RIDERS ON THE STORM
16 DE JULIO DE 2008 SALA RAZZMATAZZ 2 BARCELONA
por
Iñaki Pinhead / Fotos y crónica
Cada día resulta más difícil hacer una reseña de estas
características y dejar a todo el mundo contento. Por una parte
están los fans mas acérrimos al grupo, que bajo ninguna
circunstancia permitirán que el nombre de su grupo favorito, se
vea mancillado por intrusos, que son invitados a este tipo de
reuniones, (En este caso el intruso es, Bret) y que son mirados
por lupa, por esos que han vivido con total devoción, la carrera
de una banda, en este caso THE DOORS. Por otra están los fans,
menos aguerridos, que no habiendo visto nunca en directo a su
banda predilecta, y de alguna forma sienten que tienen una
espina clavada, y dan como bueno, este tipo de reuniones. Y por
otra esta el resto, el cual apenas ha escuchado nada de la
banda, (salvo sus hits más populares) y que piensan que van a
asistir a una especie de "resurrección" cuando acuden a un
evento de estas características. Lo que esta claro es que esto
no es un concierto de los DOORS, es un tributo a una banda que
marco una época, y con dos de sus miembros aun en activo,
intentan revivir aquellos tiempos de gloria, y de paso quitarnos
esa espina a muchos de los fans, que no vivimos aquella época en
cuestión.
Nos encontramos con una segunda etapa de los "Jinetes", que tras
la marcha de Ian Ansbury, tuvieron que reconducir la nave
buscando un sustituto para el mismo, y este no es otro que Bret
Scallions, (Quien fuera vocalista de la banda FUEL). Para
empezar el amigo, se encuentra de lleno con dos obstáculos;
Primero de ellos superar lo que el cantante de THE CULT, hizo en
su etapa con la banda, y segundo y mas importante. ¡Ser un nuevo
JIM MORRISON!, pues si amigos, si entras a esta banda, tienes
que moverte, tienes que sentir, tienes que trasmitir, tienes que
tener el mismo feeling con la gente, que el propio "Jimbo"
tenia. Y no se vosotros, pero yo vi al propio Bret, "invadido"
por un cuerpo extraño (Mi pequeño tributo a esa película de
culto, "La invasión de los ultra cuerpos").
Cuando te enrolas en una aventura de estas características, esta
es tu primera misión, imagino que en las pruebas de acceso,
tanto Ray como Robby, buscarían esto, pero yo me pregunto.
¿Puede una persona "transformarse" en otra así de repente?,
¿Puedes ser tu mismo, y mostrarte tal como eres, si te dicen que
para entrar en una banda debes ser el clon (En este caso de
Jim), de otra persona, ya fallecida o que ya no esta en el
grupo?. Creo que resulta complicado, y pienso que si me tuviera
que poner en dicho papel, creo que ni tan siquiera lo
intentaría.
A ultima hora el concierto se traslado a la sala 2, (En lugar de
la 1 como estaba previsto) la cual como es obvio se "peto" hasta
arriba y con el calor que hacia, sencillamente ¡ENCENDIO NUESTRO
FUEGO!. Pero no el sentido sexual de la misma, sino mas bien
todo lo contrario, ya que incluso la tarea de respirar, era
bastante complicada.
Casi con puntualidad británica, la banda salio a escena, y los
primeros aplausos y vitorees se oyeron en una sala aun no
abarrotada. Los puñales de los detractores del nuevo cantante,
se afilaban mientras este cogía el micro, para empezar con "Love
me two times" y lo cierto es que al tío se le veía suelto, (eso
si, me pongo en su pellejo y el crear ese aura tan especial que
Jimbo tenia es complicado).
Bret no es un mal vocalista, es mas diría que es un buen
vocalista. Pero para otra banda, como sus antiguos Fuel, y
quizás esto le viene grande, puso ganas, puso esfuerzo, pero
todo era muy. Forzado, sus poses, sus movimientos, sus tocadas
de
"paquete", su buen rollo con Ray, en definitiva un buen actor,
para una mediocre actuación.
Tras esto, se empezó a calentar el ambiente con "Break on
through (to the other side).", donde ya Ray y sobre todo Robby,
cogieron la batuta del mismo y no la dejaron hasta el final. Es
entrañable ver a Ray, detrás de su órgano, emulando al
mismísimo, Jerry Lee Lewis. Además se conserva muy bien, todo lo
contrario que el amigo Robby, que parece sacado de una película
de Romero...
