Pulp / Pj Harvey
Fotos Primavera Sound ( Dani Canto/ Eric Pamies./ Inma
Varandela)
La tendencia se iba haciendo cada vez más evidente
pero ahora queda absolutamente confirmada, tras 11 años el
Primavera Sound ha alcanzado el estatus de macro festival.
Esta ha sido la edición con más bandas, con más público y con
más superficie que ha tenido jamás el festival. Sin cambiar un
ápice la esencia musical pero creciendo y creciendo hasta
hacerse un monstruo. Un monstruo que deberá justificarse hasta
la saciedad del caos organizativo de la primera jornada que se
resolvió con un simple “guarda el iphone y saca la cartera”.
El Festival del streaming, del iphone, del twitter y de las
aplicaciones de ipad acabó siendo un festival clásico de los
90 en los que se paga con dinero y triunfa Pulp, el absoluto
cabeza de cartel del evento.
Más de 250 artistas, ocho escenarios, numerosas carpas
paralelas (Minimusica, Ray-Ban, Myspace-Smint), oferta musical
en la ciudad, vuelta a los orígenes (dos días de actuaciones
allá donde comenzó todo, en un Poble Espanyol con aforo
completo ¿por qué no se vendieron abonos de 3 días y abonos de
5?), prestigiosos medios colaboradores, y en algunos casos
encargados de comisionar algunos escenarios, (Vice, Rockdelux,
Pitchfork y ATP), el lujazo de contar con el Auditori, la
continuación de los espacios PrimaveraPro con la loable
intención de crear negocio (y obtener subvenciones), la
existencia de Primavera TV con retransmisión de conciertos
online, la colaboración con el festival de cine documental
In-Edit…. Todo ello hace difícil concretar en unos párrafos lo
vivido en estos días.
Grindeman / John Cale
JUEVES
El día en que
Grinderman sacó sus perros de paseo por el
escenario grande fue el de la confirmación
Cults como
grupo a seguir de cerca y de
Girl Talk como uno de los
djs más en forma del circuito, pero sobre todo fue el de la
sorpresa de Suuns. Desde Canadá y desde el prestigioso sello
Secretly Canadian (no se cansen de agradecerles el detalle de
exportar maravillas como Windsor for the Derby) apareció este
cuarteto dispuesto a inmortalizar la noche con ritmos
artificiales que atacan al influjo personal. Solvencia amparada
en la repetición hipnótica de una electrónica angulosa. Con sólo
un disco en el mercado “Zeroes Qc”, los canadienses mezclaron el
indie con la electrónica oscura de una forma tan brillante como
lo hicieran Battles en la jornada del día siguiente.
The Walkmen facturaron un concierto de los más ecléctico,
momentos Strokes, momentos Vampire Weekend y momentos Keane para
desembocar, en contadas composiciones, en los sonidos que los
caracterizan. El quinteto tuvo tiempo para los ritmos caribeños
y las guitarras salseras con el fin de quitarle trascendencia a
las apariciones de ese genio vocal llamado Hamilton Leithauser
que, cuando se arranca, condensa tanta gravedad e intensidad que
su discurso se vuelve arrebatador. No faltaron ni “The Rat” ni
“Victory”, claro está.
También hubo tiempo para, entre colas y solapamientos, darle una
oportunidad a
Interpol, un grupo que publicó dos
trabajos cargados de singles adictivos a principios de la pasada
década pero que lleva un tiempo perdido en el limbo de la épica
oscura; para pasarse por la mitad de Outkast,
Big Boi,
en su versión más rapera pero rescatando “Ms Jackson”; y para
apostar por
The Flaming Lips que llevan una década
haciendo el mismo show, entre globos, serpentina, confeti y
Wayne Coyne sobre el público en una burbuja. Pero también llevan
una década rescatando temazos como “The Yeah Yeah Yeah Song”,
“Yoshimi battles the pink robots”, “Race for the prize” o la
filosofía barata de “Do you realize?” que cala en lo más hondo.
Los peros, alargaron ciertos temas innecesariamente y abusaron
de la claustrofóbica cámara en el micro de Coyne.
La tarde la abrieron unos
Of Montreal que parecen
encantados de sacar a pasear su declive musical en espectáculos
más propios de una gay parade que de un evento cultural. Sus
genialidades se camuflan ahora tras una parafernalia vacua que
no logra hacernos perder la atención sobre lo insulsas que son
sus nuevas canciones. Petardeo rodeado de un Pressing Catch
repetitivo con estética Scissor Sisters. Hace tiempo que
encontraron su punto de inflexión, allá por 2007 con “Hissing
Fauna, are you the destroyer?” hito del divertimento inteligente
e ingenioso. De ahí, y de obras anteriores, salieron los mejores
momentos del show: “Suffer for fassion”, “Heimdalsgate Like a
Promethean Curse”, “Gronlandic Edit”, “The Party's Crashing Us”
o la que anticipaba el desastre a venir “Bunny Ain't No Kind of
Rider”.
