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LOU KASS



Grillo Villegas y Cristian Krauss  de  Lou Kass


Foto  David Illanes


Entrevista por Tomás Astelarra
 
Cualquiera que piense en un papacho retacón de rasgos anchos, gorro de alpaca, vestidos de aguayo y charango o cualquier otro estereotipo asociado a Bolivia a la hora de describir al Grillo Villegas, Cristian Krauss o su música, seguramente no darán en la tecla. 
Pero estos dos gringos (Krauss es alemán y Cristian nació en un clase pudiente y de raíces europeas de La Paz) revolucionaron al rock boliviano con su banda Lou Kass, que con sencillos ritmos reggae y letras pegadizas se animó a describir la realidad de muchos jóvenes de clase media en aquellos años donde comenzaban a liberar sus instintos tras la dictadura de Hugo Banzer.
Más de quince años después de aquella aventura, el Grillo es un indiscutible rock star en esas lejanas latitudes. Ha grabado en los estudios de Fito Paez y Luis Alberto Spinetta en Buenos Aires, usando como cesionistas a importantes músicos de Argentina, ha girado por Estados Unidos, y puede darse el lujo de sostener dos características difíciles de encontrar en los rockeros altiplánicos: vivir de su música y transformarse en una figura pública a nivel nacional. 
Por su parte, Cristián, se ha convertido en uno de los grandes mitos del rock boliviano después de autoexiliarse en Alemania, donde, ajeno a las luces de los escenarios y la postura de rock star, mantiene un ignoto empleo y una desconocida banda de ritmos latinos que lejos está de darle de comer. Casi todos los cantantes de la nueva generación de rockeros bolivianos que ha surgido escuchando a Lou Kass lo tienen como referente. Imitan su voz y sus posturas escénicas, escuchan sus viejos discos y se agolpan en la puerta del cine 6 de agosto para recibir nuevas lecciones y emociones.
Aprovechando unas pequeñas vacaciones de Cristián en Bolivia, los ex Lou Kass deciden dar una serie de conciertos en conjunto. Las entradas se agotan, las fechas se agregan hasta el límite de la exigida agenda familiar y musical del viajero alemán, y gentes de toda las edades se acercan al concierto con esa calma que los rockeros bolivianos han aprendido de la población indígena del país. Sin grandes pompas ni idolatrías, falsas burbujas publicitarias o escenas de admiración que superen el simple hecho de asistir a la demostración de un arte tan colectivo como la música. Suenan temas de la carrera solista de Villegas (especialmente del disco Pesanervios, donde participó Krauss) y, por supuesto, los grandes éxitos de Lou Kass. Los acalorados fans corean las letras a viva voz, los bises se multiplican, los viejos amigos se abrazan en el reencuentro y vuelven a confirmar que son los indiscutibles reyes del rock hecho en Bolivia. 

Grillo Villegas: Lou Kass es una banda emblemática a pesar de su muy poco tiempo de vida. Nos conocemos en un pequeño bar. Él viene de mochilero con unos amigos, se enamora, conoce una chica, nos juntamos y hacemos, para muchos, la banda más grande de la historia del rock en Bolivia.

Cristian Krauss: Era un momento donde había pocas bandas. Uno se juntaba con los amigos en ese boliche que se llamaba el Socavón. Y ahí nos presentaron. "Hay unos tipos que tocan música y están buscando alguien que toque un poco de percusión", me dijeron. Tocamos algunas canciones. Y seguimos tocando. Pero nos dimos cuenta que el que estaba con nosotros, un tal Dago Drogan, nos mamama. Se quedaba con el 70% del dinero y después con el resto nos decía: esta es la plata, y se quedaba con el 30% de esa parte diciendo que él era el que organizaba. 