Aun así la edad debe estar en el alma, porque el tío nos dio un
recital de cómo tocar la guitarra, tanta la acústica, como la
eléctrica, eso si se gusto tanto, que incluso se hizo algo
denso, pero era lógico, la gente esta con el, la banda estaba
con el, y pesar de ese look "Cadavérico", deleitaba con cada
riff, con cada melodía. (Ese tapping de mano derecha, los slides
entre otras lindezas).
El show llevo un ritmo bastante irregular, con momentos
increíbles y otros soporíferos, donde quizás las ganas de dar
espectáculo, se volvieron en su contra.
Ejemplos: Cuando Robby cogió la acústica y con un Ray con
maracas, nos hicieron una especie de conga, mambo o vete tu a
saber que narices."No Me Moleste Mosquito" o algo parecido.
Otro momento de esos que no se olvidan, es ver a el bajista de
origen asiático y un Robby guitarra en mano, haciendo una
especie de "cadeneta" uno detrás del otro, por todo el
escenario, lo cual repitieron varias veces (Vamos que le
cogieron el gusto) para deleite de la gente de las primeras
filas.
Genial fue oír ese "Spanish Caravan" guitarra acústica en mano
(ED- Sacrilegio no utilizar para esto, una española, ¿No os
parece?).
"When The Music's Over", es la perfecta comunión con el publico,
la psicodelia y la improvisación en estado puro, larga y densa
como ella sola, hace al publico volverse loco de remate,
mientras el grupo disfruta y eso se ve en sus caras de
satisfacción.
"Alabama Song" nos muestra a Ray, mandándonos a todos al bar, a
beber un poco de Whiskey (Si te tienes que beber un par de ellos
en la Razzmatazz, mejor rompe tu hucha del cerdito, porque los
precios están por la nubes.).
Y claro el recuerdo mas esperado al propio Jimbo, con "Five To
One" y esas palabras sobre los verdaderos "Sex Machine", donde
el propio Ray habla de entre otros de James Brown, Bo Diddley, y
suelta sin inmutarse cuando el propio Jimbo, saco su fusil.
El concierto sigue en su línea de altibajos, de repente la
euforia se apodera de uno, pero esta dura poco, y vivimos
momentos llenos de pesadez, con un Bret que no llega a dar la
talla en ciertos momentos. Mientras el "pequeño samurai" (Como
bautice a este Jamaicano, trotamundos del rock, el cual ha
estado en innumerables formaciones, con gente tan famosa como
Rod Stewart, Phil Collins, Van Morrison, jeff Beck o B.B King.),
toma protagonismo y con su forma tan curiosa de tocar el bajo,
lo mueve aquí y allá, mostrando una muy buena técnica (Ahora yo
me pregunto ¿Los verdaderos The Doors, no tenían bajista,
cierto?...).
La banda decide que es hora de tomar el camino de los camerinos,
para un pequeño descansito.Y vuelven con ni mas ni menos que
"L.A Woman" momento álgido de la noche y que crea una atmósfera
especial, que nos hace trasladarnos a todos (Bueno sin pasarse),
a la propia ciudad de Los Angeles.
Pero si todo esto fuera poco, y con un publico una y otra vez
mencionando el nombre de añorado Jim, regresan con el tema de la
noche, "Light My Fire", el cual mas que encendernos, nos hizo
arder, ya que con el calor reinante en la sala, los de seguridad
dando muy pocas facilidades, y en un costado izquierdo casi
aprisionados, vimos como el tema en cuestión era alargado hasta
la extenuación, donde todos y cada uno de los integrantes de la
banda, nos mostró sus habilidades con sus propios instrumentos,
donde Robby, se gusto una y otra vez, y donde la mayoría
pensamos, "Chicos es hora de acabar", y tras casi dos horas de
concierto, y con una medidas de seguridad al mas puro estilo
Rolling Stones, escoltados por la seguridad y cubiertos por el
telón que daba paso a zona de escenario.
Y entre un pequeño caos montado por los de seguridad, salimos de
la sala, directos a nuestros hogares, con disparidad de
opiniones, pero con una cosa clara..El espíritu de este banda,
permanecerá siglos, milenios, ya haya un Apocalipsis o un
Cataclismo, que las nuevas generaciones, tendrán entre sus hits,
temas como los que esa noche escuchamos..