VIERNES
La tarde comenzó con dos horas de macroespectáculo.
Sufjan
Stevens en su versión renovada año 2011. A saber,
retrofuturista, imaginativo, cósmico, hermanado con la
humanidad, mesiánico, más gay que nunca y empeñado en abandonar
el camino de la palabra para inventar y explorar en el del
sonido (efectos, bases, pedales y sintetizadores). El resultado,
recogido en su álbum “The age of Adz” (2011), de fría acogida,
adquiere nuevas dimensiones con el apoyo de 12 músicos sobre el
escenario, de un vestuario efectista y de unas proyecciones
impagables. El caos sonoro de unas composiciones, que rozan la
electrónica y se agarran a la radio fórmula más rosa, cobra
sentido cuando se observa quién y qué hay detrás de cada uno de
los continuos arreglos que ornamentan el todo con tal
barroquismo.
Cobra tanto sentido asistir a la puesta en escena de “The Age of
Adz” que al llegar a “Impossible soul”, la canción de 25 minutos
que pone fin al álbum, a uno aún le quedan fuerzas para seguir y
sobre todo para tragarse los vocoders más propios de Kanye West
del minuto 11, y para llegar al éxtasis de un par de minutos
después cuando explota el “(Hold on to, hold on to) /One two
three four! / It's a long life /Better pinch yourself / Put your
faith together / Better get it right” momento en el que, tras
festejar a saltos el delirio, el público dejó su butaca y se
abalanzó sobre las primeras filas.
Ahora bien, todo esto no esconde el tufo a Madonna ni
quita que los mejores momentos fueran las baladas intimistas
“Seven swans” (inmejorable inicio), “Heirloom”, “Futile devices”
“Sister” y “Concerning the UFO Sighting Near Highland,
Illinois”. Sobre todo no pudo evitar dejar la sensación de qué
hubiera ocurrido en el Auditori con el repertorio adecuado. Al
final rescató “Chicago”, para ponerle la guinda al
espectáculo.
Por lo demás no fue un día para descubrir grupos. Con tanta
estrella en nómina era difícil conseguir congregar la voluntad
suficiente para probar suerte en escenarios pequeños. Resultado,
continua sensación de deja vu que comenzó con un
M.Ward
empeñado en llenar el escenario grande perdiendo sutileza a
favor de músculo, rescatando lo más rockero de Monster of Folk
(“Whole lotta losin´”), atacando la maravillosa versión de
Daniel Johnston “To go home” e incluso interpretando el himno
del rock´n´roll “Roll Over Beethoven”. Lo mismo le ocurrió a
The
National que solo mantuvo el pulso emocional en contadas
ocasiones “Star a war” y “Slow show”, el resto fue un intento de
forzar su rock para llenar almas, acercándoles más a Interpol
que a ellos mismos, aún así hay que destacar “Mistaken for
Strangers”, “Anyone's Ghost” y “Afraid of Everyone” (con coros
del mismísimo Sufjan Stevens).
Belle & Sebastian no optó por el músculo pero sí por
un repertorio equivocado. A partir del año 2003 con la
publicación de “Dear Catastrophe Waitress” florecieron una serie
de canciones más ligadas al hedonismo y al divertimento sin alma
que a sus habituales gemas nostálgicas y atemporales, pues bien,
sonaron bastantes de ese grupo: “I'm a Cuckoo”, “Step into My
Office, Baby”, “Dear Catastrophe Waitress” “I'm Not Living in
the Real World”… Sí encontraron la perfección (aunque el volumen
era exasperadamente bajo) en “If You're Feeling Sinister”, “The
Stars of Track and Field”, “The Boy With the Arab Strap”, “The
Blues are Still Blue” “Judy and the Dream of Horses” y en su
himno “Sleep the clock around”.
Y así llegamos a los dos triunfadores de la noche
Pulp y
Battles. El festival se paralizó para recibir a Pulp, el
resto de escenarios prácticamente paró su actividad para
congregar al grueso del público ante los eternos británicos que
habían tocado por última vez en España en el año 2002 en este
mismo festival y que ahora saltaban a su escenario principal en
el primer bolo de su reunificación. Como no podía ser de otra
forma el clásico de 1995 “Different Class” fue el que más
protagonismo tuvo durante la actuación: “Something changed”,
“Disco 2000”, “I spy” con declaración de matrimonio en el
público, “Sorted for E's & Wizz",
“F.E.E.L.I.N.G.C.A.L.L.E.D.L.O.V.E.”, “Underwear” y el
esperadísimo “Common People” con la pancarta que rezaba “Spanish
Revolution. Sing along with the common people” danzando a sus
anchas por las primeras filas y contradiciendo la histórica
frase de Gil Scott-Heron, muerto la noche de antes, 'The
revolution will not be televised'. El final del show con
“Razzmatazz”, canción que da nombre al club indie más cool de la
ciudad, supuso el guiño definitivo a la ciudad de Barcelona.
