres bandas patrias; Her
only presence, la siempre balsámica Ainara Le Gardon
y los catalanes Nisei, presentando su nuevo álbum
"Continents". Estos fueron la primera y de las pocas sorpresas
agradables del festival. La verdad, habiendo escuchado solo su
primer largo, no esperaba que hubiésen conseguido tanta
solidez en este segundo trabajo. Esta banda
post-hardcore que apuesta por cantar en su lengua materna, el
catalán, puede convertirse en unos de los abanderados en su
estilo en la escena nacional. Al menos eso desprenden sus
temas en directo. Noche tranquila, se notaba que medio
aforo llevaba ya lo suyo a las espaldas y la otra mitad tenía
que dedicarse a la mañana siguiente a la mundanal tarea de ir
a trabajar.
El viernes, ya fue otra cosa. El Auditori, ese espacio donde
cualquier grupito que pongas va a sonar a gloria y a cualquier
grupito siempre le va a dar mucha prestancia, estaba con más
de la mitad del aforo lleno. Acierto de la organización, por
cieto, seguir con ese espacio, a pesar, de las distancias
entre el recinto de tarde y el recinto nocturno. Pero a lo que
íbamos, empezamos la tarde con Bracken, trío que
mezcla con fuerza bases electrónicas y batería y
con un cantante que, a pesar de no estar en su mejor día, no
llegaba a desmerecer unas melodías que llegaban calar hondo.
Les siguió Jon Vanderlisce, que a diferencia de los
primeros, desgranó sus historias a medio camino entre la
crítica político-social y la fábula surrealista con una
preciosa voz pero sin ninguna novedad a nivel musical, eso sí,
los bailes nos llegaron al alma, no será Nureyev, pero podría
ser un buen clown post-moderno. Lo último que vimos en el
Auditori fue a Liars, y a falta de poder correr un túpido
velo, diré que fue una de las grandes decepciones del
festival, aburridos a morir, repertorio desacertado y actitud
soporífera fueron los ingredientes necesarios para empezar la
jornada nocturna con la desagradable sensación de que a lo
mejor no estábamos en el sitio correcto.
La noche, en la que tenías que decidirte por un escenario u
otro a causa de la coincidencia de horarios, empezó con The
Ponys en el Apolo. Sala llena pero sin agobiar, los de
Chicago, mostraron un directo potente pero musicalmente sin
sorpresas. A pesar de que lo dieron todo, es una de estas
bandas a las que todavía les falta un hervor para considerarse
una agrupación de primera línea. La caída de cartel de Von
Sudenfed, se solventó con la "otra" formación de dos de los
miembros de la banda; Mouse on Mars. Después de
habérnoslos perdido en Madrid, fue un pequeño regalo poderlos
ver. La noche terminó en La 2, con los djs habituales de la
sala, Coco y Graham, pinchando temazos de grupos de esos de
toda la vida, Pixies, Nirvana.muy divertido aunque poco acorde
con lo que parece la filosofía del festival.
La verdad, que a esas alturas del Primavera Club y visto lo
visto, empezamos la jornada del sábado con total desgana y lo
peor, es que ya no mejoró. Muy bueno en el
Auditori el concierto de Sanjosex, presentando su
"Temps i rellotge". El resto bien, gracias.
La última noche la repartimos, Bishop Allen en Apolo y
The Ettes en La 2. Los primeros fueron un acierto,
melodías pop de toda la vida, y, al contrario de lo dicho con
The Ponys, estos si tienen bisos de pasar de promesas a
banderas del nuevo indie americano. The Ettes.otro grupo que
no aportó absolutamente nada y broche final de los conciertos,
la noche continuó con los habituales Coco y Graham en
La 2, Fra y Dj de Mierda en Apolo. En definitiva, al
fin de esta crónica la redactora sigue todavía sin saber que
opinar. Por una parte, es encomiable la iniciativa Primaveral,
el concepto de traer grupos sin tanto nombre, prescindir de
cabezas de cartel y apostar por grupos patrios se merece un
aplauso, ahora bien, ya que nos ponemos en estas, al menos que
las propuestas aporten "algo" a nivel musical. Bien es cierto
que si "aislaramos" a estas bandas, es decir, si fuéramos a
verles por conciertos, probablemente nos gustarían todas.pero
metidas en un festival.resultan empachantes por lo antes
dicho, más y más de lo mismo. De todas maneras, es un festival
joven, que va todavía en busca de su política, y va por buen
camino, esperemos que de cara al año próximo sean
verdaderamente innovadores y que no se dejen tentar por un
snobismo que puede resultar demasiado barato para el hermano
pequeño de ese gran Primavera Sound.
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