LOS JINETES DE LA TORMENTA SIGUEN CABALGANDO.
Riders On The Storm
nacen de las cenizas de los míticos The Doors para extender el
espíritu de la música inmortal de la banda. Jim Morrison
falleció hace más de 35 años, pero el guitarrista Robby Krieger
y el teclista Ray Manzarek han querido continuar con el legado
del grupo bajo el nombre de una de sus míticas canciones. Ian
Astbury de The Cult ha sido hace bien poco el vocalista que ha
tenido que cargar con la pesada losa de 'sustituir' a Morrison,
y su trabajo según los seguidores ha sido más que digno. Pero
hace unos meses Astbury decidió centrarse por completo en The
Cult y dejar el grupo. Su sustituto es el joven vocalista del
grupo Fuel, Brett Scallions, el propio Manzarek ha afirmado que
está muy contento con su incorporación
www.raymanzarek.us/rots.html
Poema inédito de Jim Morrison adquirido por el Museo del
Rock de Barcelona "The Andalusian Bitch" ("La puta
andaluza")basado en el "El Duende" de Federico García Lorca. El
Museo del Rock de Barcelona, colección Jordi Tardà, ha adquirido
en Nueva York un poema inédito de Jim Morrison, desaparecido
cantante del grupo californiano The Doors. El poema, manuscrito
por el propio Morrison con bolígrafos de tinta roja y azul,
lleva por título "The Andalusian Bitch" ("La puta andaluza").
A mediados de los años 60, el entonces universitario Jim
Morrison, fascinado por el corto "Un perro andaluz" de Luis
Buñuel y Salvador Dalí, se interesó vivamente por la obra de
Federico García Lorca y especialmente por "El Duende" del año
1934. El poema, en inglés, dice así:
"What does it mean? The artist's own hand slits her
eyeball.
Cloud razors slash at the moon. Cosmic utterance.
He has lanced the swollen boil of sight"
+++
¿Qué significa? La propia mano del artista raja su globo
ocular. Los filos de las nubes apuñalan la luna. Cósmico
murmullo. Él ha lanceado el hinchado hervor de la visión.
+++
El Museo del Rock de Barcelona, colección Jordi Tardà, abrirá
sus puertas durante el mes de abril del año 2008 en la cuarta
planta y en la cúpula de la antigua plaza de toros de Las Arenas
de Barcelona, en la Plaza de España de la ciudad catalana.
El Museo del Rock contará con salas dedicadas a The Beatles, The
Rolling Stones y a la música rock realizada en nuestro país.
Además de una sala de efemérides y las salas de la propia
historia del rock, de sus inicios a la actualidad. Asimismo, el
Museo del Rock contará con un archivo a disposición de los
visitantes, dos salas multiusos para eventos y un estudio de
radio y televisión, entre otros servicios. (enero 2007)
Riders on the
Storm
20/04/2006, Sala La Riviera, Madrid
Fotos y crónica
Javier Alonso Juliá y Marina Sanz Domínguez
-IndyRock
El jueves día 20 de abril, en la Sala la Riviera, parte de la
mítica banda de Los Ángeles, "The Doors", con su nueva formación
y sobrenombre "Riders on the Storm", aterrizaba por segunda vez
en España y por primera vez en Madrid.
Esta cita no se la quisieron perder sus incondicionales,
tanto los más jóvenes como los más veteranos, que abarrotaron la
sala, formando largas colas en la entrada, con todo el papel
vendido.
La banda formada por dos de los fundadores del grupo, Ray
Manzarek - teclados- y Robby Krieger -guitarra-
acompañados por el cantante británico Ian Astbury, líder de "The
Cult", y el batería Ty Dennis y el bajista Phill Chen,
aparecieron sobre el escenario pasadas las 21.30 de la noche,
acompañados de la pieza musical "Carmina Burana".
La ovación del público fue estremecedora tras escuchar la
mítica presentación de los Doors ".from Los Angeles, California,
The Doors". Para comenzar la actuación sonó "Roadhouse Blues",
que con el característico teclado y la guitarra nos trasladamos
al mismísimo "Whisky a Go Go" en donde dieron sus primeros pasos
esta gran banda de los años 60.