Por su parte
Battles estuvieron abrasadores. Sus
canciones han ganado en elasticidad y han perdido en matemática.
Con el paraguas del sello Warp y la aceptación mediática de su
primer álbum “Mirrored”, Battles iban camino de convertirse en
un grupo eterno, pero de pronto, Tyondai Braxton, líder y
vocalista del grupo, dejó la banda y así cambiamos “Atlas” por
“Ice Cream” sin perder en el trueque. Concierto tan adictivo
como extraño, tan accesible como experimental. Magníficos.
Mercury Rev
SÁBADO
Nunca le daremos el valor suficiente a la importancia que tiene
contar con un espacio como el Auditori en un festival de estas
características. En las últimas ediciones del festival han
pasado por este recinto artistas de un valor incalculable.
Confort y calidad (visual y auditiva) se dan la mano en el, este
año bautizado, escenario Rockdelux. Y sus virtudes las
explotaron
John Cale y Mercury Rev. El galés, en horario
vespertino, acompañado de su banda y de la orquesta BCN216
interpretó al completo uno de sus discos más accesibles “Paris
1919”. La sorpresa fue que este no sonó tan setentero sino mucho
más atemporal, limpio y renovado aunque sin lograr evitar el
tufo (nada desagradable) a David Byrne. Los arreglos de la
multitudinaria orquesta sirvieron para decorar las canciones más
ambientales del disco “The Endless Plain of Fortune” (la mejor
del show), “Andalucia” o “Half past France” pero ahí donde
estaba la chicha “Child's Christmas in Wales” (con la que
abrió), “Paris 1919” y “Graham Greene” el bueno de John, su
falda y su banda se las ventilaron sin florituras con el piloto
automático encendido. También tuvo tiempo para rescatar
canciones nuevas. Un lujo asistir a un evento así, pero más lujo
si cabe es enfrentarse al “
Deserter's Songs” de Mercury Rev,
cuarto disco de la banda y cima de su obra, tocado a la
perfección de cabo a rabo. "Holes" ya anunciaba un evento
enorme, "Endlessly" embriagó con su esencia de cuento de hadas y
para cuando sonó la descarga eléctrica que culminó “Opus 40” ya
estábamos listos para subirnos con ellos al tren que hiciera
falta pasando por “Hudson Line” y acabando con el regalo de “The
Dark is rising”. Monumental.
Pero, ya en el exterior, hubo más triunfadores en la jornada del
sábado, el folk naturista de
Fleet Foxes, uno de los más
reveladores y evocadores del panorama, y la bola del mundo en la
que nos hizo girar Dj Shadow. Los primeros hacían su puesta de
largo en España. Grupo delicado con cuidadísimas melodías
vocales y coros imposibles. Se centraron en enfatizar los
detalles olvidando la tendencia al ruido innecesario de las
bandas que pasan por el escenario grande. Los de Seattle
confirmaron el hype si bien es cierto que brillaron más en los
temas de su primer ep (¿es “Mykonos la canción perfecta capaz de
aunar modernidad y clasicismo?) y de su primer largo que del
recién publicado “Helplessness Blues”.
Y el colofón final lo puso
Dj Shadow, con una sesión
escalofriantemente adictiva. Un escenario Llevant rendido a sus
pies mientras él, embutido en una bola que parecía girar como
efecto de unas magníficas proyecciones, mezclaba ritmos
imposibles dejando entrever grandes momentos de su discografía
“Six days” o “Building Steam With A Grain Of Salt”. Si bien con
carácter previo hubo tiempo para acercarse a la fuerza casi
satánica de
Swans, a la candidez de
Dean Wareham
reviviendo el cancionero de Galaxie 500 o a las descargas de los
sevillanos
Tannhauser, ¡ah! también a
Animal
Collective aunque creo que nadie, hasta por lo menos la
octava canción, tuvo la absoluta certeza de que eran ellos, es
lo que tiene ser un visionario, que corres el riesgo de quedarte
solo.
Así terminó el Primavera Sound con más grupos de la historia
aunque, irónicamente, en el que menos grupos pudieron verse. Se
acabó el picoteo entre conciertos. Si faltan 45 minutos para tu
próxima marca en el programa con rotulador rojo no intentes la
heroicidad de ver algo entre medias. Pon rumbo al destino. Hay
tanta gente en el buffet que una vez que uno se sienta a la mesa
es mejor ponerse la servilleta por babero y disfrutar hasta los
postres. Unos postres que acabaron más pronto de lo habitual,
Dj
Coco puso fin a su sesión de cierre a las 5.25 de la
madrugada con el “Don´t Stop Believin´” de Journey, mientras el
cantante de Kings of Convenience abandonaba el recinto con cara
de destrozado mientras los graciosos le gritaban
“Erlend!!!!!!!!!. Oye, ¿te gustaron los Incarnations, eh?. Pues
toma moonwalker”.
Interpol
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