G: Dijimos, oye este tipo nos está mamando. Si nosotros somos los que estamos tocando. Y decidimos formar nuestra propia banda. Y así nació Lou Kass.
Antes yo tenía una banda de metal, pero habíamos abierto la cabeza al rock inglés más elaborado, como King Crimson o Pink Floyd, o bandas argentinas como Invisible, Patricio rey y sus Redonditos de Ricota, Sumo. Nosotros popularizamos a los Redondos acá. Había un amigo que tenía una tienda de discos y se sorprendió de que empezaran a pedirle los trabajos de ese grupo argentino que acá era desconocido. Por su parte Cristian vino con temas de The Jam y Bob Marley. El 24 de octubre del 90 debuta Lou Kass. 

C: El primer año ganamos un concurso de un colegio jailon (pijo, concheto, cuico, gomelo) para grabar un EP de cuatro temas.

G: La empresa escuchó y dijo: van a grabar un Long Play de 10 temas. Entonces nos pusimos a componer canciones en una semana. Lou Kass tiene solo dos discos de estudio: ese, y al año siguiente el que se llama Akasa. Además de eso, hay tres discos en vivo. Después la banda se separa y yo sigo mi trabajo solista. 

C: La banda solo dura tres años. Nos iba muy bien, viajábamos por todo el país. Pero yo tenía 25 años, con mujer y una hija y me puse medio nervioso. Dije: yo me largo de aquí sino me voy a volver loco. Y me fui en el 94. Me pareció más importante mi familia. Llegué a Alemania como cayendo en una tina fría a buscar un trabajo, medio año sin encontrar nada. Después, encontrar cualquier boludez, vendiendo azulejos. Ahora que veo aquí, que nos va de la puta en las tocadas, me doy cuenta que  tengo dos mundos: el de aquí de rock star, y allá, que no soy nadie. Es como una máquina del tiempo. Allá hago música y a la gente le gusta, pero toco para los amigos. Es la segunda pata para no volverme loco.

Para confirmar la decisión de su amigo, el Grillo explica que de los cuatro Lou Kass el único que sigue casado es Cristián. 
Cuando Kraus abandonó Bolivia, la banda continuó tocando durante un año. Sin embargo ante la falta de su frontman, arrastrados por las peleas internas y las viejas historias de egos y excesos de ese ascenso fulgurante de ave fénix, que estos bolivianos seguramente ya habían visto en la historia de muchas grandes bandas de la historia del rock mundial, terminaron por separarse. 
El bajista Martín Joffe (convertido al cristianismo) confesó en un programa de televisión las fiestas sexuales y el consumo de cocaína de los integrantes del grupo. En un país conservador como Bolivia, donde es muy pequeño el consumo de esta droga pero muy altas las presiones internacionales por su condición de cultivador de coca (planta que los indígenas del país usan como medicina en forma de té, mascando o haciendo apliques en el cuerpo), el incidente no podía menos que pasar a mayores.
Mientras tanto la popularidad de la banda crecía, los cassetes se copiaban y se distribuían mano a mano, se pasaban por los primeros programas de rock nacional en las radios, las bandas se multiplicaban escuchándolos, y el Grillo Villegas encabezaba junto a otros grupos como Octavia o Pateando al Perro el gran boom del movimiento rockero en Bolivia, incluyendo la creación de estudios especializados, bares, festivales, y hasta el aterrizaje y pronta fuga (asustados por la piratería y la informalidad comercial de la tierra de los papachos) de los grandes sellos multinacionales.
Sin embargo, ninguna de las bandas nuevas logra superar los hitos marcados por Lou Kass, como haber colmado el teatro al aire libre "Jaime Laredo" con más de 8.000 personas, u obtener ocho puestos número de los diez temas incluidos en Akasa. Su popularidad crece al son de su separación, sus temas se pasan en Perú, Ecuador y Colombia, en las fiestas adolescentes y los eventos al aire libre.
Ajeno a esa efervescencia, Cristián estabiliza su situación económica y familiar en Alemania. 