El espectáculo no había hecho nada más que comenzar y uno
de los grandes temas de todos los tiempos, "Break on Through (to
the other side)", desató la euforia del público. Ian Astbury con
su parecido físico y su voz emuló a la perfección al mismísimo
Jim Morrison. Tras este tema sonaron "Love me Two Times" y "When
the Music's Over" en la que Ian se metió tanto en el papel de
Jim que se encaró con el personal de seguridad que vigilaba la
valla haciendo vibrar la sala. Antes de continuar con el
siguiente tema, Ray presentó al grupo. "Alabama Song" y
"Backdoor Man" sonaron sin descanso. "Five to One" resultó
demoledora, en ésta Ian bailó como lo hacía Jim, como un indio
alrededor de la hoguera.
"Spanish Caravan" comenzó con Robby Krieger solo ante el público
con su guitarra acústica demostrándonos que a pesar de sus 60
años es uno de los grandes guitarristas de todos los tiempos. A
este tema le siguieron "Peace Frog", "21st Century Fox",
"Moonlight Drive" y "Wild Child". La sala se convirtió en una
auténtica fiesta que ovacionó al grupo con el típico vítor
futbolístico "oe oe oe" a lo que estos dieron las gracias en
castellano.
Un tema lento como "Forever" nos relajó hasta llevarnos al
apoteósico final que nos esperaba: "Touch me" precedió al que
sería el último tema "L.A. Woman". Con unos impecables solos de
Ray y Robby abandonaron el escenario aplaudidos por la multitud,
pero tras pocos minutos regresaron bajo lo sonidos de una
tormenta que precedía el siguiente gran tema, "Riders on The
Storm", que fue cantado por el respetable al igual que todos sus
anteriores temas.
De nuevo abandonaron el escenario pero algún que otro hit de
grupo debía sonar en esta especial noche. Los sonidos del
teclado de Ray nos llevaron al culmen de la actuación. "Light my
Fire" subió la temperatura de la sala hasta un extremo de
excitación y desenfreno descomunal.
La actuación había llegado a su fin, pero la presión del público
logró que los de California nos regalasen un último tema "Soul
Kitchen" que en los conciertos precedentes no habían
tocado.
Tras casi dos horas y media de concierto, en el que los
continuos solos instrumentales nos recordaron a las antiguas
actuaciones de los 60, se despidieron totalmente emocionados y
dando las gracias en repetidas ocasiones.
Espectacular y brillante actuación que será difícil de borrar de
las mentes de aquellos que no pudimos disfrutar del directo de
la banda original. Ray y Robby dieron toda una lección de lo que
es estar en un escenario, y Ian Astbury estuvo realmente
excepcional metiéndose en el papel tan difícil que le había
tocado interpretar.
Tomando el nombre
de la última canción que The Doors grabaron antes de la
desaparición de Jim Morrison, Riders On The Storm se presentan
con Ray Manzarek y Robby Krieger (The Doors) y la voz de Ian
Astbury (The Cult). En esta gira, sonarán con intensidad
los grandes éxitos de The Doors de mano de los miembros
fundadores del grupo, una voz hecha a medida para compartir el
legado de Morrison y dos grandes músicos que también los
acompañarán, Toy Dennis (batería) y Phil Chen (bajo).
04 de Diciembre 2003 Plaza de Toros Benidorm
The Doors Siglo 21/
Buenos Aires Oct. 2004.
