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PRIMAVERA SOUND 2011


El festival del streaming, del iphone, del 15M y de la Champions. El festival de Pulp.
Por Rafa Carazo – Indyrock



Pulp / Pj Harvey
Fotos Primavera Sound ( Dani Canto/ Eric Pamies./ Inma Varandela)
 

La tendencia se iba haciendo cada vez más evidente pero ahora queda absolutamente confirmada, tras 11 años el Primavera Sound ha alcanzado el estatus de macro festival. Esta ha sido la edición con más bandas, con más público y con más superficie que ha tenido jamás el festival. Sin cambiar un ápice la esencia musical pero creciendo y creciendo hasta hacerse un monstruo. Un monstruo que deberá justificarse hasta la saciedad del caos organizativo de la primera jornada que se resolvió con un simple “guarda el iphone y saca la cartera”. El Festival del streaming, del iphone, del twitter y de las aplicaciones de ipad acabó siendo un festival clásico de los 90 en los que se paga con dinero y triunfa Pulp, el absoluto cabeza de cartel del evento.
Más de 250 artistas, ocho escenarios, numerosas carpas paralelas (Minimusica, Ray-Ban, Myspace-Smint), oferta musical en la ciudad, vuelta a los orígenes (dos días de actuaciones allá donde comenzó todo, en un Poble Espanyol con aforo completo ¿por qué no se vendieron abonos de 3 días y abonos de 5?), prestigiosos medios colaboradores, y en algunos casos encargados de comisionar algunos escenarios, (Vice, Rockdelux, Pitchfork y ATP), el lujazo de contar con el Auditori, la continuación de los espacios PrimaveraPro con la loable intención de crear negocio (y obtener subvenciones), la existencia de Primavera TV con retransmisión de conciertos online, la colaboración con el festival de cine documental In-Edit…. Todo ello hace difícil concretar en unos párrafos lo vivido en estos días.



Grindeman / John Cale


JUEVES
El día en que Grinderman sacó sus perros de paseo por el escenario grande fue el de la confirmación Cults como grupo a seguir de cerca y de Girl Talk como uno de los djs más en forma del circuito, pero sobre todo fue el de la sorpresa de Suuns. Desde Canadá y desde el prestigioso sello Secretly Canadian (no se cansen de agradecerles el detalle de exportar maravillas como Windsor for the Derby) apareció este cuarteto dispuesto a inmortalizar la noche con ritmos artificiales que atacan al influjo personal. Solvencia amparada en la repetición hipnótica de una electrónica angulosa. Con sólo un disco en el mercado “Zeroes Qc”, los canadienses mezclaron el indie con la electrónica oscura de una forma tan brillante como lo hicieran Battles en la jornada del día siguiente.

The Walkmen facturaron un concierto de los más ecléctico, momentos Strokes, momentos Vampire Weekend y momentos Keane para desembocar, en contadas composiciones, en los sonidos que los caracterizan. El quinteto tuvo tiempo para los ritmos caribeños y las guitarras salseras con el fin de quitarle trascendencia a las apariciones de ese genio vocal llamado Hamilton Leithauser que, cuando se arranca, condensa tanta gravedad e intensidad que su discurso se vuelve arrebatador. No faltaron ni “The Rat” ni “Victory”, claro está.

También hubo tiempo para, entre colas y solapamientos, darle una oportunidad a Interpol, un grupo que publicó dos trabajos cargados de singles adictivos a principios de la pasada década pero que lleva un tiempo perdido en el limbo de la épica oscura; para pasarse por la mitad de Outkast, Big Boi, en su versión más rapera pero rescatando “Ms Jackson”; y para apostar por The Flaming Lips que llevan una década haciendo el mismo show, entre globos, serpentina, confeti y Wayne Coyne sobre el público en una burbuja. Pero también llevan una década rescatando temazos como “The Yeah Yeah Yeah Song”, “Yoshimi battles the pink robots”, “Race for the prize” o la filosofía barata de “Do you realize?” que cala en lo más hondo. Los peros, alargaron ciertos temas innecesariamente y abusaron de la claustrofóbica cámara en el micro de Coyne.

La tarde la abrieron unos Of Montreal que parecen encantados de sacar a pasear su declive musical en espectáculos más propios de una gay parade que de un evento cultural. Sus genialidades se camuflan ahora tras una parafernalia vacua que no logra hacernos perder la atención sobre lo insulsas que son sus nuevas canciones. Petardeo rodeado de un Pressing Catch repetitivo con estética Scissor Sisters. Hace tiempo que encontraron su punto de inflexión, allá por 2007 con “Hissing Fauna, are you the destroyer?” hito del divertimento inteligente e ingenioso. De ahí, y de obras anteriores, salieron los mejores momentos del show: “Suffer for fassion”, “Heimdalsgate Like a Promethean Curse”, “Gronlandic Edit”, “The Party's Crashing Us” o la que anticipaba el desastre a venir “Bunny Ain't No Kind of Rider”.