C: Después que pasaron unos años, y ya había para pagar los pasajes, como por el 99, lo llamé al Grillo y le dije: voy para allá de vacaciones con la familia ¿que te parece la idea? Juntaremos la banda y tocaremos en un boliche para recordar. 
Y él me mandó a la mierda. Estás loco, me dijo

G: Hicimos una gira monumental. Fue una huevada re masiva. Llenamos todo.
En la Paz había 11.000 personas y quedaron 5.000 afuera. Acababa de grabarse el Adios Soda Stereo en Buenos Aires y nos trajimos a los técnicos, Mariano Lopez y Mariano Rodríguez. Los gauchos valían un montón de plata. Grabaron el disco en vivo acá, y nos fuimos a mezclar a New York en un estudio que grababa REM. Fue algo increíble. 

C: Yo no me imaginé nada. Antes de venir le contaba a un amigo en Alemania que estaban organizando una gira por las principales ciudades para tocar en estadios donde entran 10.000 o 20.000 personas y no me creía. Yo me estaba poniendo nervioso

G: Es que él no sabía lo que yo viví acá. El disco explotó, salíamos a la calle y era una locura. Por eso cuando él viene cinco años después y me dice: por que no tocamos en un boliche, le dije: estas loco boludo, no entramos. Esto va a ser una locura, le dije. Y fue una locura. 

C: Aquí una banda de rock nunca había hecho eso. Y ganamos plata. Y ya no se trataba de quedarse con la plata, sino más bien de cumplir con todos los sueños. Íbamos a mezclar en Buenos Aires, pero al final nos fuimos a New York. Por capricho. 
Ellos se fueron a hacer la mezcla y yo me volví a Alemania. Estaba trabajando como courier, entregando paquetes y huevadas. Pero dije: yo me voy para allá. Aparecimos en New York con un amigo a sacar la foto. Y llegamos a ese estudio chiquito de Broadway, que no parecía, pero era ahí la dirección. Y cruzando el zebra para encontrarnos con Martín y el Grillo lo vimos a Michel Stipe. Una locura. Muchos sueños de changos, todos juntos en un lugar. Ahí fue donde dije: yo me cago en el trabajo. Agarré a mi familia y le dije que nos volvíamos a Bolivia a tocar con los changos, poner un boliche, que se yo. 

G: Hacemos un acústico con chellos y cuerdas en los principales teatros con temas de mi disco Pesanervios, y grabamos un disco, el Espejito, que se transforma en un hit.

La historia sigue su curso. La vuelta de Lou Kass no dura mucho. Krauss forma la banda XXX, participa de la primera formación de Go Go Blues (la banda del argentino Gonzalo Gómez, de Pateando al Perro) y decide volverse a Alemania. 
En las mesas del Equinoccio, uno de los bares que surgieron tras el furor de Lou Kass y que ahora es el principal escenario rockero de La Paz, Cristián espera el concierto de Go Go Blues, donde participará como invitado en una de sus tantos compromisos musicales en la ciudad. 
Yo cumplo el viejo augurio de Gonzalo Gómez a la hora de explicar la falta de fanatismos o idolatrías en la ideosincracia boliviana: "vos podes sentarte a chupar con el ídolo más grande del rock boliviano como si nada".
Mientras el camarero trae una cerveza tras otras, los viejos amigos se abrazan y recuerdan la epopeya. Cuentan como surgió el nombre de la banda, que en un principio iba a llamarse La Nave de Lucas, y que finalmente adoptó esa expresión que mezcla el nombre del viejo rockero de New York y la gaseosa vasca. Las zapadas del Socavón, y como misteriosamente, siguiendo su intuición por las callejuelas que se pierden en las afueras de La Paz, consiguieron encontrar al hombre que imprimía las remeras del boliche. "Tenía las plaquetas intactas, y enseguida nos hizo unas poleras para el concierto en el 6 de agosto. Una para cada día", cuenta el Grillo, que entre respuesta y respuesta se cansa de ensalzar los dotes musicales de Cristián y su caballerosidad (la cantidad de chicas que le vio rechazar en gira por fidelidad a su mujer). 
Hablan de la piratería (de cada original que se imprimen venden siete piratas, dice Villegas), del fraudulento contrato que firmaron con el sello local Discolandia para grabar el disco más vendido del movimiento (20.000 discos, doble platino). "El viejo truco de hacerle pagar un contrato a un artista donde le das el 12% sobre una mentira que es el 30%, y te llega una limosna. Firmamos porque éramos jóvenes y queríamos grabar un disco, ni leímos el contrato", recuerda el Grillo. "Y eso que ya habíamos leído la biografía de los Beatles", se ríe Cristián. 
"Nunca sellamos con una multinacional. Todavía no había sellos multinacionales en Bolivia. Llegaron en el 96. Pero nosotros antes tuvimos las pelotas de negar una cosa de mucha plata. Llegó un cuate de Warner. El cojudo nos vio las fotos y nos dijo: entra en el mercado mexicano. Como esa onda: no son tan cholos. Y llevaron el disco y Warner Latin quedó interesada. Tienen que grabar una huevada re grande, nos dijeron. Que íbamos a romperla en todos lados. Pero teníamos que ir a vivir a México. Yo estaba dispuesto, pero hubo desputes en la banda que fueron más fuertes que esa mierda. Era mucha guita, pero el despute era tan grande que dijimos: me cago en la guita. Lo rechazamos. No nos importó. Me acuerdo cuando me llamo la ñata de Warner Latin Nueva York, el adelanto eran como de 100.000 dólares", continua relatando el Grillo, que siempre toma la posta de la palabra, y hasta a veces asesora a Cristián sobre que decir o que no decir en los medios bolivianos. 