Crónica para un amigo "español"
por
Santiago Craig - IndyRock
En el año 2000 conocí Europa y sólo tuve un momento de
intimidad, de recogimiento y de epifanía. Fue en el cementerio
de Pêre Lachaise, repitiendo la misma escena -tan poco íntima,
tan alejada del recogimiento y de las iluminaciones personales y
subjetivas- de pararme frente a la tumba de Jim Morrison a fumar
un cigarrillo, como ya habían hecho miles de personas antes que
yo, y como seguirían haciéndolo. Fumé un Gauloises, recuerdo,
como para completar el snobismo. Sin embargo, y pese a lo
trillado del acontecimiento, no encontré en ningún otro lugar de
mi breve periplo por el Viejo Mundo nada que justificara más mi
presencia por esos lares que ese laberinto de pintadas y
mármoles corroídos por el musgo y los hongos, esos caminos de
señas improvisadas que, ignorando un poco la afectada y
brillante prosa de Wilde o las desbordadas manchas de sutilezas
y cinismos que supo destilar con sus novelas Balzac (otros
poetas, otros muertos ilustres, habitantes del cementerio),
indicaban el camino al altar del Rey Lagarto a través de las más
vulgares, entusiastas y adolescentes frases e
intertextualidades: "To the other side", "My eyes have seen
Jim", "No está aquí, baila en algún lugar de la autopista hacia
el fin de la noche". Tengo varias frases anotadas, incluso
algunas que simplemente dicen "Jim, te amo", tal vez por el aire
familiar y cómplice que me generaba cada palabra en español que
aparecía entre tanto inglés, francés, alemán, y vaya a saber qué
otras extrañeces. Había ingresado al cementerio con un pequeño
cuaderno, dispuesto a llenarlo de poemas, de referencias e
impresiones acerca de aquel viaje espiritual tan
intensamente deseado desde mi adolescencia. La intención era
dárselo luego a Facundo, mi mejor amigo en el colegio secundario
y único fanático enfermo de los "Puertas" como yo por esas
épocas.
Con Facu sabíamos de memoria cada una de las palabras que había
dejado registradas Jim Morrison, sea con su voz o con su letra,
y las repetíamos todo el tiempo como si se tratase de una
actividad religiosa, como una sucia y pegajosa plegaria que nos
empastara la boca y que no pudiéramos escupir del todo. Habíamos
visto la película de Oliver Stone, como casi todo el mundo,
veinte años después de que El rey Lagarto hubiese muerto, y un
año después de haber ingresado nosotros al colegio secundario;
habíamos quedado fascinados por esa mezcla extravagante de
imbecilidad y genio que plantea el cineasta en el film. Pero más
que nada, nos maravillaba la época, las ropas y las costumbres;
los ditirambos dionisíacos, las drogas, las fogatas, las
palabras y la música, eso, más que nada, la música hipnótica y
única de los Doors. Así que lo primero que hice, en cuanto pude
ahorrar dos o tres meriendas, fue correr a comprar lo primero
que encontré adornado con la cara de Morrison. No fue
exactamente él quien miraba con ojos perdidos y un pelo hecho de
fuego desde el póster que adornaba la vidriera de la disquería,
era Val Kilmer, pero se le parecía bastante, así que compré el
cassette con la banda de sonido de la película ( gesto
afortunado que me llevó además a descubrir a Lou Reed y la
Velvet Underground, pero esa es otra historia) y me fui
conteniendo el aliento hasta la casa de unos amigos en donde
íbamos a jugar a las cartas y simular que fumábamos cigarrillos.
No estaba Facundo esa noche, así que no fue demasiada la
complicidad que obtuve para escuchar mi nueva adquisición en
forma inmediata. A los chicos les parecía aburrida la música
vieja y un poco excesiva la duración de ciertos temas, como "The
End", por ejemplo. A mí, simplemente, me extasiaban.
Escuché el disco unas quince veces, y no hubo forma de que me
convencieran para cambiar esa música. Recuerden, aquellos que
hayan pasado o estén pasando por esa enfermedad; los que hayan
sido infectados o que estén aún picados por el veneno que
destila cada uno de los segundos de las canciones de los Doors;
recuerden ese momento en el que escucharon por primera vez en la
vida y en forma completa "When the music is over", "Riders on
the storm" o "Light my fire". Entenderán entonces como perdí esa
noche unos diez pesos jugando al póker y a su vez, como fue una
de las más felices de mi vida. Entenderán como a las dos y media
de la mañana decidí llamar por teléfono a mi amigo Facundo para
contarle cosas imposibles de contar, para hacerle escuchar algún
que otro tema por el auricular mientras me deshacía la garganta
en elogios y para hablarle hasta las cuatro de la madrugada
acerca de esas letras que eran viajes por el desierto, por la
rebeldía, y por esos lugares oscuros en los que deambulan los
poetas. Esos lugares oscuros que conjuraron los Doors, y que se
fueron amuchando como insectos debajo de una piedra; detrás del
"Flower Power" de los sesenta, de la alegría lisérgica y
esperanzada de la generación del amor, es decir, de la
generación de nuestros padres.