VIERNES
La tarde comenzó con dos horas de macroespectáculo. Sufjan Stevens en su versión renovada año 2011. A saber, retrofuturista, imaginativo, cósmico, hermanado con la humanidad, mesiánico, más gay que nunca y empeñado en abandonar el camino de la palabra para inventar y explorar en el del sonido (efectos, bases, pedales y sintetizadores). El resultado, recogido en su álbum “The age of Adz” (2011), de fría acogida, adquiere nuevas dimensiones con el apoyo de 12 músicos sobre el escenario, de un vestuario efectista y de unas proyecciones impagables. El caos sonoro de unas composiciones, que rozan la electrónica y se agarran a la radio fórmula más rosa, cobra sentido cuando se observa quién y qué hay detrás de cada uno de los continuos arreglos que ornamentan el todo con tal barroquismo.

Cobra tanto sentido asistir a la puesta en escena de “The Age of Adz” que al llegar a “Impossible soul”, la canción de 25 minutos que pone fin al álbum, a uno aún le quedan fuerzas para seguir y sobre todo para tragarse los vocoders más propios de Kanye West del minuto 11, y para llegar al éxtasis de un par de minutos después cuando explota el “(Hold on to, hold on to) /One two three four! / It's a long life /Better pinch yourself / Put your faith together / Better get it right” momento en el que, tras festejar a saltos el delirio, el público dejó su butaca y se abalanzó sobre las primeras filas.

 Ahora bien, todo esto no esconde el tufo a Madonna ni quita que los mejores momentos fueran las baladas intimistas “Seven swans” (inmejorable inicio), “Heirloom”, “Futile devices” “Sister” y “Concerning the UFO Sighting Near Highland, Illinois”. Sobre todo no pudo evitar dejar la sensación de qué hubiera ocurrido en el Auditori con el repertorio adecuado. Al final  rescató “Chicago”, para ponerle la guinda al espectáculo.

Por lo demás no fue un día para descubrir grupos. Con tanta estrella en nómina era difícil conseguir congregar la voluntad suficiente para probar suerte en escenarios pequeños. Resultado, continua sensación de deja vu que comenzó con un M.Ward empeñado en llenar el escenario grande perdiendo sutileza a favor de músculo, rescatando lo más rockero de Monster of Folk (“Whole lotta losin´”), atacando la maravillosa versión de Daniel Johnston “To go home” e incluso interpretando el himno del rock´n´roll “Roll Over Beethoven”. Lo mismo le ocurrió a The National que solo mantuvo el pulso emocional en contadas ocasiones “Star a war” y “Slow show”, el resto fue un intento de forzar su rock para llenar almas, acercándoles más a Interpol que a ellos mismos, aún así hay que destacar “Mistaken for Strangers”, “Anyone's Ghost” y “Afraid of Everyone” (con coros del mismísimo Sufjan Stevens).

Belle & Sebastian no optó por el músculo pero sí por un repertorio equivocado. A partir del año 2003 con la publicación de “Dear Catastrophe Waitress” florecieron una serie de canciones más ligadas al hedonismo y al divertimento sin alma que a sus habituales gemas nostálgicas y atemporales, pues bien, sonaron bastantes de ese grupo: “I'm a Cuckoo”, “Step into My Office, Baby”, “Dear Catastrophe Waitress” “I'm Not Living in the Real World”… Sí encontraron la perfección (aunque el volumen era exasperadamente bajo) en “If You're Feeling Sinister”, “The Stars of Track and Field”, “The Boy With the Arab Strap”, “The Blues are Still Blue” “Judy and the Dream of Horses” y en su himno “Sleep the clock around”.

Y así llegamos a los dos triunfadores de la noche Pulp y Battles. El festival se paralizó para recibir a Pulp, el resto de escenarios prácticamente paró su actividad para congregar al grueso del público ante los eternos británicos que habían tocado por última vez en España en el año 2002 en este mismo festival y que ahora saltaban a su escenario principal en el primer bolo de su reunificación. Como no podía ser de otra forma el clásico de 1995 “Different Class” fue el que más protagonismo tuvo durante la actuación: “Something changed”, “Disco 2000”, “I spy” con declaración de matrimonio en el público, “Sorted for E's & Wizz", “F.E.E.L.I.N.G.C.A.L.L.E.D.L.O.V.E.”, “Underwear” y  el esperadísimo “Common People” con la pancarta que rezaba “Spanish Revolution. Sing along with the common people” danzando a sus anchas por las primeras filas y contradiciendo la histórica frase de Gil Scott-Heron, muerto la noche de antes, 'The revolution will not be televised'. El final del show  con “Razzmatazz”, canción que da nombre al club indie más cool de la ciudad, supuso el guiño definitivo a la ciudad de Barcelona.
Por su parte Battles estuvieron abrasadores. Sus canciones han ganado en elasticidad y han perdido en matemática. Con el paraguas del sello Warp y la aceptación mediática de su primer álbum “Mirrored”, Battles iban camino de convertirse en un grupo eterno, pero de pronto, Tyondai Braxton, líder y vocalista del grupo, dejó la banda y así cambiamos “Atlas” por “Ice Cream” sin perder en el trueque. Concierto tan adictivo como extraño, tan accesible como experimental. Magníficos.