¿Y cómo ven actualmente el movimiento de rock boliviano?
G: Se han hecho muchas cosas y hay muchas bandas que están bien, pero la verdad Octavia y Llegas siguen siendo las únicas bandas fuertes. Pero juntando estas dos bandas no llegan a tener la repercusión que tuvo Lou Kass. Nosotros llegábamos a Santa Cruz y había cuatrocientas chicas chillando, no podíamos salir del hotel. Era una huevada grande, eso ya no hay.
Igual yo creo que hace cinco años atrás todos querían sonar como Lou Kass y era un atraso total. Ahora veo una diversidad en géneros. Pero para mí el tumor más maligno del rock boliviano se llama cover, no puedo creer que halla bandas que toquen tantos covers teniendo discos. El momento en que todos creamos en nuestras composiciones va mejorar esta huevada. Nada raro que las bandas más fuertes tocan sus propias composiciones. Tenemos que intentar crear una escena, porque hay mucha gente y yo tengo mucha fe en el rock boliviano.

C: Cuando volví en el 99 me lleve una docena de discos nuevos que me gustaron. En esos cuatro años que me fui nacieron un montón de bandas. Pasó algo. Y ahora es igual. Esta creciendo el rock boliviano. Quizás hay que salir un cacho del país y volver con otros lentes. 

Es una cuestión casi metafísica. ¿Pero creen que si Cristián se hubiera quedado la situación sería otra?
G: Yo creo que si Krauss se hubiera quedado las cosas serian diferentes en el rock en Bolivia. Técnicamente sigue siendo el mejor cantante que hubo acá. No desafina, canta ronco, recto, con vibrato, sin vibrato, con falsete, lo que quieras. Y hasta hay gente que dice: no me gusta la voz, pero su presencia en el escenario es impresionante. Cuando fuimos a grabar a la Argentina, el Claudio Cardone, el Ricardo Moyo, inclusive la Claudia Puyo que grabó siete discos de Fito (Paéz) y hasta con los Redonditos de Ricota, todos me dijeron: quien es este cojudo que canta eso. Lamentablemente hemos perdido la oportunidad de presentarlo al mundo. Lo que pasa en este país, con un poquito de inversión de capital, el Krauss hubiera sido muy conocido a nivel internacional.

C: Muchas veces me arrepentí de mi decisión. Si yo hubiera estado sin mujer ni hija hubiera tomado otras decisiones, pero yo soy un hombre de familia y creo en eso. 
También me pregunto si todo lo que el Grillo dice es verdad o exagera un poco. Pero los hechos son los hechos. Todo lo que contamos es así. No sé, porque hay otros que tienen el contacto y salen en MTV. No puedo decir que somos los super men, pero han pasado cosas que puedo contarle a mis nietos.
(Marzo 2008)






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