Y fue esa oscuridad la que nos cautivó ( éramos adolescentes,
eran los noventas: la desidia, el desprecio por todo, la muerte,
estaban de moda) y la que nos cambió la vida. Porque a mi amigo
y a mí, escuchar a los Doors, leer los poemas y canciones de Jim
Morrison, nos cambió literalmente la vida: nos abrió los ojos
hacia otros horizontes nuevos y desconocidos. Nunca hubiera
intentado interpretar los aforismos de Nietzsche a los catorce
años ni el simbolismo de Blake y Rimbaud (esos nuevos
horizontes) si no hubiera leído, en alguna parte, que mi ídolo
máximo los admiraba profundamente. Con Facundo investigamos
mitología griega, el origen de la tragedia, los ditirambos y las
distintas teorías estéticas y artísticas a las que "Mr. Mojo
Risin" hacía referencia -entre vapores etílicos- cada vez que
algún periodista -tan periodistas siempre los periodistas- lo
interpelaba respecto de los orígenes o del sentido de su arte.
Entonces, descubrir a los Doors, para Facu y para mí, fue algo
así como redefinir nuestro universo de referencias, nuestros
valores, o como se llamen; un cambio de perspectiva violento, un
disparo de vibraciones en la frente, como el tiro mortal que
Krieger improvisaba con su guitarra matando a Jim cada noche al
interpretar Unknow Soldier. Es que Jim, como Cristo, vino a
morir un poco por nosotros.
Pasamos años enteros escuchando a los Doors, dejándonos crecer
el pelo, fumando marihuana y emborrachándonos seguros de que "el
camino de los excesos conduce al palacio de la sabiduría", pero
sobre todo, leyendo, escribiendo poesías, charlando sin parar
sobre el destino del mundo, la muerte, el amor, la vida, y otras
cosas inabarcables. Pasamos años enteros venerando a Morrison
como a una deidad hecha de rock y de ideas y de un fuego
inextinguible. De una forma vulgar, joven y pura, de una forma
simple: lo adorábamos.
Fueron pasando los años de adoración y con ellos esa frecuencia
pegajosa y deliciosa con la que uno frecuenta a sus amigos
durante el período escolar. Algunos ingresamos en la
universidad, otros, como Facundo, deambularon un poco de empleo
en empleo, de vocación en vocación, hasta encontrar algo que
sirviera para no ser sincero ( no se puede ser nunca sincero si
uno es lo que somos Facu, yo, y tanta gente: puro deambular) y
evitando el silencio embarazoso ante los requerimientos ajenos,
poder responder que uno tiene un proyecto personal, que uno
encamina su vida hacia un destino seguro y confiable, y que ve
mucho más allá de sus propias narices. Así que Facundo se fue a
España, a Madrid, y allí vive y es feliz desde hace unos años, y
simula tener un proyecto, un destino, como todos. Ya no usa las
remeras con la cara Morrison inundada de rulos y del brillo
metálico de los Ray-Ban, pero se ha dejado crecer el pelo casi
hasta la cintura y cada mañana se sirve (solo) una cerveza. Hace
poco vino a Buenos Aires, a pasear con su simpática novia
madrileña, y su estadía en el país no coincidió por dos días con
la de Ray Manzarek y Robbie Krieger, por lo que no pudo estar en
el recital que los "renombrados" Doors del siglo XXI dieron
junto al morrisonesco y excelente cantante de The Cult: Ian
Astbury.
