EL ROCK VUELVE A TENERIFE
ROCK LÖUNGE & APOCALIPSIS EVENTS
Enero
2018.
Por
ALEXIS BRITO / IndyRock
Durante años la escena rock había brillado por su ausencia
en Santa Cruz de Tenerife. Ante el declive de La Laguna (en
la actualidad se encuentra en sus horas más bajas), gracias
a una serie de locales que lograron perdurar ante la
estrechez de miras de los políticos, redadas de la UNIPOL,
multas y quejas de los vecinos, la ciudad volvió a disfrutar
de buena salud musical. La gente sale a disfrutar: los fines
de semana las calles están llenas de vida y las terrazas
abarrotadas. La imagen lúgubre de cementerio típica de la
zona (Santa Lastenia sería un buen ejemplo) ha desaparecido
de la memoria colectiva.
Ocean Club, local situado en el Parque Marítimo, ha abierto
sus puertas a propuestas sonoras ajenas a la comercialidad
imperante. El festival Rock Löunge comenzó con la banda de
covers del cantante sueco Marc Quee (nuevo vocalista de
ESCLAVITUD) con una serie de versiones sólidas y funcionales
como “Doctor Doctor” de UFO, “Hold The Line” de Toto, “With
Or Without You” de U2, “Here I Go Again” de Whitesnake y
“Too Late” del propio Quee. El público, relajado, apenas
participó en la actuación. De hecho, la mayoría parecía
desconocer los temas que estaban tocando.
Se esperaba más público. Casi todos asistentes eran
extranjeros que habían subido del sur de la isla a Santa
Cruz. Por desgracia parece que no existe tradición rockera
en Canarias. La gente está acostumbrada a entrar gratis en
los locales, por consiguiente, a la hora de pagar, se niegan
a hacerlo. Motivos: ¿Precio de las entradas? ¿Fechas
navideñas? ¿Falta de promoción en prensa, radio y redes
sociales? Imagino que una mezcla de los tres puntos
anteriores. Independientemente de ello, el público se mostró
pletórico, sonido estupendo, la sala magnífica y las
actividades extramusicales (body painting, merchandise,
puppet show) cumplieron.
El segundo grupo en actuar, Psideralica, ofrecieron un
ejercicio de carisma, glamour, rímel y cuero sobre las
tablas. Su música, afilada y potente, aunaba guitarras
industriales y pinceladas de electrónica. Ante el
espectáculo de Lady Marian (embutida en un ajustado mono
rojo y botas hasta las rodillas) y la bajista Silvia Panic
(medias de rejilla, rodilleras, profuso maquillaje azul), el
público se aproximó al escenario. La dureza de la música
contrastaba con el tono cálido de la vocalista. La formación
despachó canciones como “Trinitite”, “Toxic Skin”, “This Is
My Life X”, “Selfish” y la mítica “Poison” de Alice Cooper.
Huelga decir que el ambiente se volvió animado y revoltoso.
(...)

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Como colofón, Alea Jacta pusieron el recinto patas arriba
con Tales Of Void And Dependence (Art Gates, 2017) que
tocaron de principio a fin en el mismo orden que en el
disco. La banda, con un sonido influenciado por el Thrash
Metal, se entregó por completo. Cabe resaltar la labor de
Eduardo Vera como frontman: no dejó de bailar durante todo
el concierto, subirse a los amplificadores y, por último,
lanzarse sobre el público. "Interdependence", "Sense Of
Lost", "Swimming With A Lead Lifejacket" y "Your Presence"
fueron pura energía, dedicación y garra. Un gorila de
seguridad estuvo sentado al pie del escenario durante toda
la actuación para controlar al público. Medida, a todas
luces, exagerada. ¿Acaso los organizadores esperaban un
segundo Altamont? La banda, pletórica y empapada de sudor,
terminó con “Fire”. Un directo triturador sin
desperdicio.
Como punto negativo, cabe destacar la ausencia de Mikkey
Dee. La rueda de prensa fue cancelada y el público tampoco
pudo disfrutar de su exposición Subliminal. Problemas
técnicos aparte, su nombre encabezaba el festival; reclamo
incuestionable para los fans de Motörhead. En compensación,
los asistentes albergaban la esperanza que subiera al
escenario a tocar. Todos se sintieron defraudados cuando no
lo hizo. Los organizadores tuvieron suerte de que la gente
no exigiera que les devolvieran el dinero. Para salvar el
naufragio, Psideralica regresaron acompañados por Vera para
improvisar una electrizante “Disturbing Dreams”. Ahí es
cuando se demuestra el respeto hacia el público: un diez
para todos.
Es dudoso que después de la espantada del batería de los
Scorpions el Rock Löunge Tenerife conozca una secuela.
Independientemente del número de personas que asistieron
(unas doscientas en un local con aforo para mil), este tipo
de actitudes destrozan la posibilidad de salir de lo
“políticamente correcto” (música latina, reggaetón, pop
comercial, viejas glorias con giras de grandes éxitos) que
dominan las actuaciones en vivo en Tenerife. Por una parte,
un público rockero que se niega a cumplir y por otra, el
divismo de ciertos artistas que solo dan la talla ante
grandes masas. La culpa, en mayor o menor medida, es de
todos los implicados. Aquellos que protesten por la carencia
de buena música, que tomen nota y actúen en consecuencia.