Mercury Rev


SÁBADO
Nunca le daremos el valor suficiente a la importancia que tiene contar con un espacio como el Auditori en un festival de estas características. En las últimas ediciones del festival han pasado por este recinto artistas de un valor incalculable. Confort y calidad (visual y auditiva) se dan la mano en el, este año bautizado, escenario Rockdelux. Y sus virtudes las explotaron John Cale y Mercury Rev. El galés, en horario vespertino, acompañado de su banda y de la orquesta BCN216 interpretó al completo uno de sus discos más accesibles “Paris 1919”. La sorpresa fue que este no sonó tan setentero sino mucho más atemporal, limpio y renovado aunque sin lograr evitar el tufo (nada desagradable) a David Byrne. Los arreglos de la multitudinaria orquesta sirvieron para decorar las canciones más ambientales del disco “The Endless Plain of Fortune” (la mejor del show), “Andalucia” o “Half past France” pero ahí donde estaba la chicha “Child's Christmas in Wales” (con la que abrió), “Paris 1919” y “Graham Greene” el bueno de John, su falda y su banda se las ventilaron sin florituras con el piloto automático encendido. También tuvo tiempo para rescatar canciones nuevas. Un lujo asistir a un evento así, pero más lujo si cabe es enfrentarse al “Deserter's Songs” de Mercury Rev, cuarto disco de la banda y cima de su obra, tocado a la perfección de cabo a rabo. "Holes" ya anunciaba un evento enorme, "Endlessly" embriagó con su esencia de cuento de hadas y para cuando sonó la descarga eléctrica que culminó “Opus 40” ya estábamos listos para subirnos con ellos al tren que hiciera falta pasando por “Hudson Line” y acabando con el regalo de “The Dark is rising”. Monumental. 

Pero, ya en el exterior, hubo más triunfadores en la jornada del sábado, el folk naturista de Fleet Foxes, uno de los más reveladores y evocadores del panorama, y la bola del mundo en la que nos hizo girar Dj Shadow. Los primeros hacían su puesta de largo en España. Grupo delicado con cuidadísimas melodías vocales y coros imposibles. Se centraron en enfatizar los detalles olvidando la tendencia al ruido innecesario de las bandas que pasan por el escenario grande. Los de Seattle confirmaron el hype si bien es cierto que brillaron más en los temas de su primer ep (¿es “Mykonos la canción perfecta capaz de aunar modernidad y clasicismo?) y de su primer largo que del recién publicado “Helplessness Blues”. 

Y el colofón final lo puso Dj Shadow, con una sesión escalofriantemente adictiva. Un escenario Llevant rendido a sus pies mientras él, embutido en una bola que parecía girar como efecto de unas magníficas proyecciones, mezclaba ritmos imposibles dejando entrever grandes momentos de su discografía “Six days” o “Building Steam With A Grain Of Salt”. Si bien con carácter previo hubo tiempo para acercarse a la fuerza casi satánica de Swans, a la candidez de Dean Wareham reviviendo el cancionero de Galaxie 500 o a las descargas de los sevillanos Tannhauser, ¡ah! también a Animal Collective aunque creo que nadie, hasta por lo menos la octava canción, tuvo la absoluta certeza de que eran ellos, es lo que tiene ser un visionario, que corres el riesgo de quedarte solo. 
Así terminó el Primavera Sound con más grupos de la historia aunque, irónicamente, en el que menos grupos pudieron verse. Se acabó el picoteo entre conciertos. Si faltan 45 minutos para tu próxima marca en el programa con rotulador rojo no intentes la heroicidad de ver algo entre medias. Pon rumbo al destino. Hay tanta gente en el buffet que una vez que uno se sienta a la mesa es mejor ponerse la servilleta por babero y disfrutar hasta los postres. Unos postres que acabaron más pronto de lo habitual, Dj Coco puso fin a su sesión de cierre a las 5.25 de la madrugada con el “Don´t Stop Believin´” de Journey, mientras el cantante de Kings of Convenience abandonaba el recinto con cara de destrozado mientras los graciosos le gritaban “Erlend!!!!!!!!!. Oye, ¿te gustaron los Incarnations, eh?. Pues toma moonwalker”.




Interpol




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