Dado que tengo la posibilidad de escribir en este medio, que por
otra parte Facundo frecuentaba sin saber de mis esporádicas
colaboraciones, aprovecho para poner al tanto a mi amigo
"español" respecto de los pormenores del show brindado por estas
nuevas Puertas en el estadio de Vélez Sársfield. No interesan
demasiado los aspectos técnicos, ni de sonido, ni de
organización, en este caso. Aquellos que hayan sabido apreciar
la esencia de los Doors, saben que esas cuestiones son
secundarias, que siempre lo han sido y que ni siquiera en sus
épocas de mayor esplendor la banda resaltó por su orden o por su
prolijidad sobre el escenario. Así que, Facu, paso a enumerar
simplemente una serie de sensaciones e imágenes, como para que
te des una idea...de lo importante:
Había un eclipse. A eso de las diez de la noche, la Luna empezó
a cubrirse con un velo de sombra negro y difuso y fue
desapareciendo el conocido círculo blanco para dejar lugar a una
mancha roja, luminosa y espesa que parecía querer plantar en el
cielo el espíritu de una ausencia ardiente. Los organizadores
del recital, tal vez en un súbito arranque de amnesia, olvidaron
que el show no iba a ser en Suiza, sino en Argentina, y
establecieron una distribución de localidades en donde quedaba
separado un sector VIP (la entrada costaba casi 10 veces más que
la más barata) de un sector "popular". Ridículo. Las divisiones,
claro, duraron hasta que se apagaron las luces del estadio y
comenzaron a sonar los primeros acordes de Roadhouse Blues. (¿Te
acordás que bailábamos, saltábamos y dábamos vueltas como indios
poseídos cada vez que sonaba ese tema en alguna fiesta? Da un
poco de vergüenza recordarlo, pero es tan cierto, tan sincero,
que es más la satisfacción.) La gente ubicada en las plateas y
las populares no se limitó a aplaudir mientras la de los
asientos caros hacía sonar sus joyas, sino que arrancó los
alambrados, las puertas y las vallas para acercarse hasta el
borde del escenario. Chorreando desde las tribunas, una horda
uniforme hecha de saltos y cantos fue llenando el campo,
arrancando las sillas y prendiéndolas fuego para improvisar
aquellas bacanales que forman parte del imaginario común a todos
los fanáticos de los Doors. "Todos los chicos están locos"
cantaba Jim en The End. Y esto iba un poco por ahí.
Entonces el fuego, el eclipse, la gente avanzando más allá de
los límites y la misma música de siempre, las mismas canciones.
Entonces la escenificación inobjetable de un Ian Astbury
customizado a lo Jim, con gafas negras, cabellos enrulados,
campera de cuero y gritos desgarrados, Manzarek canoso y risueño
en los teclados y Kriegger viejo y hippie en la guitarra. Todo
desprolijo, sucio, con un sonido confuso que se fue afianzando a
lo largo del recital.
Frases demagógicas e innecesarias ("Viva Maradona" y cosas por
el estilo. Incluso llegaron a ponderar nuestro Peyote.¿?) y una
actitud entre simpática y complaciente por parte de los músicos
que, de a ratos, a algunos, nos hizo sentir un poco de vergüenza
ajena. Pero esos detalles no alcanzaron, claro, para apagar
tanta euforia. Y es que, como te imaginarás, estábamos
escuchando las canciones de los Doors tocadas por los Doors, y
eso era algo que rozaba lo fantástico. Las versiones sonaban
igual que en esos discos en vivo editados en forma pirata que
comprábamos compulsivamente, pero con más fuerza y nitidez. El
cantante es muy bueno, se sabe, y no es Jim, eso también se
sabe, pero supo ocupar su lugar, actuar y cantar, llenar un poco
de histrionismo ese hueco luminoso que todos habíamos ido a ver
brillar bajo el eclipse. En síntesis: miré la luna enrojeciendo
y escuché esas canciones que tantas veces habíamos escuchado
juntos tomando vino y levantando el índice para indicar
categóricamente que difícilmente viviéramos un año más de los
veintisiete y que nosotros también íbamos a planear un asesinato
o empezar una nueva religión, para morir jóvenes y llenos de
magia y de gloria. "Love Me Two Times", "Moonlight Drive",
"People Are Strange", "When The Music´s Over". "Peace Frog",
"L.A.Woman", "Riders On The Storm", "Light My Fire", "Soul
Kitchen". Un tema atrás del otro y la gente saltando, cantando y
rompiendo todo: Una buena escenificación de eso que es para
tantos el objeto de deseo, la felicidad, la juventud, la
inocencia: algo inevitablemente perdido. Ahora que estamos
por cumplir veintisiete años y bastante lejos de querer
morirnos; ahora que sabemos que Jim Morrison era un tipo
simpático y sumamente inteligente que supo hacer lo que quería:
abrirnos las puertas de la percepción y obligarnos a ver todo
tal y como era; ahora que vos estás por allá y yo por acá, y que
los Doors están de gira sin Jim, pero con sus canciones; ahora,
una vez más, puedo usar una frase de esas que escribíamos con el
borde una llave en el pupitre para explicarte todo: "The music
is your only friend, until the end." Saludos, y un beso a María.
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